Ibros bulle en su feria en honor de Nuestra Señora de los Remedios
Un alegato a favor de la vida que se hace en los pueblos y un recorrido emocionado por la historia y el presente de Ibros. El pregón del director de Diario JAEN, Juan Espejo, daba comienzo de manera oficial, el pasado sábado, a las feria y fiestas en honor de Nuestra Señora de los Remedios. Y el forastero se hizo ibreño, por una noche, para toda la vida.
Juan Espejo fue el encargado, este año, de inaugurar oficialmente la feria y fiestas en honor de la Santísima Virgen de los Remedios mediante el tradicional pregón desde el balcón del Ayuntamiento. Un acto en el que el periodista y director de Diario JAEN lanzó un ferviente alegato en favor de la vida en los pueblos, la pausada, tranquila y repleta de satisfacciones existencia en los pequeños municipios de Jaén. Ibros es el perfecto ejemplo de ello. Incluso el nombre de las calles reflejan la esencia de esta idea, si se camina por Aire, , por Castillo o por Agua. Si uno se detiene, sin importar el tiempo o las prisas tan modernas, para hablar con los vecinos en una esquina. Si el que viene de fuera se sorprende al descubrir la muralla ciclópea, ese vestigio de un pasado remoto y misterioso, lleno de fuerza como la que tienen los olivares de esa tierra, las hortalizas que tienen fama más allá de sus fronteras. “Se huele y se palpa a pueblo”, fueron de las primeras palabras lanzadas por Juan Espejo hacia los ibreños y los visitantes que se agolpaban en la Plaza del Ayuntamiento. “Existen la amistad y el encuentro diario, la sencillez de su gente”, continuó el pregonero en esa particular oda a las pequeñas poblaciones. “Vivir en un pueblo sí es vivir la vida”, afirmaba con emoción. “Ibros ni va ni viene, siempre permanece”, continuó el director de Diario JAEN, desde el balcón del Ayuntamiento que afirmó que visitar el pueblo es tres veces bueno: para la vista, para el cuerpo y para el espíritu. “Tierra de olivos, de aceite de oliva, el aceite de la vida, milenario como el tronco del olivo, viejo y joven, porque se renueva”. Una importante parte del pregón iba a estar dedicada, como no podía ser de otra manera, a la figura que da nombre y esencia a las fiestas, al pueblo entero: la Virgen de los Remedios, que es, además, la patrona del municipio. “Deslumbrante, turbadora, inconmensurable” fueron tres de los numerosos epítetos dedicados a la Señora ibreña por parte de un rendido pregonero. “Sorprenden sus alhajas, y sus manos tendidas, siempre queriendo dar”. También hubo espacio y palabras para ibreños e ibreñas de pro. Saludos especiales para treinta vecinos con sus apodos, pero que eran, también, un reconocimiento a todos los habitantes del municipio. Elogio de la belleza de sus mujeres, de los platos típicos que se pueden degustar en las buenas mesas, los alimentos de una tierra rica en sentimientos y en generosidad hacia el que viene de fuera. Y es que uno de los piropos más repetidos hacia Ibros es la hospitalidad de sus gentes, su carácter alegre y abierto, demostrado no sólo durante las cuatro jornadas de fiesta, sino durante todo el año. Juan Espejo agradeció la confianza depositada en él por el alcalde, Antonio Pardo, y dedicó el pregón a la Virgen. Y todo el pueblo se entregó al pregón y al pregonero. Nada pudo contra la devoción y el amor que sienten los ibreños hacia sus fiestas y hacia la que es la Madre de todos, Nuestra Señora de los Remedios. Por ello, el pueblo se volcó en el primer día oficial de la festividad, el pasado sábado. Tanto en la misa como en el pregón, la procesión de la Virgen y las actividades organizadas por la Concejalía de Festejos del Ayuntamiento. En la iglesia de San Pedro y San Pablo, a partir de las siete y media de la tarde, no cabía un alfiler. Decenas de personas siguieron de pie el oficio religioso ante la imposibilidad de conseguir un sitio en los bancos. Otros, más avispados, trajeron sillas desde sus casas para asistir al culto. También hubo multitud para escuchar el pregón, que declamó el director de Diario JAEN, Juan Espejo, desde el balcón del Ayuntamiento. A pesar de que la hora coincidía con la de un importante partido de fútbol y del frío que levantaba un viento persistente, los ibreños y los forasteros llegados hasta el pueblo para vivir las fiestas siguieron atentos el curso de las palabras del pregonero, emocionadas y henchidas de orgullo por la labor que le había sido encomendada. Y la misma cantidad de gente, si acaso más, esperó la salida de la imagen de la patrona, la Remediadora, desde su templo, en un corto recorrido por el municipio que la adora. Ayer, las actividades continuaron y el fervor de los ibreños, también. Por otro lado, la fe y el cariño que sienten los ibreños hacia Nuestra Señora de los Remedios es el eje central de la feria y fiestas del municipio. Es la patrona pero también la Madre de todos y sale dos veces en procesión. El pasado domingo coincidió, además, con la festividad del Día de la Madre. Cientos de fieles arroparon, el pasado sábado, la salida del templo del paso procesional de la Virgen de los Remedios. Fue justo después del pregón, alrededor de las diez menos cuarto de la noche. No cabía un alfiler en la Plaza del Ayuntamiento. El pueblo yacía suspendido en el tiempo, expectante, adornado con banderas de España, con mantones blancos y granate que colgaban de los balcones de sus casas de piedra, como de piedra es, pero mucho más antigua, la muralla ciclópea de la que Ibros está tan orgullosa. Las telas se inflaban con un viento que era como una Anunciación gozosa y todas las miradas se dirigían hacia las puertas de la iglesia de San Pedro y San Pablo. La Virgen más querida por todos los ibreños salía al fin, entre las luces que titilaban en la fachada del templo y las propias del trono; el sonido alegre y triunfal de las campanas; la Marcha Real interpretada por la Banda de la Asociación Musical de Canena, y los aplausos de una plaza repleta, emocionada, rendida a los pies de la patrona ibreña. Bajo un arco de flores blancas y rojas, las mismas sobre las que reposa la bella imagen, resplandecía la Señora a su paso por las calles de Ibros, entre caras de alegría, fe y lágrimas de satisfacción y esperanza. Los fuegos artificiales iluminaron, por unos momentos, el cielo, allá arriba, pero la luz verdadera estaba en la calle. Era la Remediadora con las manos tendidas hacia sus hijos. Un breve recorrido por el municipio que supo a poco para los devotos, pero que volvería a repetirse al día siguiente. El domingo, después de la misa de las once y media de la mañana, salía por segunda vez de la iglesia que la acoge, en un desfile procesional más largo y seguido igualmente por cientos de ibreños y visitantes del municipio. La devoción del pueblo hacia su Virgen se puede expresar en cifras. Con una población que apenas supera los tres mil habitantes, según el censo de 2008, la Hermandad de Nuestra Señora de los Remedios ronda los 2.400 miembros. Pero el amor a la patrona se manifiesta, por encima de todo, con las miradas que los ibreños le dedican sin descanso.