La última cobardía machista

Politicastros, mediocres cargos de libre designación de ilegibles discursos y exasperante pedantería logran el sillón y, ya lo dice el dicho popular: “Si quieres saber quién es Juanillo dale un carguillo”. Sus verborreas traslucen su descreimiento al hablar del “decoro en el vestir” de funcionarios. Un concepto abstracto y difuso, no por ello menos trasnochado y rancio aderezado con ciertas dosis de mentiras y exageraciones (de extremismo) para descrédito y distorsión de la imagen de los trabajadores. No es sino una estrategia, una trinchera donde guarecerse los “guardianes de la mente” del grupo de los leales defensores del orden natural y del “como Dios manda” que tan buena defensa proporcionó al feudo machista. Descreídos, falsos valedores de la igualdad, obligados por ley o por miedo a perder sus posiciones, por rencor, o por su falta de convicción, se dirigen ahora hacia quienes con naturalidad, por puro convencimiento acortamos distancias e imitamos a nuestras compañeras de trabajo y disfrutamos, de vestimenta cómoda y fresca en la época estival. Pero ¡no! Para los hombres ¡esas no son formas de venir!, las mujeres son distintas ¿Por qué? Porque por suerte han logrado una amplia cobertura legal para los derechos y libertades individuales ¿Olvidan estos señores (feudales) que la ley garantiza la igualdad de trato en el trabajo sin discriminación, directa o indirecta, por razón de sexo? ¿No será que es políticamente incorrecto y vergonzoso vomitar estereotipos negativos, atentar contra la imagen de las trabajadoras, que ya no le cuentan milongas a nadie y recurren a esa última cobardía sexista para sembrar de tachuelas el camino?

 

    30 jun 2014 / 22:00 H.