La fuente de las doncellas

Más tierna, enamorada y poética no puede ser. Con prontitud inaplazable se mece un bello madrigal, al estilo inconfundible del Marqués de Santillana, cuyo progenir, también poeta, Diego Hurtado de Mendoza, tenía su casa en el barrio de San Ildefonso.

    25 mar 2015 / 10:56 H.

    Esta calle, que da nombre al título de mi mirilla semanal, está ubicada en frente del monumento a la Guardia Civil, cercana al Cerro de los Lirios, y, también, del Colegio Público Navas de Tolosa. No tiene portales para entrar a los bloques de pisos, sino varias cocheras. Da igual. Su nombre me abre las puertas de las musas esquivas con el fin de aislarme de este mundo, al que miro con las pupilas de costado. Esta calle se une a las Fuentezuelas que, en su día, emanaban benefactoras aguas, cuyo nombre se debe a las numerosas fuentes naturales, llamadas: Serbo, Alamillo, Corzos, Buenora, entre otras. En una pequeña rotonda, tres abetos y un cuidado césped dan prestancia al lugar donde las doncellas, o sea, mujeres núbiles casaderas, que no habían conocido a los varones, se miraban en el espejo azogado del agua para ver su joven belleza.