Rafael Quesada, el hombre que quebró y pudo levantarse
Leyó la información que publicó este medio sobre una pareja —del polígono de El Valle— con dos hijos que tenía ya fecha para abandonar un piso de alquiler. La palabra “desahucio” le trae malos recuerdos a Rafael Quesada Gil, pegalajareño de treinta y siete años que ha protagonizado un cambio de vida notable: pasó de estar a punto de perderlo a todo a tener, desde septiembre, un trabajo y, más recientemente, empleados a su disposición. Ofreció empleo a Cristian Sirres y a María del Carmen Cruz. No le costó tener empatía con el matrimonio.

Quesada, que trabaja de comercial, contactó con un amigo del Servicio Andaluz de Empleo. Este le explicó el drama de la pareja que, hasta hace pocos días, protestaba en la calle. “Llegué a verlos a los dos, en El Valle, arropados con las mantas”, recuerda. Entonces no habló con ellos. Fue, más tarde, por teléfono. Les dijo que podían seguir su camino: empezar a ganar dinero por cuenta propia, pero sin una cuantía fija. Es, en resumidas cuentas, la historia de Quesada, que, como el mencionado matrimonio, tiene dos hijos.
Fue el dueño de una empresa de pintura que funcionó de maravilla desde 2003 hasta 2009, donde los expertos sitúan, más o menos, el inicio de la crisis. “Me dejaron sin pagar 70.000 euros”, relata. Tenía un piso y una casa de campo. “Estuve muy cerca de quedarme sin nada. Cuando quiebras, como me ocurrió, aparecen muchos problemas”, cuenta a este periódico. “Mi nivel de vida era muy bueno. Me quedé con la ropa puesta de la noche a la mañana”, afirma. Desde entonces hasta septiembre del año pasado, tuvo que hacer de la necesidad virtud: trabajó en la hostelería, en el campo y hasta en la construcción.
La oportunidad que ha cambiado su trayectoria le llegó en un momento inesperado, con un trabajo que consiste en tocar muchas puertas. “Soy comercial. Me dedico a revisar las facturas de la luz. Oferto descuentos. A veces, los clientes los aceptan; en otras ocasiones, no”, resume.
Tiempo después de su ingreso, el jiennense está más que agradecido a su empresa. “Me ha ayudado una barbaridad”, comenta. Recuerda que el comienzo en su trabajo fue complejo. “Las primeras semanas ganaba muy poco. Los beneficios oscilan en función de lo que seas capaz de facturar: días que te llevas cien euros al bolsillo y otros en los que no consigues nada. Hay que moverse mucho”, razona. A juzgar por su posición actual, Quesada ha capitalizado los “pasos” que da en su ocupación: sostiene que puede lograr hasta trescientos euros a la semana. Algunos de sus compañeros, dice, han superado esos registros. “Ahora tengo un equipo de cinco personas. Hago entrevistas a diario para sumar más componentes”, señala el empleado, también jefe de un equipo.
autonomía. No hay más secreto para el comercial en cuestión que abogar por el sacrificio y la responsabilidad. “Los problemas, que los tiene todo el mundo, hay que dejarlos en la casa. Lo idóneo es apostar por el cliente, darle el mejor servicio posible”, argumenta.
La oficina jiennense donde está Quesada ronda los treinta trabajadores. “Aquí, si tienes ganas, puedes conseguir muchas cosas”, asegura. Lo dice un hombre cuya jornada laboral es maratoniana: empieza en torno a las ocho y media de la mañana y concluye a la misma hora de la tarde. “Y si das más, pues mejor”, apostilla.
Viajar, comer en coche y llamar a puertas, algunas que no se abren. Ese el camino rutinario de un hombre que ha logrado levantarse tras una caída descomunal.