Olor a Amurjo en cada brazada de Jennifer Pareja
Los primeros chapuzones de Jennifer Pareja (Olot, Gerona, 1984) a punto estuvieron de ser sus últimas brazadas en una piscina. Cuando apenas sobrepasaba el metro de altura, Pareja asistía a clases de natación en el club de su municipio natal y, a los pocos días, le aterrorizaba volver al pabellón donde se sumergía en el agua. Decía que su entrenadora le gritaba y aquello le infligía cierto temor.

Afortunadamente, con fuerza de voluntad y un espíritu competitivo titánico, la de raíces jiennenses —concretamente, de Orcera— es la mejor waterpolista del momento. En efecto, no abandonó el agua.
Manolo Pareja, el padre de la criatura, la motivaba para ello. El hombre no quería que ninguno de sus hijos —son tres hermanos— iniciara el colegio sin saber nadar y, “sin tener ni pajolera idea” —según narra Tània, la hermana de Jennifer—, le instaba a familiarizarse con el medio acuático e, incluso, hacer volteretas. Ahora, son sus rivales las que intentan todo tipo de peripecias para intentar cazarla antes de que su brazo azote goles.
Todos los veranos y fiestas, antes de que su rostro brillara en la plata olímpica de Londres 2012 y el oro mundial de Barcelona 2013, la familia se desplazaba hasta Orcera, un pueblo menudo escondido entre las verdes sierras de Segura, donde solía visitar la piscina de Amurjo, camuflada entre laderas de montaña. “Es el lugar por excelencia para ella”, asegura Antonio Utrera, cuñado de “Jenny” y natural de aquella zona. Le supone un lugar relajado y relajante, que visita a menudo junto a sus amistades para atenuar la tensión de la competición. “No le gusta entrenar cuando está allí, es un lugar, más bien, para disfrutar”, prosigue Utrera, mientras recuerda alguna que otra escena en el paraje. Sin embargo, en lo primero que piensa cuando cruza el país es en visitar a su abuela Nieves, su “Yaya” y una de las responsables de que sus ojos se encharquen, simplemente, al dar un paseo con ella.
Jennifer, que pronto viajará a Buenos Aires para defender la candidatura olímpica de Madrid 2020 junto a otros “desconocidos” como Rafa Nadal, Pau Gasol, Felipe Reyes o Mireia Belmonte, pasea por las calles de Orcera rodeada de “bolis” y libretas que reclaman una firma, una foto o un roce. “Es el ídolo de los niños”, asegura Rocío, otra familiar de la deportista, residente en la población jiennense, que palpa el ambiente después de que los bares se abarrotaran de gritos de ánimo durante el campeonato mundial de Barcelona. “Como si fuera un partido de fútbol”, dice su cuñado, consciente del río mediático que conlleva el balompié y que equidistó ambos deportes fuertemente diferenciados en su economía. Un logro que no se ve, pero se siente con la piel de gallina que eriza a toda una provincia.
Las recompensas hacia esta orcerense de adopción se repiten día tras día de la misma forma en la que creció por las calles de su pueblo materno en épocas donde sus brazos y piernas eran alambres, aunque alambres que ya, desde pequeña, llevaban adheridos metales. Convertida en gigante deportiva, dichos brazos, que destrozan porterías, solo esparcen abrazos en el sur. “Cuento los días para llegar a Orcera y pasar unos días con mi gente”, reconoce Jennifer, cuyas brazadas siempre recordarán a Amurjo.
Antonio Pulido Casas / Jaén Especial en la edición impresa