Tres años para una sentencia que deja hundida a la familia de Marta
La interminable pesadilla de la familia de Marta del Castillo comenzó en la madrugada del 25 de enero de 2009 y ahora se enfrentan a uno de los episodios más esperados y más duros, con una sentencia en la que habían puesto sus esperanzas de justicia y que les ha dejado completamente descorazonados. Casi tres años después del crimen de la joven llega un fallo judicial que condena al asesino confeso, Miguel Carcaño, a veinte años de cárcel pero que absuelve al resto de los acusados, es decir, su hermano, su novia y Samuel Benítez. A falta de conocer la letra pequeña de los fundamentos de su señoría, cuesta entender que la pena se haya quedado solo ahí, cuando la Fiscalía solicitaba para Carcaño 52 años por delitos de asesinato, agresión sexual y contra la intimidad, además de ocho para su hermano y cinco para la novia y Samuel. El padre de la víctima calificó el fallo de ilógico y anunció que recurrirán a todas las instancias posibles e irán “hasta el final” porque no entienden cómo el peso de la muerte de su hija puede recaer sobre una sola persona. La Plataforma de apoyo sostiene, en este sentido, que Carcaño ha sido tomado como cabeza de turco de una trama en la que hay más implicados que, de momento, están libres de toda culpa.
Con todos los debidos respetos a la decisión judicial, a nadie escapa que la sociedad se queda cuanto menos perpleja por este tipo de casos, que hacen que en cierta forma se pierda la confianza en el sentido más amplio de la palabra Justicia. La impotencia de la familia es máxima, sobre todo, cuando aún no han podido dar sepultura al cuerpo de su hija por la negativa del culpable no solo a facilitar el lugar en el que se deshicieron del cadáver, sino porque ha ofrecido numerosas versiones contradictorias. Por más que la ley sea la ley es inhumano que todavía hoy no haya consuelo para la familia.
Con todos los debidos respetos a la decisión judicial, a nadie escapa que la sociedad se queda cuanto menos perpleja por este tipo de casos, que hacen que en cierta forma se pierda la confianza en el sentido más amplio de la palabra Justicia. La impotencia de la familia es máxima, sobre todo, cuando aún no han podido dar sepultura al cuerpo de su hija por la negativa del culpable no solo a facilitar el lugar en el que se deshicieron del cadáver, sino porque ha ofrecido numerosas versiones contradictorias. Por más que la ley sea la ley es inhumano que todavía hoy no haya consuelo para la familia.