“Los gobiernos de Europa y África deben explicar que aquí ya no está el paraíso”

Amadou salió de Senegal siguiendo el camino marcado por varios de sus hermanos. Antes pasó su infancia entre la aldea senegalesa donde vivía su familia y la capital del país, Dakar. La infancia de Amadou Fall estuvo marcada por las penurias de una zona pobre donde solo se vivía de la agricultura. Sus padres, Elhadji-Keba y Khady, trabajaban en el campo. Allí vivió Amadou una infancia muy parecida a la de muchos niños aquí. Aire libre, juegos y, en su caso, aprovechando el calor sofocante de las tardes africanas, salía de caza con un puñado de amigos. Con los perros y el conocimiento del terreno cazaban perdices y conejos. Eran batidas sofocantes que compartió muchas veces con Boubacar y Aliou, dos de sus camaradas en las tórridas jornadas de caza. Ellos se quedaron en Senegal. Ahora uno tiene un comercio y el otro es electricista. Amadou, tutelado por su hermano mayor, se fue a vivir y a estudiar a Dakar y tras varios años decidió que su camino conducía a Europa. El joven Amadou había iniciado sus estudios de Derecho, pero él tenía otros planes. La mirada despierta, el corazón dispuesto a descubrir el viejo mundo y el precario presente de Senegal fueron determinantes. Ahora, ya asentado en Europa, mira al sur y siente una sensación entre tristeza y esperanza. No entiende muchas de las cosas que pasan allí ni la forma de interpretarlas aquí. Es feliz en Jaén porque uno es feliz donde sabe que lo quieren, y a él aquí lo quiere mucha gente.

—¿Cómo llegó a España?
—Salí de Senegal, pero no llegué primero a España. Antes estuve en Italia, con uno de mis hermanos. Afortunadamente, yo pude viajar con visado y no tuve que sufrir las dificultades y el peligro que pasan otras personas para llegar aquí. Una vez en Italia, mi hermano me puso en contacto con un primo nuestro que vivía en Jaén. Mi primo nos habló de un trabajo que se podía hacer aquí: coger la aceituna. Yo no sabía lo que era eso, pero vine. Al principio todo era muy extraño, yo no tenía ni idea de ese trabajo. Me fui fijando y poco a poco me integré con la gente y cumplía con mi función. Creo que el hombre que nos contrató estaba contento. Al llegar había mucho trabajo para nosotros porque, entonces, ya la gente de aquí casi no quería ir a coger aceituna y eso nos favorecía. Sin embargo, en unos años, la crisis hizo que otra vez los de aquí volvieran a este trabajo. A partir de ahí tuve que mirar otra cosa.

—¿Qué le hizo venir a Europa?
—Yo estudiaba en Dakar. Mi hermano me pagaba los estudios y no era una situación mala, pero, como todos, a mí también me llegó esa noticia de que Europa era el paraíso y hubo un momento en que lo fue. Sin embargo, todos aquí lo sabemos, la cosa ha cambiado y la situación es muy mala. No se parece a lo que pensábamos desde allí y a lo que ahora siguen pensando. La verdad es que es muy difícil hacer entender a la gente que vive allí en muy malas condiciones, que aquí no es fácil sobre vivir y que esto no se parece a lo que ellos imaginan. Me resulta muy duro ver las imágenes de las personas que se suben a un barco y se juegan la vida, mujeres, niños. Es más duro porque sé que aquí no está el paraíso como creíamos. Debe haber más sensibilidad y creo que los gobiernos, aquí y allí, deben informar para que se sepa lo que pasa. Es cierto que allí la vida está fatal, pero es que ahora, aquí, tampoco está bien. Incluso aquí está más complicada porque en África hay una idea diferente de la familia, allí la familia es de otra manera, es muy grande y siempre tienes un techo y comida, aunque no sea tu casa, te lo dan. Aquí si no tienes un lugar y comida no puedes meterte en una casa cualquiera si no te invitan. Es muy complicado pero, no, Europa ya no es el paraíso.

