Hasta siempre

Justo Herguedas Gallego de Valladolid
“Dos años sin su  amable compañía”

Se ha cumplido el segundo aniversario de la muerte de una persona que fue cronista oficial de la ciudad villanovense y, además, corresponsal de Diario JAEN. Justo Herguedas Gallegos nació, en Valladolid, en el año 1920 y, en 1947, fue destinado a Villanueva del Arzobispo como maestro. De esta manera, dejó su labor profesional en el Grupo Escolar de la Vera-Cruz, junto con Manuel Sánchez Peña y Joaquín Muñoz González.

    29 dic 2013 / 09:38 H.

    Fue nombrado corresponsal de Diario JAEN y, también, de las agencias de noticias Logos y Efe. Escribió más de 1.500 crónicas y contó con la estrecha colaboración del fotógrafo Roldán. Ambos dejaron unas interesantes colecciones de imágenes de acontecimientos de especial relieve en la vida local. En este sentido, es de justicia resaltar la difusión que tuvieron sus excelentes reportajes sobre la Coronación de la Virgen de la Fuensanta, en el año 1956.
    Su labor cultural no cesó en su tiempo en la ciudad villanovense. De hecho, también tuvo diferentes cargos públicos. Fue delegado de Información y Turismo, concejal de Educación del Ayuntamiento, delegado del SEM y de la Banda Municipal de Música. Tuvo una especial relación con el director, Marino Díaz, que le dedicó un pasodoble titulado “Vallisoletano” y que volvió a escucharse en la  ciudad con motivo del Veinte Aniversario de la Banda Municipal de Música.
    Fue una vida activa y muchas sus aficiones y gustos. Colaboró en Radio Villanueva con varios programas semanales y, por otro lado, a propuesta de José Rivas, fue nombrado juez comarcal. Tomó posesión de este cargo en Villacarrillo.
    El 22 de febrero de 1958 es nombrado, por acuerdo unánime del pleno, cronista oficial de la ciudad, asistiendo al I Congreso Nacional, celebrado en Madrid. Participó de forma activa, junto con el alcalde, Silvestre Sánchez Cátedra, en la recuperación de la Carta Fundacional de Villanueva, texto que data del año 1396 y que fue donado por  Alberto Rodríguez Robles, catedrático de Linares. Es el documento histórico más interesante y de mayor valor para el municipio y que, afortunadamente, se conserva en la Alcaldía. Justo Herguedas dejó Villanueva del Arzobispo, el día 31 de agosto de 1960, por traslado a Valladolid. Después de una intensa y continuada labor profesional en la enseñanza, se jubiló. Dejó la estepa castellana y se trasladó a orillas del Guadalquivir, a Sevilla, su residencia hasta el momento de su fallecimiento.
    En sus últimos años estuvo muy vinculado a la revista “La Moraleja” y aportó al municipio una de las más interesantes colecciones de fotos de cristal sobre la desaparecida Plaza de Toros de la Corredera, sobre la Coronación, procesiones de la Borriquilla y de toda la Semana Santa, además de una valiosa variedad de carteles taurinos, programas de fiestas y celebraciones.
    Por Juan José Fernández.

    Francisco López Pedrosa de Alcaudete
    “Una estrella en el cielo”

