Los huesos de Cervantes

La manía es una obsesión que si no se cura a tiempo puede provocar una locura irreversible. Esto le está pasando a los empeñados en sacar los huesos de Cervantes de donde descansan en paz, con el fin de exponerlos ante las curiosas y bobaliconas miradas de los turistas, ávidos de entusiasmarse por cualquier tontería. Si Cervantes levantara la cabeza y vieran a estos buscadores de huesos, cogería su lanza y los atravesaría como carne en el pinchito moruno. Tanto malandrín y follonero en quebrantar la paz de los muertos merecen ser manteados por los brutos del lugar, o amarrados con cuerdas en las aspas del molino si el aire es favorable para que den más vueltas que un mulo en una noria. No se merece tanto atropello óseo nuestro ilustre y cultísimo autor de la novela caballeresca, surrealista y realista más leída en medio mundo y parte del otro medio. Otro tanto han querido hacer con los huesos de Lorca. Hasta cambiar a nuestro Antonio Machado de la sepultura francesa a otra española se le ha ocurrido a unos lumbreras pazguatos y catetos, aunque, pensándolo bien, tiene menos luces que un candil sin aceite ni torcía.

    27 may 2015 / 14:16 H.