Un paisaje lunar, duro y bello

Por extraño que parezca, en Pontones no hay olivos. Es, por decirlo de alguna forma, uno de los pocos paisajes de la provincia de Jaén “disonantes”.

13 abr 2015 / 10:19 H.

Aquí, los árboles que se ven son pinares, monte bajo y chaparros, pero nada de olivar. Lo demás, en las cumbres, roca viva, calcárea y arenisca, con sus aristas limadas por una suerte de ventisca permanente.
La economía de sus gentes gira, en buena medida, en torno a la ganadería, a la cría del cordero segureño, de cabras autóctonas de grandes ubres y de ganado bovino. A lo largo y ancho de la sierra se ven abrigos, apriscos, corrales y rediles en los que se guarece el ganado, la oveja segureña está hecha a esas cumbres y a la dureza cambiante de su intemperie. Eso le valió, en su día, el reconocimiento al cordero segureño de la Identificación Geográfica Protegida, un garantía de que está criado de forma natural, sin trampa ni cartón, con los pastos de esas altitudes. Pero el invierno es tan crudo que muchos ganaderos se ven obligados a trasladar sus rebaños en esa trashumancia que busca terrenos más benignos durante la estación, donde sus ovejas dispongan de hierba que, aunque escasa, alguna brizna les permita entretenerse rumiando sin tener que escarbar en la nieve o en el hielo. Su destino invernal, como el de los rebaños que proceden del Norte, es Sierra Morena, y allí pasan el invierno.
Los pastores que no cuentan con quien dejar a sus hijos en edad escolar no tienen más remedio que llevarlos con ellos. Pero todo está previsto para que no falten un solo día de clase. Pepa López Martínez, maestra de Primaria del CPR Alto Segura, este curso tiene a cuatro de sus alumnos en la trashumancia con sus padres. “Estos niños —aclara— no pierden clase. Cuando se van se escolarizan en La Carolina o Baños de la Encina. Luego regresan en junio, a final del curso ”.
paisaje. El del término de Santiago-Pontones es un paisaje más árido que vegetal, se podría decir que lunar, solo que sin cráteres. Sobre todo en el altiplano, donde estos días de primavera las mínimas están instaladas en la ausencia de calor, en torno a cero grados, dos o tres arriba o abajo. Pero no hay que dejarse engañar. En Pontones está el nacimiento del río Segura, uno de los parajes más bellos de la sierra, y los lugareños se hallan encantados de que así sea. En los dos núcleos de población  abundan los restaurantes y las hospederías. Señal de que el turismo es, tras la ganadería, su principal fuente de ingresos. El problema es que la belleza de estos paisajes no se conoce lo suficiente, lo cual resulta también una virtud, ya que la no masificación permite que se preserve toda esa naturaleza primigenia de una hermosura sin par.
Además, este pueblo sorprende por su gastronomía. Su pan de horno es famoso y la cocina tradicional, quien la prueba, queda prendado porque es, sencillamente, exquisita, sin trampa ni cartón.  
Todos los caminos conducen a Roma, pero para llegar a Pontones lo mejor es pasar por Hornos y, ya de paso, hacer un alto en el camino, porque el paisaje y el propio casco urbano es algo que mejor no perdérselo. Como de las curvas no se salva nadie, a la salida de Hornos, en dirección hacia Santiago de la Espada, hay una bifurcación. La carretera A-317, que pese a su nombre no es ninguna autopista, aunque su firme está en buen estado, sale a la derecha y esa es la mejor opción. A la izquierda hay otra que también señala hacia Santiago de la Espada, ideal para quien no tiene prisa y desea impregnarse de naturaleza primigenia. Esta vía, como bien indica, va a Santiago de la Espada, pero por el altiplano.
Antes de llegar a Pontones, esta carretera de montaña confluye con la A-317. En Pontón Alto llama la atención algún nombre pintoresco de las calles, como La Callecilla, valga la redundancia, o calle del Pueblo. Siguiendo la carretera está Pontón Bajo y en él, la escuela unitaria en la que aprenden a ser futuros hombres de provecho diecisiete alumnos de Infantil y Primaria. Y lo mejor de todo, se lo pasan bien estudiando.

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