—Al final la crisis es para todos…
—Bueno lo de la crisis hay que entenderlo de diferente manera. Aquí ahora las cosas están muy mal para los españoles y, claro, para nosotros peor. Sin embargo yo siempre he vivido en crisis. He nacido en crisis. En mi tierra siempre ha sido muy difícil vivir, tener la vida resuelta. Nosotros no conocemos otra cosa que la crisis. Esa es la razón por la que la gente se juega la vida en el mar. Sin embargo, en España y en Europa los problemas son diferentes y solo son desde hace unos años. No es lo mismo la crisis de aquí que la de allí. Si viajas y ves cómo se vive en otros lugares, comparas y sabes que eres afortunado. Lo que pasa es que ahora aquí no hay para todos y eso deben saberlo en el otro lado. Insisto en que es complicado de explicar porque es como si hubiera una puerta cerrada y no sabes lo que, de verdad, está pasando en el otro lado.

—¿Ha notado el racismo? ¿Somos racistas en Jaén?
—Creo que no. Puede que haya, pero yo no lo he notado. Sé que en otras partes algunos amigos han tenido problemas, pero yo no he tenido ninguno. Al contrario, es más, creo que la gente de Jaén tiene algo de africana o la gente africana algo de Jaén. Te vas a otra ciudad y las personas son más cerradas y menos cariñosas. Aquí en Jaén son simpáticos, te tratan muy bien, se ríen mucho y te hacen sentir como en casa. Eso, lo sé, no pasa en otros sitios y esa es la razón por la que yo me siento muy bien y veo muchos parecidos con la forma de ser de los africanos. La vida aquí es alegre y, pese a los problemas de cada uno, siempre te reciben bien y te hablan con respeto. El respeto y la amabilidad de los jiennenses y de los africanos son muy parecidos, como dos pueblos hermanos.

—¿De dónde le viene su afición al fútbol?
—Afortunadamente, he nacido en una familia futbolística, tengo muchos motivos para que me guste el fútbol. De pequeño, con mis amigos, he jugado mucho al fútbol. Como todos los niños en todas partes, pero, además, tengo dos hermanos que están ligados al fútbol. Uno es agente FIFA y vive y trabaja en los países escandinavos, en Inglaterra y hasta en China. Tiene jugadores en equipos importantes y conoce bien aquel mercado. Tengo otro hermano que ha jugado al fútbol en Mónaco, en Francia y ha terminado en Qatar. Ha sido internacional por Senegal y la verdad es que él me ha enseñado mucho del fútbol y he disfrutado mucho con él viendo fútbol y conociendo cosas del fútbol y haciendo amigos futbolistas. Creo que en eso soy afortunado.

—¿Cuándo empezó a hacerse hincha del Real Jaén?
—A mí me gusta mucho el fútbol y sabía que en Jaén había un equipo, pero tenía muy poca relación con el club y ni siquiera iba al campo. Un día, por casualidad, conocí a un jugador del Real Jaén, un portero, Dani Hernández, y a partir de ahí hicimos amistad. Él me invitó al fútbol varias veces, me daba entradas y me fui aficionando, me hice seguidor de Real Jaén. En una ocasión yo estaba comiendo en un restaurante y me sonó el móvil. El tono de mi móvil era el himno del Real Jaén y, cuando sonó el himno, un señor se acercó a la mesa y me preguntó que cómo era que yo tenía el himno del Jaén en el teléfono, se extrañó. Le conté que yo iba al campo y que a mí me gustaba mucho el Real Jaén. Este señor era Carlos Sánchez, presidente del Real Jaén. Desde entonces tuvimos una buena relación, se portó muy bien conmigo, viajé con él a ver al equipo y siempre me ayudó en todo lo que pudo, como un padre. Le estoy muy agradecido por el cariño.

—¿Qué le parece el Real Jaén de esta temporada?
—Esta temporada ha sido muy mala. Creo que la gente no está contenta con el equipo y con cómo ha jugado. No sé cual ha sido el fondo del problema. Estoy en la calle y oigo muchas cosas, pero desconozco lo que ha pasado para que el equipo haya terminado así. Creo que el Real Jaén tiene algunos jugadores muy interesantes y que no debiera haberlo pasado tan mal. Había mucha alegría a pesar del descenso y muchos socios. Claro que como habíamos disfrutado tanto la temporada anterior, la cosa ha sido más chunga. Fue una pena descender habiendo hecho una buena temporada en Segunda A. De todas formas hay que tener esperanza y ver qué hace el equipo la próxima temporada. Yo siempre soy optimista y confío en los jugadores.

24 may 2015 / 19:09 H.