Una "ciudad de vacaciones" a tan solo seis kilómetros del calor de la capital
Pepi Galera
Bajarse a los Puentes” es tan de Jaén como la Catedral, Piturda o las aceitunas de cornezuelo. En cualquier otra ciudad podría sonar a chino esa expresión que, desde mediados de junio, hasta bien entrado septiembre, es habitual en casi cualquier conversación. No en vano, los “puentes”, las zonas residenciales o barrios periféricos multiplican su población en los meses de verano de vecinos de la capital que mantienen allí sus segundas residencias. La ciudad, literalmente, se “muda” huyendo de los rigores del verano jaenero. El contacto con la naturaleza, temperaturas más suaves, el reencuentro con familiares y amigos son, sin duda, los “fuertes” de esta opción.

Bajarse a los Puentes” es tan de Jaén como la Catedral, Piturda o las aceitunas de cornezuelo. En cualquier otra ciudad podría sonar a chino esa expresión que, desde mediados de junio, hasta bien entrado septiembre, es habitual en casi cualquier conversación. No en vano, los “puentes”, las zonas residenciales o barrios periféricos multiplican su población en los meses de verano de vecinos de la capital que mantienen allí sus segundas residencias. La ciudad, literalmente, se “muda” huyendo de los rigores del verano jaenero. El contacto con la naturaleza, temperaturas más suaves, el reencuentro con familiares y amigos son, sin duda, los “fuertes” de esta opción.
El Puente de la Sierra es, entre ellos, el más “concurrido”. Es la mayor zona residencial periférica en número de vecinos y visitantes. Una “ciudad” de vacaciones a apenas seis kilómetros de la capital. “Durante el invierno, aproximadamente, viven unas cien personas”, comenta el presidente de la Asociación de Vecinos Puensi, José Miguel Díaz. Cuando llega el verano y se llenan los chalés y los apartamentos, esta población se multiplica por 35, según su estimación: “Si contamos que hay de 500 a 600 viviendas unifamiliares y cuatro bloques de apartamentos —La Trucha, Puente Sierra, Santa Ana y Berenguer—, con una media de 3 o 4 personas, la cifra podría rondar los 3.500 vecinos”. Así para los meses de verano —desde que los niños acaban el colegio en junio hasta mediados de septiembre cuando vuelven—, el Puente de la Sierra es una pequeña ciudad llena de vida, ya que también cuenta con servicios comerciales y diferentes establecimientos de ocio. Como barrio de la ciudad, también cuenta con transporte público. “Tenemos un autobús urbano que, en los meses de verano, hace seis viajes diarios, tres por la mañana y otros tantos por la tarde. En invierno, son solo tres al día y pedimos que se añada uno más para que se adapte mejor a los horarios comerciales”, destaca Díaz. Este incremento paulatino de los servicios es la lucha que sus vecinos tienen desde los años 70 con las administraciones, para que se les considerase un barrio con los derechos y obligaciones como cualquier otro de la capital. En aquella época, apenas había unos cuantos cortijos rodeados por huertas, que fueron comprados poco a poco por familias jiennenses que, en época de crecimiento económico, veían mejorar su poder adquisitivo. Era un paraíso cercano en el que refugiarse del calor del verano. Fue en 1971 cuando se construyó el primer residencial, el Puente Sierra, y el barrio comenzó a crecer. Después, poco a poco, fructificaron las ansiadas demandas como el asfaltado de los carriles, el alumbrado público y la llegada del agua potable. Hoy son zonas con servicios que, en casi todos los sentidos, se pueden equiparar a cualquier otra del casco urbano. De hecho, José Miguel Díaz repara en una nueva tendencia: “Cada vez más familias deciden instalar su primer domicilio en este barrio por los precios más razonables de vivienda, comparados con Jaén. E, incluso, la opción del alquiler está en alza”. La cuestión está en que el Puente de la Sierra convence, ya sea por su cercanía, su privilegiado entorno, sus servicios o el ambiente, ya sea para tres meses o todo el año.