María Dolores Alcalde Molina: “El médico de Familia no solo receta; escucha al paciente”

Cuenta que, “hasta hace poco tiempo”, llevaba en el maletero del coche una bolsa de aseo y sábanas porque no sabía a dónde la iban a destinar, ni qué tendría para dormir. Con casi dos décadas de trayectoria como médico de familia y después de “muchos tumbos”, desde 2010, María Dolores Alcalde dirige el Centro de Salud Virgen de la Capilla de la capital. Una gestión no siempre fácil que compagina con el ejercio de una profesión de la que se confiesa enamorada por el contacto estrecho que implica entre médico y paciente.

25 oct 2015 / 09:47 H.


—¿Cuándo decidió que quería dedicar su vida a la Medicina?  
—Cuando estudiaba COU, había 4 ramas de estudio y yo opté por la biosanitaria, porque era la que más me gustaba. Una vez que terminé, tenía tres carreras en pensamiento: Farmacia, Química y Medicina. En mi familia no hay tradición, no había ningún médico, pero, dentro de las tres posibilidad, era la que más me gustaba y, si volviera a elegir, optaría de nuevo por Medicina.

—¿Por qué médico de Familia?  
—La alternativas que tenía eran medico de familia o cirugía. En la facultad, de hecho, fui alumna interna del Servicio de Cirugía y me gustó. Pero me lo planteé y, como la Medicina de familia abarca todos los aspectos, me interesó más.

—¿Cuántos años de ejercicio tiene ya a su espalda?  
—Yo pertenecí a la última promoción que cursó primero de Medicina en el Campus Universitario de Jaén, que, luego, pasábamos en segundo a Granada. Empecé en 1989 la carrera. Me presenté al MIR. Lo hice en 1996, que eran tres años de médico de familia y desde entonces estoy trabajando. He dado muchos tumbos, sobre todo, en la provincia de Jaén y Ciudad Real, hasta llegar a este centro de salud.

—En su opinión, ¿qué es lo más grato de su profesión?  
—La continuidad asistencial. El contacto con el paciente y, sobre todo, con la familia. Lo más gratificante es valorar íntegramente al paciente dentro de su familia.
—En casi veinte años de ejercicio, ha tenido que ver muchos casos. ¿Hay alguno que recuerde con especial cariño?  
—Sí, a lo largo de tanta trayectoria, hay muchísimos casos. Algunos, alegres y también historias personales y familiares muy tristes. Recuerdo el caso de un paciente con 40 años que me consultó por unos síntomas inespecíficos y, al final, llegamos al diagnósitco de una esclerosis lateral. El resultado fue malo porque falleció. De esto hace casi diez años y, ahora, me encuentro a la mujer, nos saludamos por la calle y me da alegría porque, durante ese episodio, tuve la satisfacción de poder acompañar a la familia y de seguir el tratamiento y la evolución del proceso.

—El médico de familia se convierte en un amigo, un confesor, ¿no?  
—Es el referente del paciente y de la familia. Muchas veces, el motivo de consulta que nos plantean lleva asociado muchas situaciones personales y familiares. El objetivo del médico de familia es descubrirlas y explorar las expectativas, los miedos, tanto del paciente como de su familia y, muchas veces, nos convertimos, efectivamente, en una persona de referencia. A lo mejor el paciente no puede contarle nada a su familia de un problema de salud y acude a su médico. También ahora, en esta época de crisis económica, lo estamos notando. Han cambiado un poco los motivos de consulta y tenemos muchas más patologías de trastorno del ánimo y la actuación del medico de familia ahí no consiste en recetar un tratamiento, sino en escuchar y en animar al paciente.

—¿En qué porcentaje ha cambiado el motivo de las consultas?  
—No puedo dar un porcentaje, pero los principales motivos ahora vienen dados por la crisis. Las familias están pasando bastantes dificultades y eso se traduce en problemas de salud. La gente está más nerviosa, triste, apática, irritable, con insomnio y repercute sobre ellos y sobre sus familias.

—Dice que el médico de familia tiene que explorar los miedos del paciente y de su familia. ¿Quién se ocupa de los del médico de familia?  
—Bueno, es complicado (ríe). A nosotros nos tiene que cuidar nuestra empresa y nos cuidamos nosotros mismos. Intentamos aprender a no llevarnos los problemas a casa.