    Pasa el tiempo, pero hay personas que son difíciles de olvidar. Y menos aún cuando llegan estas fechas navideñas que tanto colman de recuerdos a las familias. Siempre te acuerdas de un ser querido, de una persona a la que extrañas, pero más todavía en momentos especiales, en fechas de reuniones familiares en las que intentamos pasar el tiempo con nuestros allegados. Por eso, entre líneas, recuerdo con cariño y mucha nostalgia a mi abuelo Francisco. Se nos fue. Nos dejó para ocupar una estrella del cielo, que, sin duda, alumbra cada día nuestras vidas. Desde allí, él nos da fuerza, mucha, toda la que desprendía cuando estaba entre nosotros y que nos protegía en el camino de la vida.
    Querido abuelo, es difícil expresar en pocas palabras todo lo que he podido vivir contigo. Llena de orgullo y de felicidad por los años que Dios me permitió vivir contigo, solo tengo sentimientos para decirte lo mucho que te echamos de menos. Ojalá hubiera una máquina del tiempo para poder recuperarte y traerte hasta nosotros, poder curarte la enfermedad que, tristemente, te arrebató la vida. Este periodo de tiempo se nos ha hecho eterno sin tu compañía. Siempre te hemos tenido presente en todos los momentos, porque ya nada es lo mismo sin ti.
    Echo mucho de menos las risas que echábamos por las tardes o los paseos que me dabas. Tampoco tenemos esas ganas ni esa alegría que teníamos de que llegara la Navidad para preparar la zambomba y cantar los villancicos que tanto te gustaban o los días de tu santo, cuando, con alegría, todos nos juntábamos para pasar contigo esa fecha tan especial para ti. Todo eso se acabó. Ahora solo queda el grato recuerdo que a todos nos dejaste. Desde que era pequeñita estuvo conmigo y con mis cuatro hermanos. Nos crió junto a mi abuela Manuela y nos enseñó miles y miles de historias que nos ayudan y ayudarán a enfrentarnos a la vida. Fue un hombre de todos los tiempos lleno de vitalidad, activo, trabajador, lleno de temperamento y, sobre todo, con un gran corazón.
    Crió a sus cuatro hijos desde el respeto y la humildad y adoraba a sus nietos. Él me enseñó parte de la historia que le tocó vivir a nuestros mayores. Una historia llena de penurias, de horrores, de enfrentamientos y de mucha hambre. Nos relataba una y otra vez el duro sacrificio que pasaban para poder llevarse un trozo de pan a la boca. Las horas y las noches frías que pasaba cuidando animales para poder criar a sus hijos. Historias que marcaron los recuerdos de mi infancia y que te enseñan a valorar el mundo en el que vivimos.
    Abuelo, has sido un maestro ejemplar para tus hijos, para tus nietos; siempre estuviste ahí, para lo bueno y lo malo. Fuiste para todos nuestro apoyo, nuestra guía y un ejemplo a seguir. De ti todos hemos aprendido a ser honrados, la virtud del trabajo y el sacrificio y, sobre todo, a ser buenas personas y a ayudar a la gente. Nos sentimos muy orgullosos de ti.
    Cuando algo se pierde, y máximo si es un ser querido, te das cuenta de lo mucho que valía cuando ya no está. Ahora que han pasado los años y que hemos crecido, me doy cuenta de la importancia de tener un abuelo, de pasar las tardes con él, del compartir con él la sabia experiencia que da el tiempo. Los consejos y las palabras de un abuelo nunca se olvidan. Tampoco hay nada mejor que sentir el abrazo amoroso y el calor de un abuelo. Hay personas que, aun mortales, pertenecen al siempre. Ese es mi abuelo. Un hombre que se ganó el amor y el cariño de su familia, de sus allegados y la admiración de todos. Te queremos y te echamos mucho de menos, abuelo, nunca te olvidaremos. Con cariño, de tu nieta.

    Por Carmen López.

    Luisa Gálvez Gol de Jaén
    Carta a mi querida madre

    Siempre es complicado escribir esto porque, probablemente, no lleguen todas las palabras que existen en el mundo para poder describir todo lo que te tenemos que agradecer.
    Desde que decidiste formar la familia, y hasta tu último día, fuiste una luchadora. Nunca pensaste en ti misma; todo lo hacías por tu marido y tus hijos, y, si algo quedaba, también lo repartías. No querías nada para ti porque eras feliz así.
    Fuiste la mejor madre que se puede tener en la vida. Me vienen a la memoria viejos y entrañables recuerdos, como cuando nos enseñabas a atarnos los cordones de los zapatos, a decir buenos días y a ser, ante todo, educados con los demás. Ese es parte de tu gran legado y que, ahora, transmito yo a los míos.
    Sabías desde un tiempo atrás que te tenías que ir ya y, sin embargo, esperaste hasta el último momento a que llegara la hija que estaba fuera para completar tus despedidas de todos nosotros. Con este gesto, una vez más, nos demostraste cuánto nos querías.
    Tu labor aquí ya concluyó porque, seguro, te reclaman en otro lugar. Aprendí de ti tantas cosas… Una de ellas fue que cuando un hijo te coge por primera vez de la mano te tiene atrapado ya para siempre. A ti te atrapamos seis. Tenías el mismo amor para cada uno de nosotros. Eras la persona que mejor nos conocía, con una sola mirada sabías si a alguno nos pasaba algo. Eso solo lo sabe hacer una madre.
    No encuentro palabras para expresar cuánto te queremos. Faltará tiempo en esta vida para agradecerte la forma en que nos has tratado hasta el último momento. Tus nietos dicen que hay una nueva estrella en el cielo y que eres tú. Por eso, desde ya, siempre que mire hacia arriba y vea una estrella, sabré que eres tú.
    Por Pedro Jesús Gómez Gálvez.

    José López Romero de Alcalá la Real
    “Era todo optimismo y con una gran memoria”

