Vestir con decoro

Hace ya muchos años que mi madre no se preocupa del largo de mi falda. Qué desvergüenza enseñar las piernas e ir por ahí provocando a los hombres, solía decirme. Creía que era algo pasado, que las madres ya no perdían el sueño por ese tema y que los hombres habían dejado de comportarse como aprovechados a los que había que mantener a raya cuando bailabas agarrado.

    22 may 2013 / 17:14 H.

    Por Dios, qué vieja soy. Olviden eso de que yo bailaba lento, era muy jovencita por entonces, casi una niña. Sin embargo, según nos dicen en los informativos de Televisión Española, la pública, la que pagamos entre todos, no es así. Las madres siguen preocupadas por que sus hijas vistan con decoro y por eso asisten a talleres educativos. En estas acciones formativas se incide principalmente en los problemas que surgen con las más jovencitas que, con una desenvoltura intolerable, tienden a elegir pantalones demasiados cortos, minifaldas y camisetas que dejan al desnudo, ¡desnudo!, los hombros. La otra noche me quedé perpleja cuando otra cadena de televisión, La Sexta, hacía referencia a este reportaje de TVE1 y volvió a emitirlo. La profesora, madre y psicóloga, hacía recomendaciones sobre cómo afrontar la revolución de las hormonas de sus hijas adolescentes y cómo orientarlas para que vistan con decoro. Y yo que creía que esa palabra, decoro, estaba en vías de extinción. Suena tan vieja, tan arcaica. Casi tanto como decencia si la referimos al comportamiento de la mujer con respecto al sexo, porque no tienen las mismas connotaciones los términos una mujer decente y un hombre decente. Cuando se habla de decencia en las mujeres se piensa en la honra (otra palabra rancia, hoy acuden a mí como las moscas), un hombre decente es otra cosa, ustedes me entienden. Eché de menos en ese instructivo reportaje que se hiciera referencia a los chicos. Ni una palabra, ni una imagen sobre los hombrecitos. Y si hablamos de mostrar, se me viene a la cabeza la imagen de esos pantalones caídos que dejan al descubierto la ropa interior o el inicio del trasero. ¿Eso no es provocar?, ¿esos muchachos no requieren de la orientación de una mano sabia y decente que los guíe a la hora de elegir su vestimenta?
    No alcanzo a entender qué hay de perverso en mostrar el cuerpo femenino, ¿acaso no es hermoso? La fealdad la ponen aquellos que miran con ojos enfermos, que ven provocación en la piel de una adolescente, en vez de recrearse en su belleza inofensiva. La vida estalla en sus venas y quieren exhibirse, como las plantas muestran sus flores en primavera. ¿Tendremos que pedirles a las rosas que moderen su color no sea que provoquen a las abejas? A veces tengo la angustiosa sensación de que retrocedemos en el tiempo.

    Felisa Moreno es escritora