Sombreros llenos de historia

Ignacio Frías /Jaén
Asensio Gómez es un manitas devoto del más difícil todavía y aficionado a los retos. Y cuando se le plantea uno no para hasta solventarlo. Así comenzó su afición por los sombreros de época y hoy es un auténtico especialista. Los hace de todas las clases y formas, desde el típico chirri al chacó francés o al de Añora de Los Pedroches.

    20 mar 2012 / 12:34 H.


    Sabe que con la maquinaria adecuada podría fabricarlos de manera masiva pero, para él, hacer sombreros de época constituye su pasatiempo favorito y le dedica buena parte de sus horas de ocio.
    “Todo empezó cuando, hace 25 años, mi hijo, que era un niño, entró en la Asociación Lola Torres para aprender a bailar. Su abuela le hizo el traje de chirri, pero cuando fui a la sombrerería de Cámara a comprarle el sombrero, sólo tenía tallas grandes, entonces yo, que desciendo de artesanos, decidí hacerle el sombrero. Quedó tan bien que me pidieron dos o tres más para otros chiquillos”, comenta Asensio Gómez. Esa afición le llevó a hacer una colección en miniatura de diversos sombreros de época, que exhibe con orgullo.
    Diez años después del episodio del tocado de chirri de Jaén, Asensio, que también toca el laúd, entró a formar parte de la rondalla del Grupo Lola Torres y a participar  en festivales. Esa movilidad le hizo contactar con gentes de otras provincias que, sabedores de su afición, le pedían determinados tipos de sombreros, y de algunos de ellos solo quedaba constancia en grabados de época. “Lo que hago —afirma— son reproducciones exactas del original. Hace ocho años, en Curtidos Ureña, que es donde compro la piel para los detalles, me dijeron que para la recreación de la Batalla de Bailén, buscaban a alguien que hiciera sombreros y, como me gustan los retos, me puse en contacto en ellos. El problema es que me cuesta muchísimo encontrar los materiales”.
    Para conseguir fieltro o piel no tiene problemas porque se siguen fabricando, pero cuando se trata de terciopelo o charol, Asensio se acuerda de la aguja y del pajar.
    Las exigencias de su taller casero son simples: tijeras, cartón para las plantillas, un compás y una escuadra. Lo demás, como diría Baltasar Gracián, es agudeza y arte de ingenio. “Como lo que hago es totalmente artesanal y manual no tengo prensas, como tienen las fábricas de sombreros, solo una vaporeta pequeña y, a base de pasadas y de paciencia, le voy dando forma”, confiesa. Explica que el mejor fieltro es el de pelo de conejo, pero, a falta de pan, buena es la lana, aunque su calidad, para ese uso concreto, es inferior. Los chacós que pusieron de moda los húsares húngaros, no dejan de sorprender a Asensio Gómez, sobre todo cuando se imagina a los soldados del ejército francés avanzando por un olivar de Bailén, cuando la célebre batalla. Él está convencido de que estarían “más pendientes de que no se les cayese el sombrero que del enemigo”.