Hermanos musulmanes

Ángel Plaza Chillón/Desde La Iruela. La Primavera Árabe se está convirtiendo en un invierno deprimente. Las revoluciones que tienen lugar en toda la región, parecían tener un carácter moderno y secular, lo que era alentador. De hecho los jóvenes que a través de Facebook y Twitter hicieron frente a las balas en El Cairo y Túnez parecían desmentir las afirmaciones de los dictadores de que la única alternativa a ellos era la teocracia dirigida por los mulás.

    19 mar 2012 / 12:03 H.

    Pero hoy en día el Islam político ha saltado a primer plano en todo el mundo árabe. Egipto es el ejemplo más notable. Los Hermanos Musulmanes, un partido de carácter relativamente moderado, es el mejor organizado de los movimientos árabes que propugnan una ideología basada en los textos del Islam y por ahora está ganando las elecciones al Parlamento egipcio, que consta de tres rondas, por un margen más amplio del que parecían ver los expertos. Bastante más terribles es la formación que va en segunda posición, los Salafistas, cuyo nombre denota un deseo de emular a sus “predecesores”, que fueron los primeros seguidores del profeta Mahoma. Los Salafistas están en contra del alcohol, de la música pop y de otros aspectos del estilo de vida occidental. Quieren prohibir los préstamos con interés, quieren que las mujeres lleven el rostro cubierto y se queden en casa, son partidarios de separar a las personas por sexos en público, podrán hacer que los cristianos fueran ciudadanos de segunda clase y menosprecian a los judíos y, sobre todo, a los israelíes. En Túnez y Marruecos partidos islamistas parecidos a los Hermanos Musulmanes ganaron las elecciones fácilmente. En Libia, tras la muerte de Gadafi, podrían hacerlo. En Siria ocupan un lugar destacado en la oposición y tarde o temprano podrían quitarle el mando a el Assad. Y en Palestina los islamistas de Hamás, una rama de los Hermanos que sobre el papel siguen rechazando el Estado de Israel, controla más que nunca Gaza. Incluso en el caótico Yemen podría muy bien surgir un partido islamista si se celebraran las prometidas elecciones. Hasta que los Hermanos Musulmanes asuman el poder, es difícil saber con certeza cuál es la corriente dominante del Islam político. Pero todo indica que no se parecerá nada a la actitud intolerante y a los principios prometidos por algunos predecesores de los Hermanos hace una generación. De hecho, la característica más llamativa de la Primavera Árabe sigue siendo el completo fracaso del islamismo radical violento. La presencia de Al Qaeda es nula. A medida que el islamismo pacífico avanza, Al Qaeda y sus amigos yihadistas se han retirado a lugares muy remotos de Yemen, Somalia y el desierto del Sáhara. Nada de esto será fácil de aceptar para los extranjeros. La política exterior de Egipto, el principal país árabe, es probable que sea poco favorable a Occidente. Incluso los islamistas moderados podrían llegar a tener una mentalidad cerrada e intolerable en ciertos aspectos. Pero esta no es la razón para que Occidente les dé la espalda, y menos todavía para que eche de menos los días de las dictaduras laicas. La democracia implica riesgos y a menudo es complicada. Al igual que cualquier pueblo, los árabes pueden tomar decisiones equivocadas. El islamismo político tienen numerosas facetas. La versión imperante hasta ahora parece relativamente benévola. Apretemos los dientes y démosle la bienvenida con cautela, con esperanza de que los árabes se alejen de su versión más maligna. Aunque es importante señalar, que la razón de fondo de los levantamientos es la demografía, con medias de edad inferior a los 30 años y un mercado laboral muy escaso para los jóvenes; la crisis económica europea ha actuado como detonador digno y el conflicto ha dejado de ser civil para convertirse en internacional a la vista de la implicación de Irán, Turquía, Arabia Saudí y Estados Unidos.