Linares. El cementerio se llena de vecinos dispuestos a honrar a sus difuntos

Mariela Soriano / Linares
Calles y patios del cementerio registran, durante estos días, el intenso trasiego de vecinos que, con flores, rinden culto a los familiares y amigos que ya no están. Unas visitas en las que, además, presencian las mejoras que, desde hace tres años, se suceden para mejorar su aspecto. 

    01 nov 2009 / 10:10 H.

    Llega la celebración del día de  Todos los Santos y del de los Difuntos y, con ella, son miles los vecinos que, desde hace varias jornadas, visitan el cementerio. Con ramos de flores, se disponen a honrar y rendir tributo a los familiares y amigos que ya no están, esencia de una tradición cargada de nostalgia y recogimiento.
    Tumbas y mausoleos se presentan totalmente ornamentados y limpios y junto con ellos, las personas que se acercan a los camposantos —que registran un incremento inusitado de visitas con respecto a otros días del año— contemplan las mejoras acometidas durante los últimos años. Entre ellas, destaca la del patio de Linarejos. “Siempre realizamos las intervenciones en función de las necesidades y prioridades. En esta zona, se mejoró y remodeló la iluminación, el tema de las aguas potables y de riego, las farolas, los apliques y el equipamiento, como las fuentes o los bancos, además de eliminar los problemas de accesibilidad e introducir elementos para la seguridad de las personas en las escaleras, por ejemplo”, afirmó el alcalde, Juan Fernández, durante una visita a las instalaciones funerarias.
    Las intervenciones también afectaron al patio de San Antonio, sobre todo en lo que respecta a la pintura y el embellecimiento, e implicaron la creación de una nueva sala tanatorio. De forma aproximada, la inversión de este año ronda los 281.000 para las obras. Fue hace tres años cuando cambió la fórmula de gestión del lugar, el tiempo en el que se ejecutaron las últimas obras que, según manifestó el concejal de Consumo, Francisco Ballesteros, continuarán en los próximos meses y que se suman a las realizadas con anterioridad en los patios de San Diego, con el descubrimiento de un monumento en honor de los represaliados durante la Guerra Civil, o los de San Pablo y San Juan: “Continuaremos con la remodelación y, en este sentido, tenemos previsto mejorar la accesibilidad al patio de San Francisco con unas escaleras y una entrada por la carretera de Jabalquinto. En el caso de Santa Teresa, también se repasarán el pavimento y el barniz que se da al hormigón impreso”, aseguró Ballesteros.
    El de San Sebastián será el siguiente en ser ocupado por los operarios municipales para su adecuación, y así, año tras año, continuarán las mejoras en las instalaciones, a través de saneamientos, imbornales o desagües. “Siempre se harán según las posibilidades que tengamos de invertir en estas obras para tener un cementerio de acuerdo a los tiempos que corren”, dijo el concejal de Consumo.
    Pero, además de ser una celebración en la que se rinde culto y homenaje a los difuntos, también se trata de una fecha muy esperada por los establecimientos hosteleros de la ciudad, que, desde hace días, preparan con mimo y esmero los dulces típicos de esta festividad, entre los que se encuentran los huesos de santo o los buñuelos, entre otros muchos postres con los que disfrutar, de una forma diferente, de la tradicional celebración.
    una joya arquitectónica. Otra necrópolis que acogerá la visita de los vecinos e interesados en adentrase en la historia de la ciudad será la inglesa, una pieza clave que se suma al legado de los vestigios mineros que se encuentran repartidos por el territorio. Muchos fueron los extranjeros, sobre todo de origen británico, que llegaron con la intención de hacer negocio en la época de máximo apogeo de la minería, con una tecnología desconocida aquí y que agilizaba la forma de trabajo, como la Cornish. Su estancia permitió acometer gran cantidad de mejoras laborales entre las personas que vivían de la actividad industrial, además de una importante labor cultural, educativa, benéfica y religiosa que corría a cargo de sus mujeres. Ahora, sus restos reposan en el cementerio inglés, gestionado y cuidado en la actualidad desde las iglesias evangélicas y que es uno de los tres únicos que se encuentran en la comunidad andaluza.
    El primer enterramiento en este lugar, ubicado en las cercanías del municipal, fue en 1855, para James George Remfry, porque en la España isabelina la ausencia de libertad de religión impedía la sepultura de protestantes en camposantos. Hasta 1957, con la muerte de Pedro Hasselden y Carlota Remfry, se sucedieron los enterramientos y la comunidad luchó por su conservación durante las tres guerras comprendidas en este periodo. Ya en la década de los sesenta, la asamblea de descendientes de evangélicos de la ciudad demandó un lugar en el que descansar dignamente, ya que recibían sepultura en unas condiciones lamentables en lo que se constituyó como el nuevo cementerio, en un rincón denominado El Corralillo, junto a las personas que fueron calificadas como “non gratas” para el régimen franquista. El último descendiente de Hasselden les cedió la propiedad bajo la premisa de que se protegiera y conservara, y en 1968 abrió de nuevo, manteniendo sus costumbres intactas, como el ritual de enterramiento del siglo XIX o la no permisividad para abrir las fosas antiguas, que acogen los restos de anglicanos, evangelistas, luteranos, calvinistas, metodistas o masones.
    Una joya arquitectónica y etnológica que, estos días, abre sus puertas no para rendir culto a los que ya no están, puesto que esta tradición no forma parte de la religión evangélica, sino para que los descendientes de aquellos británicos o de su herencia cultural, así como todas aquellas personas que quieran adentrarse en la historia local, contemplen una construcción que no se parece en nada a las de la fecha, donde la austeridad, a pesar de que, en muchas ocasiones, sus moradores tenían un importante poder adquisitivo, es la nota predominante. Tan sólo el lugar que ocupan los mausoleos y las criptas, muchos de ellos jalonados con inscripciones bilingües, puede determinar la posición privilegiada que tuvieron las personas y familias cuyos restos mortales ahora reposan allí.