—¿No hay ningún curso?  
—(Ríe) No hay ningún curso, ni terapia, ni medicina. Es la experiencia la que hace que, cuando salimos de la consulta, no nos llevemos a casa las vivencias que tienen los pacientes.

—¿Cuánto lleva al frente del Centro de Salud Virgen de la Capilla?  
—Tras dar muchos tumbos, en 2009 llegué aquí como médico de familia y, en 2010, la Gerencia del Distrito Sanitario me ofertó quedarme en la dirección y lo acepté como un reto personal.

—¿Qué es lo más complicado de esta etapa porque compagina la profesión con la gestión?  
—Actualmente, soy médico de familia y me presento así porque es lo que más me gusta y, cuando termino mi labor asistencial, que no tengo ninguna reducción de jornada, me dedico a la gestión del centro. Lo más difícil en estos años es aprender de qué va la gestión, que para eso sí hay cursos. El distrito me formó en gestión clínica. Y, en los últimos años, gestionar la crisis económica, que también nos ha afectado. Tenemos una falta, sobre todo, en la cobertura de las sustituciones. Están un poco paradas.

—¿Ese es el único efecto de la crisis sobre la sanidad?  
—Sí. Atención Primaria es la puerta de entrada del paciente al sistema y, aunque la crisis económica es dura y afecta a todo, no está repercutiendo en la calidad de la asistencia. No ha decaído. Tenemos buenos profesionales y sabemos que, cuando el paciente pide cita, es porque realmente tiene un problema y necesita ayuda.

—Como directora del Centro de Salud, ¿qué le pide al Sistema Andaluz de Salud?  
—Todo es mejorable en la vida, pero lo que reivindico son recursos humanos, porque los materiales están más que cubiertos y la calidad es la misma.

—¿Qué capital humano gestiona?  
—13 médicos de familia, 3 pediatras, 14 enfermeros, 1 matrona, 1 trabajadora social y 7 administrativos, y 3 auxiliares de enfermería. Este es el segundo centro de salud más grande de la capital en recursos, pero se juntan los servicios de rehabilitación, urgencias, salud bucodental y distrito sanitario.

—¿Le da muchos quebraderos de cabeza la gestión?  
—Sí. Tiene, como todo, sus ventajas e inconvenientes, pero gestionar un centro con tanto personal es complicado, sobre todo, a la hora de cuadrar vacaciones, días de libre disposición, cursos, formación continuada... Pero después del rodaje de estos años y con la colaboración de la coordinadora de Enfermería, que formamos las dos parte del equipo de dirección, lo llevamos bien.

—Acaba de regresar de Haití. ¿Cómo fue la experiencia?
—Intensa. Desde que empecé Medicina, siempre tuve en la cabeza hacer alguna colaboración internacional, pero nunca había llegado el momento. Este año surgió la idea a través de Julio Millán, el sacerdote responsable de la cooperación internacional en Mensajeros de la Paz. Nos propuso a otro médico, Manuel Cobo, y a mí que colaboráramos con ellos. Y me decidí a conocer la realidad de esa población. Emprendimos el viaje el 4 de octubre. Estuvimos 2 semanas en la zona más deprimida del país, en Fonds-Parisien. Un área muy deprimida en la que la población ya no puede perder más. Solo la vida, porque no tienen agua, luz, casas y son familias desestructuradas. Nosotros fuimos a tratar de solucionar las patologías agudas que nos planteaban.

—¿La María Dolores Alcalde que dejó Jaén el 3 de octubre y la que ha vuelto es la misma?  
—Es la misma, lo que pasa es que ha crecido como persona y como profesional. Estoy digiriendo física y mentalmente lo que he vivido. Te das cuenta de que hemos tenido una suerte tremenda de nacer donde lo hemos hecho y tendríamos que plantearnos no quejarnos tanto y valorar muchísimo lo que tenemos.

—¿Qué retos se plantea?  
—En Medicina tenemos que estar continuamente reciclándonos. Mi reto profesional es estar al día y seguir ofreciendo mis conocimientos científicos y mi formación a los pacientes que acuden a mí.