Los personajes anónimos.- María del Carmen Almazán Muñoz.- "De Benatae y muy de Benatae"
José Rodríguez Cámara / Jaén
Tiene 46 años, se llama María del Carmen Almazán Muñoz y es, como dice ella, “nacida y criada en Benatae”. Esta emigrante tuvo que irse del pueblo, como muchos andaluces, en los 70 del siglo pasado. JAEN le brindó un reencuentro único con su tierra el 21 de agosto de 2010.
Tiene 46 años, se llama María del Carmen Almazán Muñoz y es, como dice ella, “nacida y criada en Benatae”. Esta emigrante tuvo que irse del pueblo, como muchos andaluces, en los 70 del siglo pasado. JAEN le brindó un reencuentro único con su tierra el 21 de agosto de 2010.
A María del Carmen Almazán Muñoz se le quiebra menos la voz al hablar de su pueblo que al relatar el día en el que, según ella, volvió a nacer. Y es que, en sus prioridades emocionales, Benatae es lo primero y eso que su vida está llena de experiencias. La más impactante, su “resurrección”. El 28 de octubre, cuando vivía en Villarta, un pequeño municipio de la provincia de Cuenca, donde le llevó uno de los derroteros de su existencia, se cayó desde una ventana cuando pedía a unos niños que no gritaran tanto, en una boda a la que asistió como invitada. Se golpeó contra el suelo, tras precipitarse desde dieciséis metros de altura, se fracturó el cráneo, dos costillas y varios huesos más. Lo más sorprendente, aclara, es que, en quince días, ya estaba recuperada. Pero al recordar las fiestas de su pueblo o la infancia con sus padres y hermanos se emociona más. “Soy de Benatae, criada en Benatae, muy de Benatae”, dice con todo el orgullo que es capaz de expresar.
Por eso, que Diario JAEN le diera la oportunidad de celebrar el “Homenaje al emigrante nabero”, el 21 de agosto de 2010, está entre las cosas más importantes que le han ocurrido en la vida. La fiesta, el tercero de los desafíos cumplidos en la campaña “12 retos x 12 meses”, le permitió reunirse con familiares y amigos a los que, como aclara, extraña constantemente. “Todos los días llamo a mis padres, Antonio y Natividad, y, al menos, procuro viajar una vez al año”, deja claro María del Carmen Almazán que no oculta que, gracias a ello, aunque sea en la distancia, encontró el equilibrio necesario para recorrer los distintos destinos a los que le llevó su vida laboral. Para “llevar dinero a su casa” se marchó a trabajar a un balneario de lujo, en el municipio catalán de Caldes de Montbui. Allí tenía que fregar el salón, hacer las camas y estar de guardia en el bar. En Cataluña también sirvió en la casa de una familia acomodada y, de las veinte mil pesetas que ganaba, quince mil las enviaba al pueblo. Por Benatae, de hecho, dejó este trabajo, ya que la mujer que la contrató le ponía pegas para ir a su casa.
Pasó por Cuenca, en un pueblo que no le gustaba. “A su lado, Benatae era la capital, y encima era mucho más feo”, ejemplifica. También estuvo empleada en Marina D’Or, cuando este complejo de vacaciones ni siquiera estaba de moda, y, como buena profesional de la hostelería, su trabajo la llevó a Castellón y, finalmente, a Torrenueva, en Alicante, donde reside actualmente y disfruta de su pareja y sus amigos.