Hasta siempre
Manuel Fraga Iribarne de Villalba (Lugo)
Yo fui cocinero de Manuel Fraga
En los comienzos del año 1980 y en plena campaña electoral de las regionales de Andalucía, visitó Jaén Manuel Fraga para dar un mitin en el Auditorio de La Alameda; en un ambiente pletórico y en noche primaveral, con fondo el iluminado Castillo de Santa Catalina, tuve el honor de mitinear, en primer lugar, tremendamente emocionado, pues acababa de perder a mis dos hijos gemelos, como dos gotas de agua. Hice alusión a ello en el transcurso de mi vibrante perorata y, al sentarme en la mesa presidencial junto a Fraga, me dio un fuerte abrazo expresándome paternalmente la suerte que Dios me había deparado al tener dos ángeles en el cielo. ¡Bonito detalle! ¿Verdad que sí?

Yo fui cocinero de Manuel Fraga
En los comienzos del año 1980 y en plena campaña electoral de las regionales de Andalucía, visitó Jaén Manuel Fraga para dar un mitin en el Auditorio de La Alameda; en un ambiente pletórico y en noche primaveral, con fondo el iluminado Castillo de Santa Catalina, tuve el honor de mitinear, en primer lugar, tremendamente emocionado, pues acababa de perder a mis dos hijos gemelos, como dos gotas de agua. Hice alusión a ello en el transcurso de mi vibrante perorata y, al sentarme en la mesa presidencial junto a Fraga, me dio un fuerte abrazo expresándome paternalmente la suerte que Dios me había deparado al tener dos ángeles en el cielo. ¡Bonito detalle! ¿Verdad que sí?
Al salir del abarrotado evento electoral, la junta provincial del partido, a la cual yo pertenecía, lo invitamos a cenar. A los postres, como es costumbre, le dediqué un libro de Jaén que acababa de publicar: “Evolución e historia de la ciudad de Jaén”. Me prometió que lo leería con mucho gusto, recordando la deliciosa noche que había pasado en la ciudad del Santo Reino.
No acaba en ese momento mi compañía con el que pretendía ser presidente del Gobierno de la nación, pues, al día siguiente, pescaba truchas en el cristalino río Borosa, en plena Sierra de Cazorla, y, dada la distancia considerable que mediaba entre el lugar de pesca y el Parador Nacional, mi querido amigo Gabino Puche, a la sazón secretario general, me pidió que le cocinara una paella en plena sierra. Yo, en aquellos tiempos, tenía un amplio coche-furgoneta en el que, diariamente, se acomodaba mi numerosa familia, por lo que no me venía largo llevar todos los utensilios necesarios para condimentar la suculenta y sabrosa comida que la dirección del partido me había encomendado. Con una ilusión tremenda, debido a mi gran afición a la cocina, fui preparando todo lo que se necesitaba para este culinario evento y tomando varios pinches, compañeros de partido y algún guarda del coto nacional, me puse en camino para cuando Manuel Fraga terminase su jornada pesquera. La comida estaba prevista para las dos de la tarde, dado que podía pescar 18 truchas, según el permiso que el partido le había proporcionado del Ministerio de Agricultura. Pero su maestría en el arte de pescar y su negativa en seguir capturando truchas por tener cumplido el cupo (vaya honradez la suya), se presentó una hora antes de lo previsto en la improvisada cocina campera. Se sorprendió al verme de nuevo, y mucho más de cocinero, haciendo el siguiente comentario:
“Señor Pardo, personas como usted, mitinero, escritor y cocinero hacen mucha falta en el Partido Popular de Andalucía. Si anoche le dije que era afortunado por tener dos ángeles en el cielo, hoy le digo que lo es doblemente, porque como cocinero tiene aseguradas las habichuelas y las paellas”.
Tengo que decir, con toda satisfacción, que se comió dos suculentos platos de paella y, para mí, fue un honor compartir mesa rústica de madera con un hombre al que le encantaba comer bien y con una preparación digna de todo elogio.
Tuvimos con él una amplia y jugosa tertulia, quedándonos perplejos al comprobar que la sierra no tenía secretos para él, de truchas se lo sabía todo, y teniendo profundos conocimientos sobre las variopintas variedades de pinos que altaneros se alzan en nuestra agreste Sierra de Cazorla. ¡Era un libro abierto!
En definitiva, poder estar todo un fin de semana con Manuel Fraga compartiendo cartel en un mitin en la ciudad que me vio nacer, poder dedicarle mi libro sobre el urbanismo de Jaén y tener la oportunidad de condimentarle una sabrosa paella entre pinos laricios, a orillas del río Borosa en plena sierra cazorleña, puedo manifestar que fue un auténtico privilegio.
Espero que Manuel Fraga Iribarne, al llegar al cielo, (porque fue un hombre honrado a carta cabal), haya saludado con cariño a mis dos gemelos, Francisco Javier y Alberto, que así se llamaban, y le hiciera alusión a la inolvidable jornada que compartió con su padre y compañeros de partido, en la agreste y espectacular Sierra de Cazorla.
