Quéjense, por favor

Los jiennenses tenemos tendencia a quejarnos por todo, eso sí, delante de la barra de un bar o del puesto de verdura, mientras esperamos nuestro turno.

    25 mar 2015 / 10:56 H.

    También es típico que nos lamentemos ante quien no puede solucionar nuestro problema.  
    Y, les pongo un ejemplo, más de una persona ha venido a contarme a mí, que trabajo en un ayuntamiento, lo mal que lo han atendido en esta o en aquella administración. Que si los de la oficina de empleo no me dan la cita, que si en la Seguridad Social no me hacen caso, que si tengo que llamar a un teléfono que nunca coge nadie. Otra cuestión es que, casi nunca, las quejas se formalizan por escrito. “Las palabras se las lleva el viento”, proclama un dicho popular muy acertado. Nuestras quejas no quedarán registradas, ni llegarán a la persona adecuada, si no las ponemos negro sobre blanco y las presentamos en el organismo en cuestión. De esta forma, las malas prácticas perduran en el tiempo y, los que están arriba, creen que todo va bien.  
    Y, les voy a poner otro ejemplo, hay trámites con el Servicio de Empleo Estatal (SEPE, antiguo INEM) que solo se pueden hacer por internet o teléfono. Muchas de las personas que reciben prestaciones no saben usar internet, y el teléfono comunica constantemente.  
    La única solución que encuentra la persona desempleada es acudir a otra administración, pongamos ayuntamiento, a que alguien le resuelva el problema o, bien, ir a una gestoría a que le hagan el trámite, pagando, por supuesto. En el primero de los casos, logran descongestionar una administración a cambio de saturar otra. En el segundo, se obliga al parado a hacer un gasto extra, cuando su situación económica no suele ser muy boyante.  
    Probablemente, en las altas esferas, los directores generales de los correspondientes servicios públicos, se estén felicitando por los resultados obtenidos, por el elevado porcentaje de usuarios que utilizan internet para realizar sus trámites o de lo que han reducido el tiempo de espera en las oficinas. Mientras que, los de abajo, se desesperan, sin atreverse a poner su queja por escrito.