Las pistolas del anarquista
Irene Bueno /Jaén
La dictadura franquista estaba en su apogeo y había que borrar cualquier rastro de la existencia de dos pistolas que podían llegar a ser muy comprometedoras. Por eso, acabaron bajo una roca de grandes dimensiones en el subsuelo de una vivienda. Allí han descansado alrededor de medio siglo.

La dictadura franquista estaba en su apogeo y había que borrar cualquier rastro de la existencia de dos pistolas que podían llegar a ser muy comprometedoras. Por eso, acabaron bajo una roca de grandes dimensiones en el subsuelo de una vivienda. Allí han descansado alrededor de medio siglo.
María del Carmen Cortés López, directora de excavación de la firma Oretania Arqueología y la técnico Rosario Lisalde Martínez esperaban que en la excavación en el número 2 de la calle Batería —en el barrio de La Alcantarilla— aparecieran, a lo sumo, restos de canteras de arcilla o de hornos alfareros. Poco podían imaginar que destaparían un secreto bien guardado de la posguerra jiennense.
Bajo una piedra de grandes dimensiones, localizaron dos pistolas de la marca Astra, tres cargadores y más de una veintena de cartuchos. Las investigaciones posteriores han desvelado que, originariamente existía en este terreno una cantera de extracción de arcilla utilizada para la elaboración de productos cerámicos. La responsable de los trabajos explica que, tras la Guerra Civil, se produce la colmatación de la cantera con los escombros de los derrumbes procedentes del inmueble limítrofe arrasado por los bombardeos. Sobre los vertidos, se construye, a principios de los años 40, una vivienda. El espacio en el que se ha producido el hallazgo se dedicó a cuadra. Unos veinte años más tarde, ya en los sesenta, el propietario del inmueble, Rafael Ortega Garcés, un conocido militante de la organización anarquista CNT antes de la llegada de Franco al poder, aprovecha una nueva reforma para deshacerse de las armas.
remodelación. Cortés López explica que en el terreno había unas rocas muy grandes. Algunas de ellas tuvieron que ser demolidas por barreneros para poner el terreno a nivel con el objeto reconvertir la cuadra en cochera. Pues bien, Rafael Ortega Garcés, aprovechando la oquedad de una de estas piedras que quedaría en el subsuelo de su cochera, introdujo en ella las pistolas tratando así de enterrar un secreto que podía llegar a complicarle demasiado la vida.
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