La caja de música de Kharma

Nuria Fernández / Jaén
O’Funkillo llegó para sumar variedad a la que se ha convertido en la caja de música de Jaén, la sala Kharma. Cargó con todos sus éxitos y nuevas canciones en un concierto, algo aguado por dificultades técnicas, pero con el que fueron capaces de levantar al público.

    13 nov 2011 / 10:16 H.

    Las noches de Kharma son musicales y populares: ciclos de rock, indie pop, o el funky duro de O’Funkillo, que sólo se desenvolvió ante un público “de diez” el viernes, convierten la sala jiennense en uno de los principales marcos culturales de la capital y en parte del eje musical de la provincia. Los grupos que contrata para los espectáculos de los fines de semana (desde Pignoise hasta Medina Azahara, a través de estilos que poco o nada tienen que ver entre si) imposibilitan encasillar la sala y llevan a pensar en el objetivo de “ música por la música”, a pesar de las limitaciones estructurales de la sala.
    O’Funkillo llamó a dos centenares de personas llegadas desde diferentes ciudades de la provincia, atraídas por el espectáculo sonoro que promete la banda y la electricidad contagiosa de su música. Ni en sus peores momentos desmerecen los de Sevilla, que han sabido acuñar un género propio (“funky andaluz embrutessío”, lo llaman) mediante la composición de otros (desde el flamenco a un heavy cercano a Rage against the machine)  que sólo ayudan a hacer que salte la chispa. El viernes dejaron caer algunos centímetros el listón. La técnica de todos sus componentes, entre los que deslumbra el mejor bajista de Europa —y muy posiblemente del mundo—, Pepe Bao (que ya visitó la sala hace dos semanas, cuando “teloneó” a Los Delinqüentes con el grupo A taquilla hemos llegao), es intachable, inherente a las tablas que se les presupone después haberse ganado a pulso que la crítica ponga por las nubes sus directos. En la última edición del Lagarto Rock Festival lo demostraron al dejar una estela de brincos desfasados a su paso. Quienes fueron a verlos el sábado a Kharma esperaban más y mejor, en un espacio que les permite estar más cerca de los que hacen eso que tanto gusta. Hubo brincos, pero la voz cantante, Andreas Lutz, no sobrellevó bien unos constantes problemas con el micrófono (injustificados, por otra parte) y, entre las dificultades técnicas y su poco disimulo, lo esperado no se produjoen todas sus dimensiones. Pero el público estuvo “de diez” y  hubo momentos sobresalientes, como la intervención de la majestuosa Alba Molina, que se fue por bulerías junto al incombustible Bao. El bajista regaló un impresionante solo que acalló la sala y un espectáculo con el gran Joaquín Migallón en la batería, en el que interpretó Anda jaleo. Las canciones, por sí solas, hicieron el resto. Cabe reconocer a la banda, inmersa en la gira de Sesión golfa, la más de hora y media de dedicación al público, que supo reconocer su arte.