Nuevas instalaciones del IES Santa Teresa
Nuria Fernández/Jaén. 'Ni siquiera habíamos soñado con este centro'. Lo dice la directora del Instituto de Educación Secundaria Santa Teresa de Jaén, María José Molinos Álvarez, que se estrenó como tal en plena mudanza.
El año pasado, cuando el instituto se albergaba en la antiguo edificio del colegio Santo Domingo, a apenas unos metros, los azulejos del pasillo se desmoronaban a su paso. Ahora, las paredes lucen gresite de distintos colores, según el pasillo, hay calefacción en todas las aulas, aulas específicas para cada asignatura común y un polideportivo que sustituye a las pistas que cedía al centro la Universidad de Jaén para sus clases de gimnasia. Entonces, cuando llovía, los alumnos tenían que continuar sus ejercicios dentro de las aulas comunes. Las seis aulas prefabricadas han pasado a la historia y, por fin, el instituto puede luchar por nuevos proyectos: en unos años será centro TIC (en los próximos días recibirá una partida de ordenadores y pizarras electrónicas) y se esforzará por convertirse en bilingüe.
Los objetivos de años están al alcance de la mano. Y es que la historia del Santa Teresa está llena de dificultades. En 2003, su edificio original fue desalojado en cuestión de días por motivos estructurales de la edificación. Compartieron, entonces, sede con el instituto El Valle para terminar, después, en el antiguo orfanato Santo Domingo, junto al pabellón deportivo de la Universidad de Jaén, donde permanecieron hasta junio del año pasado, y cuyo derribo está previsto para este mes.
“Hubo momentos en los que pensábamos que el instituto iba a dejar de existir”, reconoce la directora, que desde su incorporación al centro en el año 1999 trabaja en el equipo del antiguo director, Pedro Rodríguez López, a quien considera eje de la evolución positiva del instituto. Y es que, en este tiempo, la cifra de 340 alumnos que estudiaban en sus aulas en el año 2000 se redujo hasta los 130 con los que terminó el curso pasado. Lo que salvó el centro fue el profesorado, está convencida. Además de las dificultades del edificio, el instituto Santa Teresa tenía otros handicap: es centro compensatorio, con un aula para niños con parálisis cerebral, y cuenta con un buen número de estudiantes con dificultades personales. “He trabajado en cinco centros distintos a lo largo de mi carrera y puedo asegurar que no he visto tanta implicación por parte del equipo docente como en este”, asevera Molinos. Gracias a ello, y a la intervención de la Administración que, según reiteran Pedro Rodríguez y la actual directora, no ha escatimado en gastos para reparar los múltiples desperfectos que surgían en el viejo edificio o dotarles con material tecnológico de última generación para distintos proyectos, cuentan con un amplio abanico de actividades extraescolares para dar opciones a alumnos que no desean trabajar. Así pudieron mantener sus refuerzos educativos o su Aula de Inversión Lingüística para Inmigrantes (llegaron a tener un 25 por ciento de alumnado extranjero). También el esfuerzo conjunto hizo posible reducir el absentismo de un 18 por ciento hasta el 3 en diez años. La colaboración se ve recompensada ahora que ya no tienen que hacer encajes de bolillos para que no coincidan dos clases distintas en el mismo aula. Además, en un sólo curso, han conseguido pasar de uno a dos grupos en primero de ESO, lo que apunta a que su alumnado se recuperará en los próximos años. Hay ascensores para los alumnos con problemas de movilidad, algo impensable en el edificio que está a punto de ser derruido y pronto presentará un proyecto de estimulación basal, único y pionero en centros públicos andaluces, para su unidad de paralíticos cerebrales que, muy probablemente, saldrá adelante. Por fin, el personal de administración y de conserjería del centro tiene un espacio propio y los profesores y directivos sus despachos.
Los estudiantes también están contentos. “Nos reímos, porque al preguntarles sólo dicen ‘el centro es guay, pero nos perdemos en los pasillos”, cuenta la directora.