Vicente García Villarrubia se lleva el aceite al cielo
Enrique Alonso /Jaén
Vicente García Villarrubia se pasó la vida aportando evidencias científicas que sustentaran su gran idea: 'El aceite de oliva es bomba de salud. Estamos ante el caldo de la vida'. Elevó tanto el 'oro líquido' que seguro que se lo ha llevado al cielo. Ayer, fue despedido entre grandes muestras de cariño.

Vicente García Villarrubia se pasó la vida aportando evidencias científicas que sustentaran su gran idea: 'El aceite de oliva es bomba de salud. Estamos ante el caldo de la vida'. Elevó tanto el 'oro líquido' que seguro que se lo ha llevado al cielo. Ayer, fue despedido entre grandes muestras de cariño.
Murió de forma repentina y deja una gran herencia científica. El currículum de Vicente García Villarrubia decía que era doctor en Medicina e Inmunología, máster en Epidemiología y Salud Pública y director general y de Investigación, Innovación y Desarrollo de Bioaveda. Sin embargo, los que lo conocían tienen claro que era el “alma” de la compañía y el gran científico del aceite de oliva. Nació el 9 de diciembre de 1950. Era un hombre que “hablaba hasta por los codos”, aunque siempre sus palabras irradiaban sabiduría o el humor que solo está al alcance de los genios.
Por eso, decía que sus creencias religiosas eran “ecologista y creyente a tiempo parcial”. Respecto a su ideología política señalaba —en este mismo tono—: “Soy ácrata. Los científicos vivimos del caos”. Amaba los animales, sobre todo, a sus perros —Manolete, Joselito y Lola— y sus gatos —Mimí, La Bohéme, Nana, Misi y Marifé— y disfrutaba de la música clásica y el flamenco. Además, siempre soñó con Cádiz, que veía la tierra ideal para retirarse de una investigación que nunca dejaba. Era toledano de nacimiento y jiennense de convicción. Cuando se le pidió unas palabras para cantar a Jaén —en el libro “Escritores en potencia dentro de la campaña “12 retos x 12 meses”— compuso con el corazón: “Para un toledano como yo, no resulta difícil ser de Jaén, antiguo Reino de Toledo. Estoy en mi casa y con mis colores. El morado de nuestras banderas y la residencia de cientos de judíos sefarditas que vinieron a refugiarse perseguidos por la Inquisición. Yo vivo en el Jaén místico de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa y de don Miguel de Cervantes. Soy lechuza y olivo de esta tierra y de la mía. Mi Catedral y mi Magdalena. Amadas, amantes”.
Su pasión era su familia y su amiga, confidente y mujer, Teresa Jódar, de Villacarrillo, a la que conoció cuando vino a Jaén para dar una conferencia: “Me contrató para casarse conmigo. En ese momento, no entendí por qué una muchacha tan preciosa, buena y educada se unía a un tipo tan feo, bajito y tan políticamente incorrecto como yo. En 2004, me vine a Jaén a vivir con ella. Entonces, entendí por qué me había contratado para la unión: ella tenía psoriasis en los codos y su hija pequeña, dermatitis atópica. Cosas del amor. En una noche en la que el viento de Jaén hacía de las suyas, me dijo: O investigas aceite de oliva o no te hago más cocidos”, explicó en su habitual tono de humor durante el discurso después de recoger el Premio Jiennense del Año a la Iniciativa que representa su empresa Bioaveda —el 19 de marzo de 2010—.
