Las mujeres sí y los hombres, también
Desde JAÉN. Estoy de acuerdo en que las mujeres en algunos casos merecen una protección como el que les proporciona el Centro de la Mujer, pues en algunas circunstancias adversas pueden estar en inferioridad de condiciones respecto al hombre; pero también es cierto que en otras muchas ocasiones es el hombre el que está en inferioridad de condiciones.
No se puede acentuar un aspecto sin descuidar el otro. Tanto el hombre como la mujer somos personas humanas y si nos volcamos mucho en que la mujer siempre es la víctima, nos volcamos también mucho en que el hombre es culpable de todo. Yo aquí en esta carta lo que quiero considerar es que la legislación, la protección y las ayudas tienen que ser tanto para uno como para otro. Siempre conviene escuchar a las dos partes. Pues, a veces, culpamos al inocente y damos el premio al culpable. Por ejemplo: Existen crímenes, lógicamente, hay que erradicarlos, estén dirigidos a quien estén dirigidos. En muchas circunstancias se da que el hombre mata a la mujer y al final él mismo se quita la vida, ¿qué ha pasado ahí?, es un terrible suceso que afecta a dos personas humanas; habrá que estudiar el suceso desde ambas partes, no solo desde la perspectiva de la mujer, sino también desde la perspectiva del hombre que se ha suicidado. Es cierto que el hombre, en determinadas circunstancias, es más violento que la mujer, pero también es cierto que la psicología femenina en determinadas circunstancias, no siempre, tiene un poder aterrador. Hay muchas circunstancias en que el hombre privado de libertad por su mujer o privado de argumentos por el dominio psicológico a que está sometido o privado de la ayuda social a la que tiene derecho como todo ser humano, acaba siendo verdugo y víctima. Hoy, si hay un caso “hipotético” de maltrato en una pareja sentimental se culpa al hombre, haya pasado lo que haya pasado y, de esta manera, el hecho recibe el aprobado de toda la sociedad, solo pierde en caso de no ser cierto el hombre; porque, en muchas ocasiones, no se conoce totalmente el problema y se oye exclusivamente el clamor popular, la voz de la calle, que hoy día siempre, o casi siempre, defiende a la mujer en este terreno y acusa al hombre. Por lo tanto, con este comentario, lo que quiero que quede claro es que no podemos mantener una continua lucha de clases: hombre-mujer; esa no es la solución, sino más bien potenciar: el entendimiento mutuo, el respeto, el diálogo, la comprensión, la convivencia en paz, el cariño, el amor, la concordia amable que sabe ceder, los buenos modales, el evitar un clima habitual de: voces, salidas de tono, autoritarismo, violencia doméstica, palabras soeces, insultos. Tenemos que construir una sociedad en la que no sea lo más importante el poder: sea del signo que sea, sino: la comprensión y el entendimiento, y como consecuencia un amor verdadero, especialmente necesario para crear una estructura social muy importante como es la familia, como es el matrimonio, compuesto por un hombre y una mujer que: se aman, se respetan, conviven, se entienden, dialogan, se sienten libres; y como resultado de todo esto llegan a la vida en común en un ambiente de felicidad y prosperidad, además —porque no— lleno de idealismos y de fantasías, y al fin —si Dios quiere— la procreación el mejor signo claro de que el amor ha vencido, ha cuajado y ha dado un bello fruto.
RAFAEL GUTIÉRREZ AMARO