Mayra gómez Kemp: “La televisión y el gobierno es el que nos merecemos”
—Presentadora de “Un, dos, tres...”, una de las componentes del “Trío Acuario”, habitual en la radio y, además, autora del libro “Hasta aquí puedo leer”. Últimamente, también da conferencias y, además, la nombran madrina del Aula de Experiencia de la Universidad Internacional de Andalucía. ¿Cómo explica tanta actividad y tan variada?
—He hecho hasta circo. Es que llevo un año lleno de sorpresas agradables. Cuando me lo comunicaron, me impresioné. Además: !Antonio Machado! Su poesía y su historia me maravillan, creo que gasté el disco de Serrat en el que canta sus versos. Yo les preguntaba que si de verdad me querían a mí. Estoy encantada de estar aquí y, además, esta es una ciudad inesperada de lo hermosa que es. No la conocía, había oído hablar de ella, pero no me imaginaba estas piedras tan maravillosas, con su Catedral... una gran sorpresa.
—¿La televisión en la que trabajaba, es la misma que la de ahora? A veces, se transmiten valores un poco cuestionables.
—No metamos a todos en el mismo saco y también creo que la televisión, o el cine o lo que sale en las noticias es el reflejo de lo que somos. Nos hemos instalado en la cultura del pelotazo, en la que se cree que el dinero público no es de nadie. Tenemos que hacer una profunda reflexión.
—Aún así, ¿no cree que habría que revisar algunos programas de televisión?
—Hay un invento maravilloso, el mando a distancia. Cuando no me gusta algo, cambio de canal o mejor todavía, apago. Si la gente hiciera eso más, no habría ciertos programas. Es como los gobiernos, tenemos los que nos merecemos, no es una dictadura.
—¿E implica responsabilidad que le encarguen ser un ejemplo para animar a tener una experiencia universitaria a personas que no pudieron estudiar?
—Me siento una privilegiada. Es importantísimo que la gente no se olvide de la aventura de saber por ti, por su satisfacción. Soy de las que de niña odiaba los domingos, me encantaba ir a clase. Hay tanta gente que no pudo acceder a una educación superior, porque se casaban o tenían que trabajar... A los españoles se nos olvida, y fue anteayer, que vivimos una dictadura de cuarenta años en la que estuvimos muy reprimidos. Y rápidamente, se hizo la transición y llegó la educación obligatoria, gratuita, con acceso a libros. La sociedad se modernizó en muy poco tiempo y ahora me parece maravillo que una persona pueda acceder a una educación que se perdió, llenar este vacío.
—¿Qué le diría al que no se atreve a dar el paso?
—Tengo el ejemplo en casa, mi hermana no pudo ir a la Universidad, comenzó a trabajar y aprendió contabilidad así. Con unos treinta años de experiencia, anunció que iba a dejar el empleo y ponerse a estudiar. Le dijimos que estaba loca y menos mal que no nos hizo ni caso. Cuando se sacó su título, a pesar de tener más de 50 años, con su experiencia y la formación, se la rifaban. En la empresa por favor le pidieron que siguiera un poco cada día, una vez que se jubiló. En cuanto a mí, me he prometido a mímisma que, cuando solo tenga una revisión anual, volveré a estudiar Filosofía. Lo tuve que dejar, porque tenía que estudiar Comunicación, no había dinero para más.
—Y que me puede decir de esta etapa de conferenciante, porque son ya varias las que lleva. ¿Le sorprende esta faceta?
—Me sorprende mucho (risas). Hice una en Oviedo, esta en Baeza y tengo una pendiente en Fuengirola y otra en Teruel. Creo que se une que soy una persona pública, pero con credibilidad, con una trayectoria sin fisuras y que he tenido que la valentía de salir a hablar de ciertas cosas. Creo que influye y que llegas a una edad que tienes cosas que contar, a los veinte años, poco tienes que contar.
—¿Fue muy complicado elaborar sus memorias?
—Cuando escribí mis memorias tuve que elegir entre escribir la verdad o Mayra en el país de las maravillas. Elegí mi verdad, por supuesto, hay cosas que no he contado. Imagina que, después de cuarenta años en los medios de comunicación, he visto muchas cosas, pero si no tenían que ver directamente conmigo, he callado sobre ellas. Hoy, a algunos les faltaría tiempo para ir a contarlo, pero bueno...
—Y de esta revisión de su vida, ¿qué es lo que más le costó recordar y que es lo mejor?
—Lo más doloroso fue revisar una parte de mi niñez y mi primera juventud. Al hacerlo, pude poner en su sitio aspectos que no estaban ordenados. Me di cuenta que aquello que parecía una tragedia, no es para tanto. Otra cosa complicada fue contar mi lucha contra el cáncer, porque lo quise hacer de una forma digna y no morbosa. Pensé que, según lo afrontara, podría ayudar o no a otras personas que pasaran por algo similar y creo que lo conseguí, al hacerlo con normalidad, honestidad y dignidad. Lo demás, lo de la carrera y demás son anécdotas. Mi balance es que he sido y soy una privilegiada, a muy poca gente se le ha dado la oportunidad de vivir tantas cosas y vivirlas bien y de llegar a sitios a los que no se había llegado antes.
