Sergio Estepa Martín: 'Le deseo lo peor a quien mató a mi padre. Es duro que ni esté en la cárcel'
Enrique Alonso/ Jaén
La familia de Antonio Estepa Quesada prepara una manifestación para mañana, a partir de las siete de la tarde, para pedir justicia y que el crimen no quede impune.

La familia de Antonio Estepa Quesada prepara una manifestación para mañana, a partir de las siete de la tarde, para pedir justicia y que el crimen no quede impune.
—Mañana, a partir de las siete, hay una manifestación para pedir justicia por la muerte de su padre. ¿Qué quieren lograr?
—Queremos que la gente de Jaén sepa lo que nos ocurre, porque peleamos para que se haga justicia con la muerte de mi padre. Lo mataron el 11 de marzo y ahora no hay nadie en la cárcel. El único imputado está en la calle, porque no hay pruebas para mantenerle la prisión provisional. Estamos indignados con su puesta en libertad y tengo la sensación de que, en vez de a una persona, fue a un pájaro al que le golpearon en la cabeza con una piedra hasta matarlo.
—¿Quiere que se investigue más?
—Por supuesto, queremos más trabajo policial. Nos dijeron que todo estaba claro y ahora vemos que no hay nadie en prisión. El único que pisó la cárcel fue Mohamed N. y está en la calle.
—¿Qué quiere que se haga?
—No lo sé. No entiendo de eso, pero tengo claro que su mejor amigo, Manolo, sabe más de lo que ha dicho. Iba siempre con él y ahora está desaparecido. Tal vez, tiene miedo. Quiero que la Policía hable con ese hombre porque puede dar claves.
—¿Cree que no se han gestionado bien las pruebas?
—Cuando nos avisaron, el cuerpo ya estaba hasta lavado. Tal vez, se podrían haber logrado más pruebas. En ese lugar, hay una cámara del hospital y da la casualidad de que no funcionaba. Además, a los pocos días, se colocó más luz en esa zona. No sé si es negligencia u otra cosa, pero si la cámara del hospital no hubiera estado rota, quien mató a mi padre estaría en la cárcel. También está enfrente el cuartel de la Guardia Civil. No entiendo cómo no se han logrado más pruebas de las que hay.
—¿Se le pasa por la cabeza que la muerte de su padre pueda quedar impune?
—Se me pasa, pero no quedará así. Llegaremos hasta el final. Por eso, si hay algún abogado o investigador que nos pueda ayudar, por favor, que se ponga en contacto. Necesitamos que nos echen una mano. Ahora, estamos a la espera de un abogado de oficio.
—¿Cree que las personas con recursos económicos tienen más fácil hallar justicia cuando le ocurren cosas como esta?
—Sí. Estoy seguro de que si fuera el familiar de personas con dinero que invertir en abogados o investigadores, ya estaría el autor del crimen en la prisión. También si se tratara de alguien con influencias en la sociedad. Pienso mucho en esto y no puedo dormir. Me vienen muchos recuerdos de mi padre.
—¿De qué se acuerda?
—Lo recuerdo cuando yo era pequeño. Me viene una imagen de cuando venía de trabajar a mi casa y vivíamos todos juntos.
—Cuando no puede dormir, ¿se llega a imaginar cómo mataron a su padre en un intento por dar luz a la investigación?
—Lo he imaginado millones de veces. Pienso que hubo una pelea en el pub de Ejército Español. Luego, mi padre se fue y lo siguieron hasta los jardines del hospital y allí lo mataron. Primero, le dieron una paliza y lo golpearon con la piedra. Ese día había cobrado el paro y puede que le intentaran robar y él se resistiera. No obstante, estoy seguro de que era alguien que lo conocía. La clave está en las personas de ese pub.
—Habla en plural, pero solo hay un imputado por ese caso.
—Conocía a mi padre. O le dieron un golpe por la espalda o fueron varios individuos.
—¿Cree que algún día se sabrá lo que ocurrió en realidad?
—Espero que sí. Hay que dar con quien lo hizo y, si realmente fue Mohamed N. —el imputado por la Policía—, reunir pruebas para que lo pague con la cárcel.
—¿Qué le desea a quien mató a su padre?
—Lo peor del mundo.
—¿Qué es lo peor?
—Que se muera.
—Eso no es posible con el sistema penal actual.
—Por eso, aspiro a que esté en prisión, pero ahora no tengo ni eso. Nadie tiene derecho a matar a nadie. Nunca tuvo que hacerle eso a mi padre.
—Si lo ve en la cárcel, ¿sentiría algo de consuelo?
—No. Sentiría alivio, pero eso no consuela la muerte de un padre.
—Su vida dio un giro ese día.
—El 11 de marzo de 2011, cambió mi vida. Fíjate, el 12 era el Día del Padre y el 13 mi cumpleaños.
—¿Se está recuperando?
—Muy lentamente. Desde entonces, estoy mal. El psicólogo me ayuda a tirar hacia adelante.
—¿Cómo era su padre?
—Un buscavidas. Un albañil que había trabajado en el campo y en cualquier cosa. Se desvivía por su familia y sus amigos. Era un hombre muy generoso.
—¿Para qué necesita que la gente de Jaén le ayude?
—Para que nos oriente. No queremos dinero ni lo pedimos. Solo ayuda para que se haga justicia.