Parkour.-Gatos callejeros con arte
Diana Sánchez Perabá /Jaén
Vídeo.-Con elegancia, espectacularidad y sigilo felino, los delgados cuerpos de Juanjo Linares Cuadrado (18 años), Germán Soler Jiménez (13), Josema Davias Salinas (17) y Carlos Tello Liébanas (18) se deslizan a su antojo por bancos, escaleras, muros y columpios. Para estos jóvenes, obstáculo es una palabra que no existe en su diccionario, en su forma de vida. Seguidores de la filosofía que implantó el francés David Belle, con la disciplina urbana conocida como Parkour, son fieles al lema del 'ser y poder'.

Vídeo.-Con elegancia, espectacularidad y sigilo felino, los delgados cuerpos de Juanjo Linares Cuadrado (18 años), Germán Soler Jiménez (13), Josema Davias Salinas (17) y Carlos Tello Liébanas (18) se deslizan a su antojo por bancos, escaleras, muros y columpios. Para estos jóvenes, obstáculo es una palabra que no existe en su diccionario, en su forma de vida. Seguidores de la filosofía que implantó el francés David Belle, con la disciplina urbana conocida como Parkour, son fieles al lema del 'ser y poder'.
Como grupo consolidado y con nombre propio “Live on air” (vida sobre el aire), los integrantes se dejan llevar por una especie de sobrefuerza que les permite desafiar a la ley de la gravedad con saltos y deslizamientos fluidos.
Movimientos con nomenclatura consensuada y conocida por sus adeptos (gato, pasavallas o rompemanos) que se citan en parques de la ciudad, como el del Bulevar, así como en su “templo virtual”: internet. Gatos callejeros que encuentran en la gran red su mejor escaparate para exhibirse y, al mismo tiempo, aprender. “Lo que sabemos lo vemos en YouTube y luego lo practicamos en la calle”, dice Juan José Linares Cuadrado, que lleva seis años practicando Parkour.
Flexibles y sin temor a caer, a sufrir el impacto sobre el asfalto o a golpearse algún miembro, los “Live on air” igual sobrevuelan una mesa de ping-pong o lo mismo organizan, de manera improvisada, una coreografía. “Ya me operaron la rodilla hace unos años”, dice uno de ellos. “A mí me tuvieron que dar dieciséis puntos”, confiesa otro, de manera heroica.
Ayudados por la anchura de sus prendas y con la protección de unas zapatillas que les permiten amortiguar parte de sus saltos, los practicantes del Parkour explican que se trata de una disciplina que les permite ver la vida de otra manera. “Si tienes una farola delante, nosotros la esquivamos con un mortal”. Una óptica diferente que se aprecia, incluso, en el seno de los practicantes, quienes debaten entre la esencia del Parkour y el Free Running, en los que la diferencia se encuentra en los mortales. “Nosotros practicamos estos saltos, pero consideramos que hacemos Parkour”, apuntan.
Libertad desatada que se explaya como un felino callejero que transita a sus anchas por la ciudad.