Sin fe no hay esperanza

El domingo 18 de enero, frío y lluvioso, escuchaba por la radio una tertulia sobre el distanciamiento cada vez mayor entre ricos y pobres en nuestra sociedad. A media mañana me armé de valor y decidí pasear por Jaén a pesar de las inclemencias meteorológicas.

    23 ene 2015 / 11:51 H.

    A la altura de las Hermanitas de los Pobres se me acerca una pareja de jóvenes y el varón me pide para una barra de pan, mientras ella tiritaba de frío. Seguí caminando y oigo repicar las campanas de la Catedral anunciando misa de las doce.
    Hacía tanto tiempo de mi última visita que al final entré cuando empezaba, para comprobar que a la llamada habíamos acudido pocas personas, nada que ver con la afluencia de otro tiempo. Mientras el cura explicaba las lecturas, mi mente me preguntaba qué haría yo sin mi fe y la respuesta me hizo estremecer, porque sin la esperanza de otra vida superior tal vez actuara como aquéllos que solo la tienen depositada en este mundo y puede que, como ellos, intentara acumular riquezas a costa de la miseria de los demás. Miramos, pero no queremos ver y solo abrimos los ojos y la boca cuando nos sentimos amenazados. Todos hemos alcanzado la voz contra el atentado contra la libertad de expresión en París, pero ni una palabra contra el asesinato de más de dos mil personas en Nigeria por defender su libertad religiosa. ¡Qué diferencia vivir para la muerte, que vivir para la eternidad! La desesperación de la muerte nos roba el amor, mientras que la esperanza nos abre a los demás y nos libera de lo que destruirá la polilla y la herrumbre.
    Enrique Rodríguez garcía / Jaén