Si no entiende la crisis, yo se la cuento

Miguel Sánchez Ramírez, desde Jaén.- Dedicados a todos los me dieron la capacidad de explicar a un niño las cosas que hacemos los mayores, por desgracia esto no es un cuento: Tuve que explicarle la crisis a mi hijo. Me dijo que por primera vez se había enterado.

    13 dic 2011 / 10:03 H.

    Espero que a ustedes les pase lo mismo. En 1980 yo fui a la mili, por el contrario mucho jóvenes tuvieron la suerte de ser “excedente de cupo”, es decir, había tantos jóvenes en ese momento con edad para incorporarse al servicio militar obligatorio, que sobre pasaban las posibilidades de nuestro ejército en esa época. Claro que el origen del problema estaba 18 años atrás cuando mi padre, decidió pedir un préstamo al director del banco español, porque entonces no se pedía dinero a un banco, se le pedía al director del banco, y le dieron el dinero para montar un pequeño taller de reparación de “vespas”, “seillas” y “citroen” que eran los vehículos de esa época. Con ese préstamo y su hermano “el soltero”, decidió las tres cosas más importantes de su vida: montar su negocio, casarse con mi madre y fabricarme a mí. Y eso debió de ocurrirle a mucha gente ya que 18 años después ni el ejército español podía dar cabida a tanta gente. Mi padre trabajaba, pagaba al banco y compro un sofá, una cama, un frigorífico, una radio, mas tarde la tele. Seguro que esas fábricas necesitaron contratar mucha gente para fabricar tantos productos. Y emprendedores y la gente de las fábricas crearon una clase media que consumía porque los frigoríficos a los 5 años se rompían. Estos fabricantes no tenían problema a la hora de pensar en su futuro. Sus productos se romperían, es más, los ingenieros fabricaran cosas nuevas como el televisor en color, los vídeos, los ordenadores, los móviles y los otros aparatos. Y todo iba bien, el banco prestaba el dinero a emprendedores para negocios de cosas que se rompían, incluso la gente pagaba impuestos para tener una sanidad para todos y escuelas y universidades para sus hijos, mejores carreteras, empezaron a veranear y crear nuevas necesidades de ocio. La rueda era infinita, pero siempre tiene hay un tonto. Una vez alguien pidió dinero al banco pero no para hacer frigorífico, no, este quería hacer pisos. ¿Pisos? Diversificación. El principio es el mismo de siempre: el banco presta el dinero a un empresario y este lo devuelve. Un tiempo después todos querían invertir en eso, no eran los ahorros, no, era pedir dinero a los bancos paras obtener beneficios con un dinero prestado por el banco. ¿Pero cuanto se tarda en romper un piso? Y cuando tardara en ser necesario el trabajador para construir otro? Y si damos nuestro dinero para eso cuanto dejamos para los fabricantes de frigoríficos? Y comenzó la gran cagada, tan bueno era el negocio que los fabricantes de frigoríficos y hasta mi padre en vez de invertir en mejorar su maquinaria, sus negocios, se pusieron a construir pisos. Un día, algunos dueños de pisos que habían pedido unos préstamos no podían pagarlo y tuvieron que devolver los pisos. Los Bancos tendrían que poner un cartel de “se vende”. Pero la sorpresa fue que la gente quería comprar eso pisos pidiéndoles el dinero de nuevo a ellos. El negocio era facilísimo, yo te doy dinero para comprar algo mío y te cobro interés y el precio de lo que vendo lo pongo yo. ¡Qué fácil! es más, cuanto más dinero le demos más nos pagaran, así que no importa lo que pidan, le podemos dar lo que quieran. Y así fue, cada vez el mismo piso costaba más y más y más. Un día un fabricante de frigoríficos fue a pedir dinero al banco para abrir una nueva fábrica y sorpresa, en la caja fuerte no había dinero. Es cierto que cada mes la gente pagaba su cuota, pero ese dinero se lo daba a otro y de pronto se dio cuenta que en realidad no era el dueño del dinero, que realmente era dueño de los pisos. Sí, tenía enormes cantidades de recibos firmados por las personas que vivían en esos pisos o habían pedido los préstamos para comprarlos, pero su dinero ya no lo tenían donde siempre le gusto tenerlo: En su caja fuerte. Y un buen día decidieron que eso era demasiado arriesgado para un banco y que ya era hora de recoger el dinero y no seguir prestando a nadie hasta que su caja fuerte estuviese otra vez llena. Ahora ya sí que esto no tiene remedio Ramón, que es mi padre, le dijo un viejo director de banco, como esto lo paren se para el mundo.
    Y qué razón tenía. Si tú me presta el dinero con el que yo te pago y en medio he comprado un ladrillo, el único dinero que existe lo hemos invertido en algo que tardara muchísimos años en romperse y que hace que el único dinero que hemos manejado los dos ya se ha gastado en un ladrillo. Y como el dueño del dinero era el banco, el ladrillo es suyo. Fue tal el pánico que se creo que ya nunca más se dio dinero para pisos. Y lo que fue peor, todos los que trabajaban en eso oficios de la noche a la mañana se tuvieron que ir a sus casas. Algunos incluso ni allí, ya que la casa se la tuvieron que devolver al banco, su verdadero dueño. Toda esa gente ya no podía comprar sofás, televisores, frigoríficos, etcétera. Y los dueños de las fabricas se dieron cuenta de que ya no vendían. Incluso algo peor, si algún valiente quería dinero para invertir, el banco le decía que le podía dar muchos pisos pero que no tenía dinero para darle. Y así se paró la rueda en la que mi padre se montó hace 50 años.