La belleza y el misterio de la selva
Rafael Casas, Juan Espejo, Ángel González / Enviados especiales
Jaén se encuentra ubicada en la selva alta o ceja de selva de la Amazonía peruana, una región natural con una riqueza sin igual en cuanto a flora y fauna, además de sus impresionantes paisajes. A la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes se la conoce como Rupa-Rupa, que en quechua significa “caliente, quemante”.

Jaén se encuentra ubicada en la selva alta o ceja de selva de la Amazonía peruana, una región natural con una riqueza sin igual en cuanto a flora y fauna, además de sus impresionantes paisajes. A la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes se la conoce como Rupa-Rupa, que en quechua significa “caliente, quemante”.
La Amazonía peruana es la parte que se circunscribe al alto Amazonas que ocupa un área de 782.880,55 kilómetros cuadrados, al oriente de la Cordillera de los Andes. Es un área que puede presumir de contar con la mayor biodiversidad del planeta y numerosos endemismos debido a la variedad de ecorregiones y pisos ecológicos. En la Amazonía peruana es posible identificar dos regiones naturales: selva alta y selva baja. En la primera de ellas es en la que se encuentra la provincia de Jaén. La Amazonía es, asimismo, la región menos poblada del país. De este modo, sólo el 11% de la población del Perú vive en este amplio espacio. Además de Jaén de Bracamoros, las principales ciudades de la conocida como ceja de selva o selva alta son Tarapoto, Moyobamba, Juanjuí y Rioja, todas ellas pertenecientes al departamento de San Martín. La selva alta se sitúa entre los 800 y los 3.800 metros sobre el nivel del mar y las temperaturas pueden tipificarse como cálidas en las zonas bajas —como es el caso de Jaén—y frías en las partes de mayor altura.
Los intrincados bosques, elevados en zonas bajas y pequeños a mayor altitud, presentan una vegetación muy variada con árboles de gran tamaño, orquídeas, bromelias, helechos, musgos y líquenes, entre los cuales habitan numerosas especies de fauna como el mono choro de cola amarilla, osos de anteojos, armadillo, pudú, comadreja, buitre real, relojero, tucaneta de montaña, guácharo y gallito de las rocas, entre otros. De igual manera, la selva alta es considerada el “paraíso de los picaflores”, pues de las 112 especies que viven en el Perú, más de 40 habitan en esta ecorregión, siendo 19 de ellas endémicas. Las partes altas tienen pendientes extremas y valles estrechos, que van haciéndose más amplios en las partes bajas con un relieve moderado.
De las montañas descienden numerosos riachuelos y ríos torrentosos con caídas de agua y hermosos cañones. En tiempos prehispánicos fue un importante centro de cultivo de alimentos como la patata, el chayote, el tomate, el aguacate, la pera, la manzana, la guayaba, la sandía, el olluco, la papaya, la chirimoya y la coca, entre otros.
Una aventura entre el cielo y el suelo
No todo fueron encuentros institucionales y entrega de misivas en la visita que la expedición de Diario JAEN realizó a tierras peruanas. Su curiosidad periodística por conocer nuevas realidades a miles de kilómetros de la provincia jiennense les llevó a dedicar un día a la visita a la selva peruana. Aunque sus objetivos no se cumplieron al cien por cien, por cuestiones puramente meteorológicas, si vivieron una jornada de aventura en la que no faltó la visita a una de las Siete Maravillas del Perú y en la que disfrutaron de bellos paisajes con singulares exponentes de la flora y la fauna peruanas.
Cuadrar en el programa del viaje la visita a la selva conllevaba esfuerzos. El primero de ellos lo marcó el despertador. La distancia a los lugares de destino, como Kuélap y Chachapoyas, obligó a los periodistas a partir de Jaén de Bracamoros muy temprano, a las cuatro de la mañana, por lo que esa noche apenas pudieron descansar unas tres horas.
Una camioneta facilitada por la Municipalidad Provincial de Jaén esperaba a las puertas del hotel. Siete personas formaron parte de la expedición: dos trabajadores municipales, el arqueólogo Melanio Delgado, que hizo las funciones de guía; Wilson Ahumada, conductor de la camioneta, y los tres periodistas de Diario JAEN.
El primer destino era Kuélap. Fueron necesarias siete horas de viaje para llegar hasta la fortaleza. Una carretera bien asfaltada durante el primer tramo adentra al viajero poco a poco en un trayecto que discurre paralelo al río Utcubamba. Este nace cerca de Leymebamba, a 90 kilómetros de Chachapoyas, en la provincia del mismo nombre, en el departamento de Amazonas. Vierte sus aguas al río Marañón, uno de los principales afluentes del Amazonas, cerca de Bagua. Sorprenden los bellos paisajes marcados por montañas de gran altura y la amplia vegetación. Desde hace sólo unos años, se ha habilitado un camino que permite llegar en coche hasta la fortaleza de Kuélap. Un ascenso que se prolonga durante unas dos horas, que permite llegar hasta los casi 3.000 metros. A pesar de lo sinuoso del trazado y de las malas condiciones del firme, las vistas son espectaculares y los poblados que se atraviesan atraen el interés del viajero curioso. La expedición jiennense tuvo la oportunidad de visitar un poblado próximo al de María y compartir unos minutos con una familia indígena. Cualquier comodidad del llamado Primer Mundo está a años luz de cada una de las casas de frágil construcción sin electricidad, saneamientos o agua potable. Pero, por la forma de reír de los niños, está claro que no siempre la felicidad está en las cosas que uno cree. Les gusta posar con el viajero y al verlo aparecer, hasta los más pequeños musitan por lo bajo una palabra. “¡Gringos!”.
