Una meningitis que no se vio
Diez horas que marcaron un antes y un después. Un intervalo de tiempo en el que la esperanza de una recuperación dio paso a la desesperación de ver cómo la vida de una hija se escapa de entre las manos de sus padres. Así lo vivieron Francisco López y Antonia Luque, un matrimonio de Martos que desde octubre llora la pérdida de Tamara, una joven de 16 años que murió de meningitis.

El dolor es reciente, pero por muchos días, semanas o meses que pasen, estos marteños nunca olvidarán las angustiosas horas de aquel 22 de agosto de 2013. Porque pocas cosas en la vida, o ninguna, son más dolorosas que perder a un hijo. Tamara empezó a sentirse mal sobre las 7:30. Su padre guarda todos los detalles, porque la cronología de los hechos es muy importante en su caso, puesto en manos de la justicia. Despuntaba el sol cuando la joven empezó a tener convulsiones y fiebre. Se acercaron al centro de salud de Martos, donde no vieron nada fuera de lo normal, más allá de un catarro o gripe. “Mi hija me insistió en que se encontraba mal y que quería ir a Jaén, y eso hicimos”, relata Francisco López.
A las 9:30 ya estaban en Urgencias y, tras cuatro horas, Tamara recibe el alta con una prescripción de paracetamol e ibuprofeno, como si se tratara de un cuadro vírico. En ese intervalo de tiempo se le hicieron analíticas de sangre y orina, además de una radiografía, en las que no detectaron nada. “Le suministraron Enantyum en vena, un medicamento para relajarla, porque a la doctora se le metió en la cabeza que tenía un cuadro de ansiedad”, denuncia el padre.
El efecto de la medicación hizo que el matrimonio no se diera cuenta de que a su hija se le apagaba la luz. En torno a las 23:30 horas, volvió a encontrarse mal, a vomitar y la llevaron, de nuevo, al centro de salud. Justo al entrar tuvo una insuficiencia respiratoria y perdió la conciencia. Tras estabilizarla, la trasladaron a Jaén. Eran las 2:30. “Yo ya estaba loco”, explica. En el informe de Urgencias se indica un cuadro febril, vómitos, cefalea frontal, agitación moderada, dolores y aparece, por primera vez, las epetequias —una coagulación de la sangre que ya es un síntoma de la meningitis—. Cerca de las 5 se avisa a la UCI, padecía otra crisis y apenas 25 minutos después, conscientes de la gravedad del caso, se informó a los padres de que sospechaban de que era meningitis y dudaban que pueda vivir más de dos horas. Sobrevivió 2 meses, hasta el 21 de octubre, pero a su padre no se le borra de la cabeza que si la hubieran diagnosticado a tiempo y, sobre todo, si le hubieran suministrado antibiótico antes, quizás hoy estaría viva. Hasta en tres ocasiones ha intentado hablar con la doctora que la atendió la primera vez para que le explique por qué. Es lo único que pide. Pero ante la imposibilidad de hacerlo, ha decidido denunciar. Pero su mayor preocupación es que nadie más pase por el mismo calvario que ellos y que la gente conozca los síntomas de este mal .