La baezana Francisca García, con 110, es la persona más longeva de España
SILVIA RUIZ DÍAZ /JAÉN
Por la vida de Francisca García Torres ha pasado más de un siglo de recuerdos. Esta baezana, que reside cerca de Pamplona, se emociona solo con hablar del mar de olivos y guarda todas esas historias en su memoria. El próximo jueves cumplirá ciento once años. Paca, como todos la conocen, es la persona más longeva de España.

Por la vida de Francisca García Torres ha pasado más de un siglo de recuerdos. Esta baezana, que reside cerca de Pamplona, se emociona solo con hablar del mar de olivos y guarda todas esas historias en su memoria. El próximo jueves cumplirá ciento once años. Paca, como todos la conocen, es la persona más longeva de España.
Paca no solo es una abuela supercentenaria, sino que se ha convertido en la persona más longeva del país. Y se siente muy contenta de poder soplar velas. No oye ni ve bien, pero su memoria sigue intacta, y eso es un privilegio. Francisca García Torres nació en Baeza el 13 de septiembre de 1901, por lo que el próximo jueves tendrá ciento once años. “Voy a cumplir un saco lleno de años”. Es lo que dice Paca cada vez que se acerca el día. Y es que llegar a esa edad es algo que sorprende a cualquiera, aun cuando, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, la esperanza de vida entre las jiennenses se sitúa en 84,3 años.
La “superabuela” no se olvida de su pueblo ni tampoco del mar de olivos que desde allí divisaba. La vida de Francisca García no fue fácil, pero hay pocas cosas que cambiaría. Se casó con Antonio García y tuvo cinco hijos —Joaquina, Juana María, Luis, Antonio y Francisca—, aunque en la actualidad, solo vive la última, quien también se emociona al hablar de su madre. “Dice que de joven llegó a pasar hambre. Siempre cuenta: ‘Mi marido compraba un pan de ración, lo hacíamos cuatro pedazos para comer todos y el mío lo metía debajo del mandil para cuando me pidieran mis hijos’. Se ha desvivido por todos”, señala.
La familia residió primero en una casa de campo, cerca de Rus, y luego se fue a una vivienda de la calle Patrocinio Biedma de Baeza. “Estuvo en la aceituna y también se iba a las casas a lavar. Dice que trabajó de casa en casa para hacer el ‘atico’ de mi hermano el mayor, que iba a nacer, y no tenía dinero para eso”, cuenta su hija, que agrega: “Fueron tiempos difíciles, pero era feliz en Baeza. Mi cuñada tiene una casa allí y cuando va y luego le trae algo del pueblo, se pone muy contenta”. Quizás la dureza de la vida, unido a las dosis de felicidad, le hizo ser una mujer fuerte.
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