—He hecho hasta circo. Es que llevo un año lleno de sorpresas agradables. Cuando me lo comunicaron, me impresioné. Además: !Antonio Machado! Su poesía y su historia me maravillan, creo que gasté el disco de Serrat en el que canta sus versos. Yo les preguntaba que si de verdad me querían a mí. Estoy encantada de estar aquí y, además, esta es una ciudad inesperada de lo hermosa que es. No la conocía, había oído hablar de ella, pero no me imaginaba estas piedras tan maravillosas, con su Catedral... una gran sorpresa.
—¿La televisión en la que trabajaba, es la misma que la de ahora? A veces, se transmiten valores un poco cuestionables.
—No metamos a todos en el mismo saco y también creo que la televisión, o el cine o lo que sale en las noticias es el reflejo de lo que somos. Nos hemos instalado en la cultura del pelotazo, en la que se cree que el dinero público no es de nadie. Tenemos que hacer una profunda reflexión.
—Aún así, ¿no cree que habría que revisar algunos programas de televisión?
—Hay un invento maravilloso, el mando a distancia. Cuando no me gusta algo, cambio de canal o mejor todavía, apago. Si la gente hiciera eso más, no habría ciertos programas. Es como los gobiernos, tenemos los que nos merecemos, no es una dictadura.
—¿E implica responsabilidad que le encarguen ser un ejemplo para animar a tener una experiencia universitaria a personas que no pudieron estudiar?
—Me siento una privilegiada. Es importantísimo que la gente no se olvide de la aventura de saber por ti, por su satisfacción. Soy de las que de niña odiaba los domingos, me encantaba ir a clase. Hay tanta gente que no pudo acceder a una educación superior, porque se casaban o tenían que trabajar... A los españoles se nos olvida, y fue anteayer, que vivimos una dictadura de cuarenta años en la que estuvimos muy reprimidos. Y rápidamente, se hizo la transición y llegó la educación obligatoria, gratuita, con acceso a libros. La sociedad se modernizó en muy poco tiempo y ahora me parece maravillo que una persona pueda acceder a una educación que se perdió, llenar este vacío.
—¿Qué le diría al que no se atreve a dar el paso?
—Tengo el ejemplo en casa, mi hermana no pudo ir a la Universidad, comenzó a trabajar y aprendió contabilidad así. Con unos treinta años de experiencia, anunció que iba a dejar el empleo y ponerse a estudiar. Le dijimos que estaba loca y menos mal que no nos hizo ni caso. Cuando se sacó su título, a pesar de tener más de 50 años, con su experiencia y la formación, se la rifaban. En la empresa por favor le pidieron que siguiera un poco cada día, una vez que se jubiló. En cuanto a mí, me he prometido a mímisma que, cuando solo tenga una revisión anual, volveré a estudiar Filosofía. Lo tuve que dejar, porque tenía que estudiar Comunicación, no había dinero para más.
—Y que me puede decir de esta etapa de conferenciante, porque son ya varias las que lleva. ¿Le sorprende esta faceta?
—Me sorprende mucho (risas). Hice una en Oviedo, esta en Baeza y tengo una pendiente en Fuengirola y otra en Teruel. Creo que se une que soy una persona pública, pero con credibilidad, con una trayectoria sin fisuras y que he tenido que la valentía de salir a hablar de ciertas cosas. Creo que influye y que llegas a una edad que tienes cosas que contar, a los veinte años, poco tienes que contar.
—¿Fue muy complicado elaborar sus memorias?
—Cuando escribí mis memorias tuve que elegir entre escribir la verdad o Mayra en el país de las maravillas. Elegí mi verdad, por supuesto, hay cosas que no he contado. Imagina que, después de cuarenta años en los medios de comunicación, he visto muchas cosas, pero si no tenían que ver directamente conmigo, he callado sobre ellas. Hoy, a algunos les faltaría tiempo para ir a contarlo, pero bueno...
—Y de esta revisión de su vida, ¿qué es lo que más le costó recordar y que es lo mejor?
—Lo más doloroso fue revisar una parte de mi niñez y mi primera juventud. Al hacerlo, pude poner en su sitio aspectos que no estaban ordenados. Me di cuenta que aquello que parecía una tragedia, no es para tanto. Otra cosa complicada fue contar mi lucha contra el cáncer, porque lo quise hacer de una forma digna y no morbosa. Pensé que, según lo afrontara, podría ayudar o no a otras personas que pasaran por algo similar y creo que lo conseguí, al hacerlo con normalidad, honestidad y dignidad. Lo demás, lo de la carrera y demás son anécdotas. Mi balance es que he sido y soy una privilegiada, a muy poca gente se le ha dado la oportunidad de vivir tantas cosas y vivirlas bien y de llegar a sitios a los que no se había llegado antes.