Por José María Pardo Crespo, exconcejal, exdiputado provincial, escritor y cocinero.José Alcalá Santiago de Lopera
“Fue un hombre honesto y trabajador”
El pasado día 6 de enero, Día de Reyes, nos dejaba para siempre el loperano José Alcalá Santiago, conocido por todos como Pepín, dejando tras de sí un difícil hueco de cubrir entre sus familiares, amigos y vecinos de Lopera. Fue el mayor de una familia de cinco hijos (José, Carlota, Vicente, Diego y Manuel). Sus padres fueron Diego Alcalá Canales y Serafina Santiago Santiago. La infancia de José Alcalá transcurrió en la calle San Sebastián. La Guerra Civil la pasó refugiado con su familia en Macha Real.
De vuelta a Lopera, compaginó ir al colegio Francisco Giner de los Ríos y con el trabajo con su padre en las tareas de pastoreo cuidando ganado por el término de Lopera. Después, se marchó a realizar el servicio militar en Algeciras y, a su regreso, ya licenciado, comenzó a trabajar como carnicero. Montó dos puestos de carnicería en el Mercado de Abastos y otro en la calle Don Manuel Casado, además de vender también en su casa familiar los típicos productos caseros que, a diario, realizaba la familia. Ejerció la profesión hasta su jubilación y le entregó el testigo a sus hijos. El 16 de septiembre de 1957, se casó con la mujer de su vida, Rafaela Lara Partera, y fruto de cuya unión nacieron seis hijos, Diego, Serafina, Carmen, José, Pilar y Manolo.
Le encantaba pasar sus ratos libres cazando con el pájaro de perdiz. Salió al campo con sus galgos y consiguió algunos trofeos en la provincia. También en Lopera es muy recordado por su gran afición al cante flamenco y cantó varias veces en público. Dominaba todos los palos e, incluso, cantó en un programa de Radio Linares. Le encantaba la televisión y, sobre todo, los toros y fue un seguidor nato del rejoneo, lo que pudo ver en vivo en varias corridas. Su vida estuvo marcada por ser un hombre que se desvivía por su familia y, también, tenía gran devoción por los once nietos que llegó a conocer: José Manuel, Carmen, Francisco José, Inmaculada, Lorena, Juan José, Cristina, Mari Carmen, Rafael, Lucía y María. Fue un hombre muy trabajador y de gran carácter. Murió con 78 años. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.
Por José Luis Pantoja.Francisco González de Castro de Úbeda
Llevó el nombre de su tierra a Granada
Queridos amigos, hoy no voy a enviaros uno de mis acostumbrados reportajes sobre fiestas, paseos, costumbres o tradiciones de esta bonita ciudad de Granada o de los pueblos de Jaén. Hoy quiero rendir un pequeño homenaje a un buen amigo y mejor persona, con la que he convivido a lo largo de 25 años y que, después de andar 83 años por los caminos del mundo, descansó en la paz del Señor.
Se trata de Francisco González de Castro, presidente de la Casa de Jaén en Granada. El 12 de enero tuvo lugar la triste despedida de tan querido amigo en el cementerio municipal de San José, en Granada. Todos los socios de la Casa de Jaén, familia e infinidad de conocidos nos dimos cita allí para decirle nuestro último adiós. Queda un vacío muy grande con su marcha y, entre todos, procuramos en aquellos momentos arropar a la familia en su gran desconsuelo. Despedimos a una persona afable, humana, bondadosa y trabajadora con la que hemos compartido innumerables vivencias a lo largo de los 25 años transcurridos desde la fundación de la Casa de Jaén, de la que siempre hemos querido que sea nuestro presidente. Nació en Úbeda y era ingeniero industrial. Curso, después, el doctorado y ocupó el puesto de decano del Colegio de Ingenieros y, también, fue el secretario de Colegios de Ingenieros de España. Ha trabajado siempre en la Compañía Sevillana de Electricidad, primero en Sevilla y, después, en Jaén. Finalmente, pasó a granada, donde fue director. En este cargo permaneció en su jubilación y ganó un gran prestigio por su labor al frente de la empresa. Por su forma de ser conserva excelentes amigos desde su época universitaria, al igual que en todos los lugares que residió por motivos de trabajo.
