Vitalicios
Desde Vitoria. Pese a la gran crisis por la que este país está atravesando no todos los sectores de la población lo perciben de igual manera. Unos lo sufren peor que otros, pero existe un sector de la sociedad que no aprecia la gran depresión. Son los políticos profesionales. Todos aquellos que viven a cuenta del presupuesto de las administraciones. En general, las clases medias son las que sufren el hachazo de la cruda realidad. La presión impositiva no deja de acelerarse mientras que los sueldos continúan cayendo y el desempleo elevándose hasta cotas desconocidas.
Nos acercamos a los seis millones de parados. Mientras esto sucede una clase que algunos denominan en sentido peyorativo casta política, no parece ser consciente de lo que sucede a su alrededor. Vive de espaldas a la realidad, aunque la factura de sus privilegios las pagamos todos. No quiero generalizar y colocar a todos los políticos en el centro de la diana ya que solo se trata de una pequeña parte de ellos. Una parte insensible cuyo único objetivo es trabajar para su propio beneficio tratando de forjarse un futuro desahogado y sin sobresaltos. Unos de esos personajes se llama Patxi López, el lehendakari. El presidente de la comunidad autónoma vasca se acaba de adjudicar una prebenda más. Nos ha abofeteado a toda la sociedad adjudicándose una pensión millonaria y no conforme con ello es además vitalicia. Un hecho desproporcionado y totalmente injusto. Si por estar al frente de la comunidad cuatro años se dota de unos recursos envidiables y de por vida, entonces una persona que ha cotizado treinta años a la Seguridad Social con independencia de su edad la jubilación, si lo desea, debería ser inmediata. Algo que no sucede y que estaría dentro de lo justo y sensato. Es de toda lógica pensar que la ciudadanía se encuentre cada vez más enfrentada a una clase política que no sabe depurar sus irregularidades. Que no haya comenzado a diseñar su propia reconversión. Es necesario que diseñen una estrategia que les lleve a una regeneración y además debe ir acompañada de una seria reflexión en profundidad. No todo el mundo dedicarse a la cosa pública sin una vocación contrastable. El ejercicio de la política significa servicio al ciudadano, ser generoso y dedicar tiempo y tiempo a resolver problemas que la sociedad vaya planteando. La política se ha convertido en sinónimo de vividores, de caras duras cuya única vocación es la de llenar los bolsillos despreciando a todas y cada una de
las personas que con su
voto confiaron en su
honestidad.
Fernando Cuesta Garrido