¿Tiene sentido la maldad?
Todos al nacer, hombres y mujeres, somos frágiles y tiernos y por tanto la maldad está fuera de lugar, ya que en nuestro pequeño corazoncito no tiene cabida.
A esa edad tan sólo pensamos en comer, dormir y con cualquier mal gesto o grito arrancamos a llorar desesperados y ante una monería de aprobación o carantoña nos abrazamos con ansia a esos brazos protectores que nos dan resguardo y cariño.
En razón de ello cabe preguntar ¿cuesta más ser bueno o ser malo? Lo razonable es lo bueno, pues es placentero. El amor es parte central en el alma humana. Consecuentemente con aquellos que dicen ¡El mundo siempre ha sido así!, estoy totalmente de acuerdo; claro que sí, pues no me diga nadie que nacemos perversos; por ahí no paso. ¿Quién siendo un bebé no le ha consolado un beso, un abrazo de su progenitor o un familiar cercano? Desde siempre buscamos la bondad, aquel o aquella que nos dé cariño y protección ante la necesidad; por lo tanto digan lo que digan la maldad no tiene sentido en la sociedad. ¿La maldad está adherida a nuestro ser? De entrada no. Nos la contagia nuestro ambiente, la aviva, provoca e impone el lugar donde vivimos. No nacemos con el mal grabado en nuestra alma. ¿Costará más trabajo ser bueno que malo? Si no somos malos de nacimiento, claro que no. Somos criaturas sin maldad y si a un recién nacido le mostramos falta de amor, indudablemente, no conseguiría vivir mucho tiempo, ya que perecería de pena. Estamos hechos para disfrutar la bondad y ello sí tiene sentido en nuestra vida.