Un profesional comprometido

Hubo una etapa de su vida en la que no era capaz de entrar a un tanatorio. Cuando murió uno de sus mejores amigos, en un doloroso accidente de tráfico, decidió echarse un pulso a sí mismo y, por primera vez, accedió a un lugar que se le antojaba imposible pisar.

09 sep 2015 / 09:24 H.

Fue algo parecido a un antes y un después. Quién le iba a decir que, unos cuantos años más tarde, le esperaba un trabajo estable en una funeraria. Antonio Montoro Montoro lleva ocho años en la empresa Delgado Díaz. Aplica una buena dosis de psicología para que lo profesional repercuta lo menos posible en lo personal. Hay ocasiones en que dormir a pierna suelta resulta harto difícil.
En Fuerte del Rey no es solo conocido por ser un vecino más del pueblo, sino también por su carácter abierto y bonachón. Nació hace treinta y cinco años en el seno de una familia sencilla a la que más de un quebradero de cabeza tuvo que dar por culpa del escaso apego a los libros. En cuanto cumplió la edad obligatoria para dejar de estudiar, metió cabeza en el trabajo. Hizo de todo. Camarero, albañil, aceitunero... No se le caen los anillos. Un buen día, a punto de terminar la recolección de aceituna, comentó con el maestro de la cooperativa oleícola su necesidad de buscar un empleo cuando cerrara la campaña. Fue él quien lo animó a llevar el currículo a Delgado Díaz, sabedor de que necesitaban empleados con plena disposición. Así fue. Lo llamaron de forma apresurada para que se incorporara a la rutina y, desde entonces, no falta un solo día. Sus funciones son variadas, desde el traslado de fallecidos hasta todo lo relacionado con los preparativos para el entierro. Ni que decir tiene que más de una vez se ve obligado a tragar saliva y hacer de tripas corazón ante situaciones antinaturales que le llegan al alma. Intenta tener la mente en blanco para no llevarse problemas a casa y, aunque no termina de acostumbrarse a tanta calamidad, sobrelleva un trabajo para el que no todo el mundo está capacitado.
Guarda anécdotas para escribir un libro. Lo que ocurre es que son vivencias tan tristes que prefiere meterlas en el cajón del olvido y evadir el sufrimiento. Para sus familiares supuso un impacto fuerte el acceso a una profesión difícil. Sin embargo, el paso del tiempo les hizo ver con naturalidad un oficio, en resumidas cuentas, como otro cualquiera.
Antonio Montoro es un gran aficionado a la caza. Heredó de su padre ese amor por la naturaleza que le permite huir del ruido en la tranquilidad del campo. Es tan bueno que no necesita ni perro. Lo mismo le pasa con el fútbol siete, un deporte con el que hace ejercicio y pasa momentos agradables con sus amigos. Está casado con una mujer maravillosa y tiene dos hijos que quiere con locura. En Fuerte del Rey está su sitio.