Las fiestas de la Virgen del Carmen en María
A tan sólo unos kilómetros de la fortaleza de Kuélap se encuentra María. Es un poblado marcado por una cuesta empinada en torno a la cual se sitúan las casas, en su mayoría de dos plantas. La noche ha sido larga, porque el día anterior se celebró la fiesta de la Virgen del Carmen, su patrona. En la plaza, ante la iglesia, aún quedan las marcas del alcohol derramado durante la celebración. Un grupo de hombres baila al ritmo de la música mientras comparte una bebida. La iglesia tiene las puertas abiertas de par en par y en su interior un puñado de mujeres reza a la patrona.
María es parada obligada para los visitantes a Kuélap. Por la hora, pasadas las once de la mañana, algunos de los integrantes de la expedición aprovechan para desayunar: caldo de gallina, con patatas cocidas. Sorprende el intenso movimiento en un lugar a casi 3.000 metros de altura.
Un poblado que sorprende al visitante
Una sencilla caseta en la que se registran los datos y se le cobra una entrada al visitante —12 soles por adulto (unos 3,40 euros)— da la bienvenida. Aún faltan otros veinte minutos de empinado camino hasta coronar la fortaleza. La altura pasa factura y cualquier esfuerzo implica una mayor fatiga de la habitual, pero el destino merece la pena. Kuélap es un importante sitio arqueológico construido por la civilización Chachapoyas. Forma un conjunto arquitectónico de piedra de grandes dimensiones, ubicado en el departamento de Amazonas, en la provincia de Luya, en el distrito de Tingo. Se estima que su construcción se realizó hacia el año 1.000. Se cree que fue un centro de administración de la producción de alimentos y del culto destinado a favorecerla. Otras versiones simplemente apuntan a que fue una ciudad fortificada. Se ha registrado cerca de medio millar de viviendas, todas con una misma estructura. Aún queda mucho trabajo por hacer y las labores arqueológicas continúan en este espacio que, durante años, permaneció olvidado. Recientemente, fue elegido por los peruanos como una de las Siete Maravillas del Perú. Incluso, se le apoda como el Machu Picchu del Nororiente.
Casualmente, la expedición jiennense coincidió en lo alto de la fortaleza con un excursión de españoles del Arzobispado de Mérida- Badajoz, que se encontraban en el país supervisando los proyectos de cooperación que realizan.
Durante la visita a Kuélap, una lluvia que fue cobrando intensidad dificultó el disfrute de los bellos restos y, más aún, el regreso hasta el lugar donde esperaba la camioneta. El trayecto de descenso se torno peligroso por lo arcilloso del terreno y el fuerte desnivel, lo que causó leves caídas en más de un miembro de la expedición jiennense, que dieron con sus posaderas en tierra. No llegó la sangre al río, pero sí sirvió para poner un toque de humor a la intensa jornada. Precisamente, el cambio de la situación meteorológica motivó que los jiennenses no pudieran adentrarse más en la selva y conocer a los integrantes de alguna tribu indígena, como siempre fue su ilusión y su deseo. Se consolaron pensando que ya tenían un motivo más para regresar al Nororiente peruano.
Una ciudad con encanto colonial
Tras la visita a Kuélap, era necesario deshacer lo andado y regresar por el serpenteante camino. El tránsito y la escasa visibilidad por la intensa niebla obligaron al conductor, Wilson Ahumada, a hacer gala de su pericia al volante, forjada a lo largo de muchos años de experiencia por caminos y carreteras que no siempre eran de asfalto ni con la mejor señalización. La lluvia persistente fue una constante durante las dos horas de camino para completar los 32 kilómetros hasta Chachapoyas. Se trata de la capital del distrito del mismo nombre, del departamento de Amazonas. Tiene un aire colonial que la caracteriza en sus principales edificios, con soportales que rodean la Plaza de Armas y balconadas de gran belleza. Antigua cuna de la civilización de los Chachapoyas, la ciudad fue sometida al Imperio Incaico en el siglo XV y, posteriormente, tras la conquista, fue nuevamente fundada por los españoles con el nombre de San Juan de la Frontera de los Chachapoyas por Alonso de Alvarado, en 1538, desde esa época datan su Plaza de Armas y las pequeñas callejuelas empedradas que se conservan hasta la actualidad. Fue pensada para constituirse como la capital del oriente peruano desde la margen derecha del río Marañón hasta los límites con las naciones fronterizas. En 1821 derrotaron en ella los patriotas peruanos a los realistas, convirtiéndose de inmediato (1832) en la capital de uno de los primeros departamentos.
