La Guardia Civil de Tráfico celebra sus bodas de oro

Rafael Abolafia / Jaén
La Guardia Civil está de celebración. Se cumple medio siglo desde la creación de la primera agrupación encargada de velar por los conductores. Durante cincuenta años, infinidad de agentes han trabajado en las tareas encomendadas: “Vigilancia, prevención y auxilio en carretera”.

    31 ago 2009 / 10:42 H.

    En julio de 1959, una ley (la 57) atribuyó a la Benemérita las competencias referentes a la seguridad de carretera. Nacía así, de forma oficial, la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil. No fue hasta el día de la patrona de 1961 cuando los jiennenses vieron, por primera vez, a los agentes patrullar por las entonces maltrechas y mal señalizadas vías de adoquines, a bordo de las míticas Sanglas. Su labor era concienciar a los conductores sobre un código de circulación desconocido para la inmensa mayoría de los ciudadanos.
    Y es que, en aquel tiempo, la protección vial empezaba a convertirse en un problema. En 1958, las cifras eran alarmantes. En España hubo 1.711 muertos con un parque automovilístico de 702.053 vehículos, crecido tras el éxito del Seat 600. Actualmente existen más de 25 millones de coches por las carreteras del país, es decir, casi 30 veces más, mientras que el número de fallecidos “sólo” se ha multiplicado por tres. En la capital, aquel año se contabilizaron 28 víctimas mortales, 3 de ellas en casco urbano y otros 25 en carretera.
    La Unidad de Tráfico se desplegó en la provincia en 4 destacamentos, los de Jaén, Bailén, Alcaudete y Baeza. Los medios materiales y humanos eran muy reducidos. Cada uno tenía una plantilla de un cabo y 4 guardias, a excepción del ubicado en la capital, que contaba con un oficial más. También estaba destinado a la ciudad el personal de la entonces denominada “Sección de Jaén”, es decir, un sargento, cuatro cabos, doce guardias y, al mando, un teniente. Los potentes vehículos, el sueldo y un día libre semanal hacían del puesto un destino muy codiciado.
    Tenían apenas una veintena de motos con las que patrullaban las calzadas de la provincia, siempre ataviados con sus chaquetones de cuero, sus botas hasta la rodilla y el casco. Para bien o para mal, empezaron a hacerse un nombre entre los conductores, sobre todo, a aquellos a los que enseñaron la libreta de multas. Pero también se acuerdan los muchos ciudadanos a los que los  agentes han sacado de un apuro cuando iban en carretera.
    Desde aquel lejano 1961, ha pasado tiempo, mucho tiempo. El Destacamento de la Guardia Civil de Tráfico cuenta, actualmente, con 187 personas, cuarenta vehículos de cuatro ruedas y cuarenta y cinco motocicletas. El año pasado, recorrieron más de 2,6 millones de kilómetros, es decir, el equivalente a dar la vuelta al Mundo por el ecuador unas cincuenta veces. También han cambiado muchos los medios tecnológicos. Las motos son más cómodas y los equipos más sofisticados y modernos, lo que facilita el trabajo y lo hacen menos duro y peligroso. Sin embargo, salir a la carretera siempre es un riesgo. Así lo explica un guardia con numerosos años de servicio a sus espaldas en las vías de la provincia: “Haga frío, calor, diluvie o nieve, nosotros tenemos que estar ahí. Es nuestro trabajo”, asegura, mientras recuerda el espíritu del destacamento, “auxiliar y prevenir”, que tiene grabado a fuego desde que se puso por primera vez el uniforme y la placa que lo identifica como un componente del Destacamento de Tráfico.
    “Al principio no te duele nada, pero, cuando llegas a los 60, te empieza a doler todo”. Son las secuelas de estar más de 15 años sin bajarse del “caballo de acero”, como ha hecho Juan Fernández, un cabo primero que estuvo varios años de servicio en la Comandancia de Jaén antes de jubilarse. “Apenas ves a la familia, porque hay que trabajar cuando todo el mundo está en la carretera para irse de vacaciones, de puente o de fiesta”, añade.
    El asfalto tiene su peligro. En estos cincuenta años, son mucho los guardias que han sufrido algún percance y cuatro los que no sobrevivieron para contarlo: Pedro González, Antonio González Rollán, Simón Carmona Garvín y Enrique Morales Abril. Murieron en acto de servicio, cuando cumplían con sus obligaciones. De hecho, 3 fueron arrollados cuando estaban auxiliando a otros usuarios de la carretera que habían sufrido un accidente previo.
    Ahí está también la otra parte dura del trabajo: “Hay cosas que son muy desagradables, sobre todo cuando hay accidentes con víctimas mortales. El primer trago amargo es cuando llegamos al lugar. Después, hay que contactar con la familia. Es muy duro”, explica Antonio, un agente que ha visto muchas tragedias en la carretera, como la del accidente del autobús en Lopera (cinco fallecidos), ocurrida hace ahora tres años. Y es que a más de un guardia se le han saltado las lágrimas cuando ha visto de cerca todo lo que conlleva un accidente. Por eso, hay una celebración especial cada vez que se produce un “día azul”, es decir, una jornada en la que no se registran fallecidos en la carretera. “Estamos consiguiendo que haya menos muertos, pero todavía siguen siendo demasiados”, resume como espíritu de estos 50 años.