    Me sorprende una actividad humana que ha pasado de moda y que ha quedado prácticamente desparecida de nuestro mundo actual, a pesar de que era muy frecuentada por nuestros antepasados. Me refiero al buen uso de la memoria, que se reflejaba en la repetición de dichos, refranes, anécdotas, leyendas y fórmulas científicas como si el que las dijera fuera un papagayo. Y eso no era verdad porque muchas investigaciones de tradición oral se han conseguido gracias a la privilegiada mente de estas personas. O, lo que es lo mismo, te las solían expresar en menos que canta un gallo. Estas personas disponían y mantienen una biblioteca enciclopédica en su mente. Algunos las mantuvieron hasta que dijeron el último adiós a la vida terrena.
    Este es el caso de José López Romero, recientemente fallecido en nuestra ciudad. Persona muy querida en la generación que compartió muchas vivencias y convirtió oficialmente nuestro pueblo en ciudad. Un nonagenario que nunca perdió ese caudal de memoria popular, de modo que estar a su lado era una fuente de datos para la intrahistoria y la vida cotidiana de Alcalá la Real. Nunca podré olvidar las descripciones más bellas que pude escuchar de muchas tareas del campo o de acontecimientos bélicos de la ciudad que tuvieron lugar allá por los años treinta. Los guardo como oro en paño, porque personas como Pepe y su amigo Antonio fueron testigos y agentes de ver hecha realidad la etapa más importante de la ciudad de Alcalá la Real. Lo mismo te comentaba la pasión miliciana de su vecino que la formación de aquellas primeras escuadras de la posguerra, o el mundo de las personas que se fueron a los montes con ansias de libertad, o la penuria de aquellos años de cartillas de racionamiento, o las vivencias de su abuelo, que, al terminar de la guerra de Cuba, Costa Rica y ser de los últimos de Filipinas, arribó en Alcalá con unos pocos cuartos en su alforja para adquirir los restos de un pequeño arrañal del Cascante, de lo que se sentía muy orgulloso. Con aquella expresión que transmitía llena de gracejo y frase hilarante del “munditi indini”. ¡Vayan a ustedes a saber qué significaba! Y en verdad que era importante, pues el famoso novelista y articulista Javier Marías hacía referencia a esta palabreja para indicar algo de exotismo y evasión a un mundo alejado a nuestra cotidianidad, y lo que más he podido encontrar en el internet a ese mundo ligado con el mundo suramericano con estas palabras: “Understand some of the underlying South American Indian religious assumptions... Mangu sisa, red plants, pasu, munditi mandi, sicuanga callu, challua caspi”.
    Era un descendiente seguro de la osadía de ese simpático personaje alcalaíno que fue el Niño López. Bajo de estatura, pero con un corazón y una sangre que dinamizaba todo el cuerpo. Y el alma. Fiel y cumplidor, pero con la cabeza bien alta.
    Estar a su lado era perder el hilo temporal, ganar en optimismo y recibir una inyección de afrontar la vida con entusiasmo. De esto mucho pueden decir sus hijos cuando lo acompañaban en sus aficiones de jubilación desde el mirador de los Cipreses. Su huella se mantiene en ese paraje de la Cañada Navazo, —que no Nevazo, pues en Alcalá cae alguna nieve, pero no tanta—. Aquel lugar es testigo y epítome de su biografía. Allí están reflejados su laboriosidad constante, su premio a un trabajo de Ganímedes y su constante mimo por la naturaleza. Muchas horas pasó en aquel rincón que era un yerno inhóspito y quedó convertido en un pequeño vergel de cerezos entre el almendral y algún que otro olivo. Aquel lugar fue el remanso de paz de una jubilación bien ganada, y que obtuvo el fruto y el reconocimiento de ver el triunfo de sus hijos sin orgullo, humilde como las pompas de jabón. Aquel lugar, junto con el balcón de Miguel Hernández y el acompañamiento de su buena esposa María, era el sitio de meditación donde se evadía por sus preocupaciones sociales, como el mantenimiento de un bello parque.
    Siempre recordaré la solidaridad y la coalición amical con mi padre, vínculo de muestra amistad con toda su familia, desde su suegro, Francisco García Robles, y su esposa hasta sus hijos, Pepe, Paco y Felipe, pasando por su madre y nietos. Hombres como Pepe son de los que se aprende una virtud muy importante unamuniana. “Labor vicit omnia”. Con el esfuerzo y trabajo se supera todo. ¿Qué más se puede heredar de esta gran persona?

    Por Francisco Martín.

    Luis María Diosdado García de Castillo de Villamalefa (Castellón)
    “Un abrazote desde aquí para nuestro amigo”

    Fue el último delegado provincial del Ministerio de Educación, catedrático de Francés, inspector de Educación. Cuando llegó a Jaén de inspector, enseguida se unió a su peña de toda la vida. Tomando la ligaílla de la cerveza con sus amigos, eran discusiones continuas que acaban en abrazos. Él, como siempre, educadísimo y, sin dar una voz más alta que otra, el Rufo y Juanjo, gallos de pelea; Paquito de mediador y Manolo echando cizaña.
    Teníamos una peña en la que semanalmente poníamos una cantidad de dinero para ir de comidas y, aparte el cumpleaños de cada cual, siempre tenía que invitar. Y así transcurrieron muchos años. La última estaba preparada para esta Navidad, ya que él, aunque con su enfermedad, seguía empeñado en que nos juntásemos. Ay, Luisito, cómo te vamos a echar de menos. Eras espejo en el que se pueden mirar todas las personas por tu integridad, profesionalidad, educación, saber estar, etcétera. Fuiste luchador contra su enfermedad mortal hasta justo minutos antes de fallecer. En fin, todos tus amigos querríamos haber sido “Luisito”. Un abrazote desde aquí que, seguro, llegara en donde tengas tu reservado VIP en el Cielo.

    Por tus amigos Manolo Alarcón, Paco Callado, Rufino Linares y Juan José Martínez.