prestigiado trabajo. En 2006, en colaboración con el Servicio de Nefrología del doctor Pérez Bañasco y los doctores José Manuel Gil Cunquero y Francisco Borrego, demostró que el aceite de oliva subía el colesterol bueno, evitaba el estreñimiento y regulaba el sistema inmune. Lo hacía porque actuaba sobre unas células que Vicente García Villarrubia descubrió en 1979. Recordaba que componía el grupo andaluz de referencia para el estudio de la enfermedad renal, inflamación, enfermedad cardiovascular y aceite de oliva. “Unos pobreticos de Jaén”, ironizaba. En 2009, avanzó mucho más en los mecanismos responsables de la dermatitis atópica y de la psoriasis. De hecho, siempre señalaba que tenía pedidos de dermatólogos. Vicente García Villarrubia estaba convencido de que su formulación magistral con aceite de oliva virgen extra ecológico —el “Oho”— ayudaba a los enfermos del riñón, mejoraba el sistema inmunitario, combatía el estreñimiento y era un fiel aliado para la piel. Seguro que ahora no deja de contarlo allí donde esté. La comunidad científica se queda sin un fiel defensor del potencial del aceite. Su empresa, Bioaveda, sigue adelante gracias a su legado y a su mujer.
Su empresa fue Jiennense del Año
Su empresa, Bioaveda, logró el Premio Jiennense del Año a la Iniciativa. Recogió el galardón el 19 de marzo de 2010 con un discurso brillante y con mucha chispa. Vicente García Villarrubia era su director general y su mujer, Teresa Jódar, la presidenta. Ahora, la empresa sigue hacia adelante en sus manos. Bioaveda lleva la innovación del aceite de oliva a los enfermos. Su apuesta es por la investigación y el desarrollo para elaborar caldos con virtudes específicas para los pacientes. Es el primer negocio de I+D+i (Investigación+Desarrollo+innovación) con relación al aceite de oliva. Está compuesto, sobre todo, por médicos. Los productos que ahora se venden pasaron más de cuatro años en laboratorios y hospitales. Allí se estudiaban y analizaban. El primero en salir al mercado fue Oho (Olive health Oil) o, en español, aceite de oliva saludable. En realidad, los científicos de Bioaveda constataron que los enfermos renales solían morir, sobre todo, de ictus cerebrales y de infarto. Por ello, decidieron crear un zumo de aceituna que subía el colesterol “bueno”, por lo que disminuye el riesgo de padecer estos males, que en un importante número de casos tienen final dramático. Bioaveda cuenta con la patente mundial. Además, trabaja en cremas que mejoran la salud de afectados de la piel. Concretamente, una servirá para mejorar la dermatitis atópica; otros, la psoriasis, y una tercera, algunas infecciones. Vicente García Villarrubia comprometió con su incansable trabajo y evidencias científicas a investigadores de primer nivel para elevar los conocimientos sobre el aceite.
Artículo inédito.-La música: innovar (por fin) en Jaén
Posiblemente nunca lleguemos a saber en qué momento de la Evolución se le escapó al humano el primer silbido o la primera vez que algo desconocido llamado música comenzó a sonar en su cabeza. Pero seguro que a partir de ese momento empezó a ser más feliz, porque se inició en el conocimiento. El simio que estaba a su lado no silbó y siguió su camino de mono por los siglos de los siglos. No le concedo ninguna posibilidad a la investigación, a la capacidad de escudriñar, al interés por descubrir, si uno no tiene el pentagrama bien amueblado en/de su cabeza. Hasta los ciegos ven con la música. Hasta los sordos oyen la música, porque ellos son la música (Beethoven). He visto a gente con depresiones terribles acompañar sus soledades con la música, y una lágrima. He visto a enfermos de parálisis cerebral profunda agitarse emocionalmente con la Novena. Yo lo he visto. Hace un mes vi a Tchaikovsky tocando en la Sacristía de la Catedral de Jaén, y a Vandelvira aplaudiendo en un rincón. Y al Señor complaciente con la armonía de los humanos: música. Yo lo he visto. Eso es innovar de verdad. Con base; sin palabras vanas ni retórica pseudoandaluza y festivalera. Inmaculada Báez y José Rubia. Yo creo en vosotros y en la Orquesta de Jaén, porque os he visto y creo en la esperanza. Hay luz en vuestros ojos, y donde hay luz hay notas. Y lo mejor es que tenéis un buen proyecto. Ya hemos comprobado que los profetas de los ojos oleico/opacos no han sido capaces de hacer nada por su tierra. Tendría guasa que Jaén (la del altivo aceite) se llenara de gente, en pocos años, para ver a la Sinfónica de Jaén. Y como se que tan afortunada guasa sucederá, lo mejor que Jaén puede hacer es comenzar a invertir en su Orquesta Sinfónica: negocio llama a negocio (música llama a oliva). Y el día 19, a las 20 horas, el gran Jordi Mora en el Infanta Leonor, dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Jaén. (Yo también tengo otro gran Jordi en mi otra empresa, pero tengo a mi Paco Martínez “Karajan”, de Albanchez de Mágina, de director financiero). Comiencen a silbar, que ya va siendo hora ¡Qué es su Orquesta; qué no es mía! ¡Sinfónica de Jaén! ¡Qué yo me voy “pá” Cádiz; que ya me queda poco! ¡Qué suene Beethoven en los olivares! Y Mozart para todos los niños de Jaén: La Flauta Mágica ¡Música, maestro!
