Recomendaciones y técnicas agronómicas para rentabilizar el olivar

Andalucía es la gran productora nacional de aceite y aceitunas, con más del 60% de los 2,5 millones de hectáreas del olivar español, liderando también la producción mundial. Pese a todo, la capacidad productiva de una parte importante de la superficie olivarera andaluza se halla todavía muy limitada por la edad avanzada de su olivar, unas bajas densidades de plantación, el predominio del secano y una alta dependencia de la mano de obra, debido a las grandes dificultades que tiene para la mecanización. Ante esta situación, investigadores del Ifapa Alameda del Obispo, de Córdoba analizan, desde hace tiempo, una serie de técnicas agronómicas dirigidas a rentabilizar el cultivo del olivar.

    05 jul 2010 / 11:05 H.

    Junto a la pérdida de rentabilidad derivada de factores como la baja implantación en la olivicultura del regadío, asociado a una agricultura moderna y de alta productividad, y de la mecanización, lo cual se traduce en elevados costes de producción, el olivar andaluz sufre una pérdida de competitividad cada vez mayor. Ello se debe, principalmente, al desarrollo que ha experimentado este cultivo en las últimas décadas en otros países de la cuenca mediterránea y Latinoamérica, principalmente, con plantaciones modernas en riego, sin factores limitantes y con excelentes condiciones para la mecanización.
    Es por ello por lo que se hace obligada la mejora de las producciones unitarias por superficie, tanto en cantidad como en calidad, empleando técnicas y prácticas de cultivo que mejoren el rendimiento, optimizando el medio productivo y mejorando la eficiencia de los factores de producción, cuidando el medio ambiente y garantizando la seguridad alimentaria. La mecanización de prácticas como la poda o la recolección, se hace igualmente obligada, contribuyendo a reducir de forma importante los costes de producción.

    Actuaciones para una mayor rentabilidad y sostenibilidad

    En las actuales condiciones del olivar andaluz, el agua es el principal factor limitante de la producción, pudiéndose llegar a duplicar las producciones con cantidades relativamente pequeñas (1.500 metros cúbicos por habitante), sobre todo si las comparamos con las que se aportan a otros cultivos (4.000–7000). El empleo de riegos deficitarios controlados, en los que el agua se aporta en aquellos momentos en los que el olivo es más sensible al estrés hídrico, está dando muy buenos resultados, haciendo posible una olivicultura más rentable y sostenible, gracias a la reducción de los volúmenes de agua suministrados, que permite incrementar la eficiencia de este recurso.
    La fertilización juega un papel importante en la productividad de este cultivo, sin embargo, en la mayoría de las situaciones se hace de forma anárquica y arbitraria. Es necesario, por tanto, establecer protocolos de fertilización y para ello es fundamental manejar datos como las extracciones totales y estacionales de los diversos nutrientes, los niveles óptimos en hoja referenciados para mediados del mes de julio, y los aportes suministrados por el suelo, la materia orgánica y el agua de lluvia. En ocasiones la falta de respuesta a la fertilización puede deberse al bloqueo de otros elementos en el suelo, como por ejemplo el hierro, presentando los árboles síntomas de clorosis férrica. La disponibilidad de este elemento puede ser fundamental para la obtención de repuestas a otros elementos como el nitrógeno o el potasio.
    La mecanización de la recolección es fundamental para rentabilizar el cultivo, siendo esta la práctica que representa mayores costes. Sólo un ejemplo: en un olivar semimecanizable de media-baja producción, los costes medios de recolección están  entre 0,276 y 0,293 euros el kilo, mientras que en un olivar intensivo mecanizable de alta producción en riego, con sistema de recolección con paraguas, estos valores se sitúan entre 0,071 y 0,106 euros el kilo.
    La poda es otra operación que demanda elevados recursos económicos, a la vez que manos de obra especializada cada vez más escasa. La mecanización de esta práctica está avalada por varios ensayos de campo, tanto en olivar tradicional como intensivo, con resultados muy positivos.
    El empleo de sistemas de manejo del suelo alternativos al laboreo convencional, como el laboreo mínimo o el empleo de cubiertas vegetales, pueden representar, si se manejan correctamente, una mejora significativa de la producción, a la vez que una herramienta muy útil para luchar contra la erosión de nuestros suelos. No debemos olvidar que la pérdida de suelos es el principal problema medioambiental de las zonas áridas y semiáridas donde se cultiva el olivar.
    La reutilización de los subproductos del olivar (leñas de poda y alperujo) supone el cierre del ciclo en el cultivo, acreditándole el marchamo de cultivo sostenible. La leña de poda picada y el alperujo constituyen una fuente de elementos nutricionales (N, P, K, microelementos, etcétera) y un recurso de materia orgánica para nuestros suelos.