En su época de Jaén se casó con Marite en La Carolina. Ella fue su compañera de siempre. Mujer que le ha animado y ayudado en todos los proyectos que ha iniciado y le ha dado seis hijos, todos ellos nacidos en Jaén. Formaban los dos una pareja entrañable. Colaboró eficazmente en muchos movimientos solidarios, como Unicef y Hogar 20, pero donde realmente hemos convivido codo con codo con él fue en la Casa de Jaén. Con un grupo de jiennenses se embarcó en la tarea de fundar esta asociación para conseguir una embajada de Jaén en Granada. Siempre le recordaremos desde aquellos lejanos tiempos en que la casa no era más que un montón de ruinas. Bajo su dirección, se acometió la empresa de hacer resurgir la preciosa edificación que había sido en su tiempo para convertirla en sede de nuestra asociación. Se entregó a la tarea con la pasión que siempre ponía en todos sus proyectos y consiguió que tuviéramos un lugar representativo donde poder propagar la cultura de las dos provincias. La abrió después al mundo y tuvo el disfrute de ver cómo, desde entonces, personalidades de la vida cultural, política, científica, etcétera, empezaron a pasar por ella aportando sus conocimientos y enriqueciéndola con magníficas conferencias, exposiciones, música, teatro... También, entregó y recibió premios.
Consiguió organizar una Semana Cultural que, anualmente, se celebra en la Casa de Jaén. En ella se reúnen toda clase de eventos, como literarios, exposiciones, musicales, conferencias y teatro, entre otros. Nuestro querido “Curro” quiso que la Casa de Jaén participara en las fiestas y costumbres de Granada y que, de esta forma, estuviese presente en los actos principales compartiendo con los granadinos sus fiestas y tradiciones. Consiguió que tuviésemos una caseta en el ferial donde promocionar los productos de Jaén. También integró en la Casa de Jaén a la Cofradía de la Virgen de la Cabeza, de la que fue hermano mayor. Puso la primera piedra y construyó la Casa de Hermandad en Sierra Morena.
En mayo, se monta la cruz en el bonito patio de la casa y es muy visitada. Participaba en todo. Y no falta el Belén de Navidad, que inauguraba en un bonito acto cada año. Tuvo la satisfacción de recoger varios premios, tanto por la Cruz como por el Belén.
Su amor y entrega a la Casa de Jaén se vio recompensada cuando el Ayuntamiento de Granada, en reconocimiento a la gran labor de la asociación, le concedió la Bandera de la ciudad. El alcalde en persona se desplazó a nuestra sede para hacer la entrega. La mostró a todos con orgullo.
Hoy, el salón de nuestra sede, donde tantos y tantos actos presidió, se ha quedado solo y en silencio. Silencio respetuoso por la falta de la persona más emblemática, querida y cercana. Nuestro buen amigo “Curro”.
Ha querido el destino que coincidiera el sepelio con el día de su cumpleaños. Pero, posiblemente, haya querido celebrarlo en el cielo con la buena gente de la Casa de Jaén que le precedió en el camino: Pablo Velilla, Juan Machado, Pepe Jiménez, Pepe Salcedo, todos grandes colaboradores suyos.
También es posible que San Pedro lo esté observando de reojo y haya ido a decirle al Padre que ya está allí Curro y, lo más probable, es que esté pensando en montar la Casa de Jaén en el cielo, ya que lo ve reunido con un grupo de antiguos colaboradores.
Pero de lo que no hay duda es de que quien tiene el poder para sostener el mundo en su mano, sostiene hoy y cuidará para siempre a nuestro Francisco González de Castro, nuestro Curro.
¡Hasta siempre, presidente! Aquí llevas el abrazo de todos, pero, muy especialmente, el de tu amigo Jorge.
Por Jorge Quesada. Francisca Redondo Vázquez de Andújar
“Por las calles empedradas de Jaén”
Por las calles empedradas de Jaén, subiendo una cuesta que avisa de la llegada de la Catedral, no hace más de un año, se podía encontrar un rincón de demonios y fantasías, se podía encontrar un huequito en este mundo para el encanto y el alivio, para todos aquellos pecadores y pecadoras que habitan el mundo. En aquel lugar de cuento, donde se mezclaban los sabores más pícaros y las noches sin sueños, te encontrabas tú. Detrás de una barra de madera, paseabas encantadora, con la sonrisa que endulzaba tus vinos. Fogones de oro y plata para cocinar con esmero degustaciones ajenas. Pimienta, laurel, romero, colorante, tomillo, nuez molida, acompañados de tu toque de cariño y aliñado con el humor que bien hacías tuyo.
Viajera incasable de la vida, a ti debemos alegrías y despreocupaciones. Con un solo vistazo hacías reír a los muros y cantar a las piedras. Paseando tu gracia, dejabas un halo de luz que bien hacían en envidiar muchos, que no era más que el anhelo de lo inalcanzable. Soñadora, entusiasta, que recorrías las calles con una manzana mordida, que no es más que el corazón de aquellos a los que dejas aquí, pues contigo llevas un pedazo que nunca se podrá recuperar. Los recuerdos se guardarán, así como desastres y canciones, en la memoria de todos aquellos que un día te quisieron. Una copa de vino, un mordisco a alguna extraña comida y tu olor recorrerá los rincones de los olvidos imposibles. Te recodaremos así, amiga, hermana, hija, prima, compañera. Pero sobre todo, pecadora, dulce pecadora.
Por Carmen Cruz Luque.