“Mariposas en el estómago” tras cincuenta años de unión
Los divorcios y las separaciones están “a la orden del día”. De acuerdo con los últimos estudios del Instituto Nacional de Estadística, la duración media de los matrimonios, hasta la fecha de la sentencia que certifica su ruptura, es de 15,5 años. Además, 3 de cada 10 divorcios se producen pasadas las 2 décadas de casados y 2 de cada 10, en uniones de entre 6 y 10 años. Por ello, ver a un matrimonio feliz después de 50 años de darse el “sí quiero” es algo que, hoy en día, llama la atención. Y en Martos hay un claro ejemplo de ese amor que perdura con el paso del tiempo.

José Olmo Rodríguez, de 79 años, y Amparo Fernández Carreras, de 73, son, precisamente, ese ejemplo. Acaban de celebrar sus bodas de oro en la iglesia de San Amador. “Es algo maravilloso”, aseguró la marteña, que es camarera del patrón. “Estábamos muy emocionados. No tenemos hijos, pero creo que no habrá padres que se hayan sentido tan arropados como nosotros en este día”, explicó. Y es que sus sobrinos, a los que quieren como hijos, y sus resobrinos, a los que adoran como si fueran sus nietos, lo planearon todo y una sorpresa se sucedió tras otra. En la parroquia, no faltó un detalle, hasta la música de un violinista, y hubo un regalo muy especial, ya que, entre todos los ramos que recibió Amparo, la junta directiva de la Cofradía de San Amador le obsequió con uno de cincuenta rosas rojas, por sus cincuenta años de matrimonio.
Este matrimonio marteño tiene clara cuál es la “clave” de la felicidad entre las parejas: “Siempre debemos estar unidos, ser comprensivos los unos con los otros y el respeto también es importante. Y nunca debe faltar la ilusión”, apuntó la mujer, que añadió que, por fortuna, la felicidad nunca se fue de su casa. Y, aunque se casó el 2 de mayo de 1964, fueron novios desde 1960. “Estuvimos 4 años de novios, también muy felices. Por lástima, hoy veo que no todas las parejas tienen esa misma ilusión”, consideró. Como anécdota, contó que los padres, como marcaba la época, no los dejaban salir solos, así que tenían que conformarse con verse siempre acompañados.
José Olmo, conocido también por trabajar de conserje en el Casino Primitivo hasta su jubilación en 1992, se mostró emocionado de poder celebrar las bodas de oro y orgulloso de que ambos, después de tantos años juntos, todavía sientan “maripositas en el estómago” con una simple mirada.