La familia denuncia que la niña de Bailén murió por “errores médicos”
José Rodríguez Cámara /Bailén
Celia Cabrera Muñoz, con tan sólo 5 años, falleció el domingo en el Hospital San Agustín de Linares por una infección meníngea. Sus padres, destrozados, exigirán responsabilidades al médico que la atendió. Están convencidos de que la muerte podría haberse evitado con una atención más diligente.

Celia Cabrera Muñoz, con tan sólo 5 años, falleció el domingo en el Hospital San Agustín de Linares por una infección meníngea. Sus padres, destrozados, exigirán responsabilidades al médico que la atendió. Están convencidos de que la muerte podría haberse evitado con una atención más diligente.
“Lo siento, lo siento, se me ha ido de las manos”. Es lo que asegura, Pilar Muñoz, madre de la niña de Bailén que murió, el domingo, por una infección meníngea, que le dijo el pediatra que atendió a la pequeña en el Hospital San Agustín de Linares. Sólo esa frase es, para la familia de la fallecida, Celia Cabrera Muñoz, de 5 años, una prueba irrefutable de que la pequeña perdió la vida por “una atención médica negligente”. Pero aseguran que tienen más argumentos para denunciar lo sucedido, como el hecho de que admitiera que estaba “estresado”. Ante ello, el padre de la menor, Alfonso Cabrera, puso lo sucedido en conocimiento de la Policía Nacional y, como aclaran, el asunto ya está en los juzgados. La pérdida de su hija es, para Cabrera, consecuencia de un “cúmulo de despropósitos”, fallos a la hora de tomar decisiones clave.
La pareja, rota de dolor, relata, que, a pesar de que Celia y su madre llegaron al hospital antes de las tres de la tarde del sábado, con fiebre y vómitos, no fue hasta la una menos cuarto de la madrugada del domingo cuando ingresó en la Unidad de Cuidados Intensivos. Es decir, hasta ese momento, ya tarde, a juicio de los padres, realmente no recibió un trato acorde al cuadro que presentaba. Y es que, tras una primera revisión, se le diagnosticó una simple infección vírica. Pilar Muñoz lamenta que, a pesar de que la menor tuvo convulsiones y presentaba manchas por el cuerpo en aumento (síntomas de la meningitis, precisa), el profesional llegó a asegurar que la niña no “estaba grave”.
La madre deja claro que, ante el empeoramiento de su hija, que tenía temblores, su estado nada tenía que ver con la epilepsia de la que estaba aquejada la niña. Este problema “estaba controlado”, aclara, gracias a la medicación que tomaba habitualmente. Así se lo hizo constar al médico que, a pesar de ello, y sin consultar el historial de su paciente, como critica el padre, no detectó que podría tratarse de un caso de meningitis hasta que la niña comenzó a tener nuevas convulsiones, siete horas después de ingresar. Eran las nueve y media de la noche y, como relata la familia, el pediatra, poco antes, había decidido atender la petición de la madre que había exigido al traslado de la pequeña al Hospital Materno Infantil de la capital. Quería que fuera atendida por otro facultativo. Sin embargo, la ambulancia no llegó hasta pasadas tres horas. Mientras, el estado de salud de la niña continuaba empeorando hasta que, el domingo, de madrugada, murió.