La visita a Chachapoyas coincidió con el almuerzo, sobre las tres y cuarto de la tarde. El desarrollo turístico de la ciudad, además de por sus propios encantos, viene determinado por la proximidad a Kuélap, lo que hace que esta población, de 35.000 habitantes y situada a 2.335 metros sobre el nivel del mar, cuente con un constante ir y venir de viajeros que pretenden impregnarse de su belleza. Por ello, no es difícil encontrar buenos lugares donde almorzar. Una feliz coincidencia —más tarde ratificada por el buen comen a buen precio— hizo que los jiennenses se decantaran por un establecimiento situado en la Plaza de Armas y de nombre “El Abuelo”. Arroz con carne, milanesa de pollo y lomo salteado fueron los platos degustados. Café y refrescos acompañaron el almuerzo. El precio total, poco más de setenta soles. Es decir, siete personas comieron —y quedaron bien saciadas— por un precio que ronda los veinte euros de España.
El resto de la estancia en la ciudad, hasta cerca de las seis se dedicó a la compra de recuerdos y al envío de postales a la redacción de JAEN —tardaron siete días en cruzar el Atlántico y llegar hasta la capital jiennense, lo que no es, para nada, un mal dato—.
El regreso a Jaén de Bracamoros se prolongó unas cuatro horas. La carretera, con buen firme, presentaba rocas procedentes de numerosos desprendimientos causados por las intensas lluvias. A pesar de más de un susto en la camioneta, los jiennenses regresaron sanos y salvos a la ciudad peruana. Para el recuerdo, los bellos paisajes de selva.
La Bellavista de Diego Palomino
Otra de las visitas que los jiennenses realizaron durante su estancia en Perú fue a la ciudad de Bellavista, uno de los doce distritos que conforman la provincia de Jaén. Por el Norte limita con el río Tabaconas que lo separa de la provincia de San Ignacio; por el Noreste con el río Chinchipe que lo separa del distrito de Santa Rosa, por el Este y Sureste con el río Marañón que lo separa de la provincia de Bagua —Departamento de Amazonas—, por el Sur con el río Chamaya, y por el Suroeste con los distritos de Jaén, Huabal y Las Pirias, y por el Oeste con el distrito de San José del Alto. El distrito posee una extensión de 870,55 kilómetros cuadrados, incluye 85 centros poblados y su capital, Bellavista, se encuentra a 431 metros sobre el nivel del mar. El capitán jiennense Diego Palomino fundó Bellavista el 10 de abril de 1549. Fue oficialmente creado el 29 de diciembre de 1856 y reconocido por Ley sin número el 2 de enero de 1857 junto a los distritos de Sallique y San Felipe, siendo presidente de la República el Mariscal Ramón Castilla y Marquesado. Cabe mencionar que la ubicación inicial de la capital del distrito fue en el caserío que se conoce como Bellavista Viejo, pero que por efecto del terremoto del 14 de mayo de 1928 tuvo que ser reubicada en el lugar que actualmente ocupa: Bellavista. Aunque tuvo momentos de esplendor, la creación del puente 24 de julio repercutió positivamente para el crecimiento de Jaén, pero supuso el comienzo de su decadencia como ciudad.
Los cultivos prioritarios en el distrito de Bellavista son el arroz, con el 74% de la superficie cultivable y principal fuente generadora de ingresos, así como el cacao, frutales y forrajes, además de café y pasto cultivado, entre otros. En ganadería, sobresale la crianza de vacuno, así como, en menor medida, caprinos en el valle y ovinos en la parte alta.
Marañón, afluente del Amazonas
Cerca de Bellavista se encuentra el río Marañón, orgullo fluvial de los jaenos por tratarse de uno de los principales afluentes del Amazonas. La expedición jiennense aprovechó la visita al distrito vecino de Jaén de Bracamoros para conocer su paso por esta tierra a una zona conocida popularmente como “playa del Marañón”, ya que los vecinos acostumbran a pasar tranquilas jornadas a sus orillas como si de una playa se tratase. Es un río que sorprende por su anchura y, aunque parece llevar un discurrir tranquilo, sus corrientes se han cobrado muchas vidas, ya que su apariencia puede resultar muy traicionera. El río Marañón nace en el suroeste del departamento de Huánuco en la provincia de Lauricocha, aunque hay diversas versiones sobre el lugar exacto. Sus afluentes más importantes son los ríos Utcubamba, Crisnejas, Chamaya, Cenepa, Santiago, Morona, Pastaza, Huallaga (1.300 kilómetros) y el Tigre (600 kilómetros). Por su cantidad de cascadas y rápidos, es un río navegable sólo en su curso bajo. En su cuenca habitan los famosos jíbaros. Al surcar por el departamento de Amazonas cruza la región de los Pongos (un tipo de cañón angosto y profundo entallado) empezando aguas arriba por: pongo de Rentema, de Mayo, de Mayasita, Cumbianama, Huarcayo y el pongo de Manseriche, el más conocido de los pongos peruanos. Esta región de los Pongos es muy importante por que de no existir el río Marañón no llegaría a juntarse con el río Ucayali para formar el río Amazonas, que no seria el mítico río largo y caudaloso.