Hay personas y personas

José María Ramírez Rodríguez (Chema), desde Jaén.- He tenido el privilegio de conocer, a lo largo de mi vida, a numerosos y magníficos seres humanos (hombres y mujeres) procedentes de multitud de lugares. Pero jamás pensé que existieran personas como la mujer que esta tierra vió nacer y que yo tuve el privilegio, suerte y honor de conocer un diez de mayo de hace unos años.

    09 nov 2011 / 09:52 H.

    No se trata de una buena amiga, de una novia, de una colega o una compañera fiel a la que quiera mostrar mi agradecimiento. Aquí, lo que estoy tratando, es de comprender cómo la naturaleza se las ingenió para burlar los límites de la perfección y crear una mujer capaz de competir con cualquier divinidad, ante cualquier reto. Cuando uno tiene un serio problema y se encuentra metido en un pozo oscuro, sin salida, sin esperanza, solo. Cuando uno está en esa situación y le tienden una mano desde arriba, para cogerla con fuerza y ser arrastrado hacia fuera, las sensaciones de alivio y gratitud que envuelven a esa persona son sensacionales. Pero cuando estás, como en mi caso, en el peor de los infiernos, desalmado y con la fé desterrada de tu existencia, lo último que esperas es que una mano, por muy amiga que ésta sea, tenga el valor de acercarse al espantoso mundo donde te encuentras, ni siquiera para saludarte. Pues eh aquí mi heroína, Eva, esa jiennense que no sólo me tendió la mano, si no que se presentó de cuerpo entero en ese infierno donde yo me encontraba, plantando cara al mismísimo diablo, sacándome de allí y, haciendo honor a su nombre (Eva: la que da la vida), devolviéndome a mí la mía. Pues eso, imagínense qué sensación tan extraordinaria la mía. Gracias Eva. Gracias por existir.