Vicente García Villarrubia
Director de Bioaveda
(El último artículo, tras su viaje a Dubai, el mes de febrero, se publicará el próximo lunes).
Vicente: expresión radical de vida por Antonio Oliver
Vicente, más que una persona, ha sido una expresión rotunda de vida, imposible de ajustar a un marco o a una definición convencional. Su forma de entender y hacer era una propuesta disconforme, radical y siempre amable, seductora. Vocacional del movimiento, el olivar de Jaén y Maite, lograron pegar sus alas y sus afectos a esta tierra. Volar, volaba pero era feliz sabiendo que ahora su rincón de seguridad estaba aquí. Tomó el aceite como estandarte y vació en él todos sus conocimientos, el amor, la constancia y la ilusión necesaria para arrastrar a todo el que cedía a la tentación de escuchar sus argumentos. Fiel y despegado, riguroso y divertido, Vicente era muy fácil de querer. Uno quiere de forma natural a quienes le procuran satisfacción, calor, cercanía y sonrisas tan prolongadas que acababan siendo excelente terapia contra la velocidad y el desapego. Ahora podría sacar del bolso de los recuerdos escenas, palabras, guiños de complicidad y sentencias magistrales que definían su absoluto conocimiento de la vida, de Jaén y de sus gentes. Hombre de ciencia y humanista, había logrado el mestizaje ideal, conjugando sus profundos conocimientos de medicina con una exactísima foto del ser humano en todos sus planos. Entrañable, extremo y crítico de nacimiento, Vicente me dejó con la duda de cómo lograba sujetar su imaginación y andar con ella por los caminos estrictos de la investigación. Lo hacía sin mezclar estudios profundísimos y cargados de futuro, con imágenes, recreaciones, ficciones y relatos fantásticos. Solo quien posee una claridad mental privilegiada puede transitar esos espacios sin perderse y hacerlo con brillantez. Como siempre, poner palabras a un sentimiento es complicado y lo es más si no somos capaces de entender lo que ha ocurrido. Solo cerrando los ojos y haciendo un esfuerzo terrible por asumir lo irremediable, podemos aceptar realidades que van contra la razón y contra los argumentos de nuestros corazones, sorprendidos e incrédulos. La mente humana no está preparada para aceptar lo irreversible de la ausencia. Vicente, solo nos queda apretar los dientes; buscar, como reliquias preciadísimas, tus palabras, tus ideas fundamentales y el objeto principal de tus desvelos. Deseo que la memoria me ayude a conservar lo que aprendí de ti, tu forma de entender el mundo, y a continuar de la mejor manera posible, usando tus mismas herramientas. Espero que el tiempo se compadezca de nosotros y acabe por darnos la lucidez y la serenidad necesarias para entender lo que ha pasado. En estos momentos en los que se nos hiela el alma, estoy seguro de que con el cariño que nos diste, tendremos calor para toda la vida.