Magia jiennense en el Thyssen

Diana Sánchez /Jaén
El Museo Carmen Thyssen, que ayer se inauguró en Málaga,  cuenta con el mágico trabajo del arquitecto jiennense Javier González. Con su compañero Rafael Roldán, el profesional no solo diseñó el conjunto de la pinacoteca sino que restauró el corazón del centro cultural: el Palacio de Villalón.

    25 mar 2011 / 11:48 H.


    La arquitectura se pone al servicio de la pintura y viceversa en el nuevo Museo Carmen Thyssen-Bornemisza que ayer abrió sus puertas al público en Málaga. El proyecto, promovido por la baronesa, cuenta con el fino trabajo de dos arquitectos: el jiennense Javier González y el malagueño Rafael Roldán que han hecho posible que las 230 obras de la coleccionista de arte encuentren el lugar perfecto en la capital de la Costa del Sol. Como si de la Bestia del clásico de Disney se tratara, ambos profesionales descubrieron en el Palacio Villalón, (matriz del museo) un tesoro en su interior. Y es que, en mitad de una zona bastante degradada de la ciudad, este edificio, datado del  siglo XVI, era en sí una joya arquitectónica. “Nuestra actuación fue casi de cirugía. Una vez que se pone en valor la construcción, la intervención nos obligaba a expropiar otros inmuebles de la calle Mártires”, explica el jiennense. Descubierto el edificio diana la sorpresa fue comunal, ya que esa construcción que pasaba desapercibida a quienes paseaban por la zona, era todo un palacio. Construido en el siglo XVI, y restaurado en el XVIII, en el barroco, este edificio sufrió una aberración en los años cincuenta. “Se adaptó para un uso comercial y se eliminó cualquier vestigio histórico que tuviera referencias de modernidad de la época, con vistas de futuro y avance”, indica González. Por eso encontraron un patio interior forjado, columnas hormigonadas, la portada renacentista del palacio picada para dejarla al nivel de la portada principal y forrada de gresite azul. “Queríamos llegar al origen del edificio para reconstruirlo y poner en valor todo lo que había sido en su época”, comenta el arquitecto.
    Restaurado el palacio de Villalón y sus alrededores, González y Roldán crearon toda una zona de nueva planta en la que se alberga el cuerpo principal de la exposición. “El edificio se adapta en proporciones creando un lenguaje muy claro, sencillo y reconocible para albergar la colección de la baronesa”, resalta el jiennense. De ahí que la estructura de las salas busquen la funcionalidad, para potenciar la propia obra de arte. La colección se exhibe en diferentes plantas en función del tema. En la baja se ubican las obras de paisaje romántico y el costumbrismo; en la primera, el preciosismo y el paisaje naturalista; la segunda está dedicada al fin de siglo y a la modernización de la pintura española; en la tercera planta se celebrarán las exposiciones temporales —la primera será De Picasso a Tàpies—. Uno de los rincones más selectos del museo es la sala Maestro antiguos, que reúne una decena de obras de tema religioso anteriores al XIX.
    La peculiar luz de la ciudad es una de las premisas que orientó a los arquitectos a la hora de diseñar el museo. “Pretendíamos recuperar esa luz, pero controlándola en las salas, para que, sin que moleste a la obra pictórica, se mantuviera como un elemento más del edificio”, indica Javier González, quien subraya el efecto que supone de relajación al visitante una vez que pasa de una sala a otra.
    Un cuento en el que gracias  al hada madrina (Carmen Thyssen) y el amor de los arquitectos se ha conseguido alzar un hermoso cisne para dar cobijo a grandes tesoros de la historia del arte.