Exponente de unidad familiar
Su fiesta de Primera Comunión tuvo más invitados que una boda. No fue la única que recibió el sacramento. La familia aprovechó para que la celebraran juntos todos los niños de similar edad. Primos y hermanos recuerdan tan trascendental fecha como uno de los momentos más felices de sus vidas. Crecieron unidos y no podían festejar algo así por separado. Es una de las muchas anécdotas que guarda en su memoria. Imágenes para el recuerdo que contienen historias que solo se pueden vivir en la cercanía de un pueblo.
Carmen María Ruiz Hornos, natural de Arroyo del Ojanco, relata una infancia de cuento. Su padre y sus tíos, propietarios de una conocida empresa de tapizados, decidieron construir sus hogares en una urbanización situada a las afueras de lo que antes era una pedanía de Beas de Segura. En amor y compañía criaron a sus hijos. El paso del tiempo estrechó lazos imposibles de romper. Todavía recuerda cómo los llevaban, cada mañana, al colegio. Todos subidos a bordo de una furgoneta. Era algo así como una excursión diaria.
La mayor de cuatro hermanos, no tuvo más remedio que salir de ese ambiente tan acogedor para forjarse un mañana esperanzador y empezar a escribir su propia leyenda. Decidió dedicarse a los números y se decantó por Ciencias Empresariales. Fue entonces cuando recaló en la capital, un lugar que convirtió en su casa y del que ya no quiere salir.
El último curso universitario se convirtió en la llave que abrió su futuro. Tuvo la oportunidad de viajar hasta el municipio italiano de Catania con una beca Erasmus que cambió su forma de mirar al mundo. Allí, curiosamente, conoció al que hoy es su marido, otro jiennense también becado con el que empatizó a las primeras de cambio. Sus vidas se unieron en aquella etapa inolvidable y hay manifiestas pruebas que evidencian que será para siempre.
En el Ayuntamiento de Guarromán empezó un periplo laboral, en prácticas, que tuvo su continuidad en Málaga. Adquirió experiencia en los Astilleros del Puerto y, en cuanto tuvo oportunidad, regresó a su provincia para dar el callo y, sobre todo, para permanecer al lado de su esposo. Fue valiente. Dejó un trabajo modélico para empezar de nuevo, algo impensable en un momento tan difícil como el actual. Sin embargo, tuvo suerte. No había abierto los libros del máster en el que se había matriculado cuando la llamaron de Residuos Sólidos Urbanos de Jaén, una empresa en la que se siente afortunada.
Mujer activa, algo tímida y buena gente, tiene a Arroyo del Ojanco en lo más profundo de su corazón y, en cuanto puede, acude a la llamada de su tierra para reponer energías. Viajar es más que una pasión y su principal proyecto consiste, por supuesto, en ser madre.
Carmen María Ruiz Hornos, natural de Arroyo del Ojanco, relata una infancia de cuento. Su padre y sus tíos, propietarios de una conocida empresa de tapizados, decidieron construir sus hogares en una urbanización situada a las afueras de lo que antes era una pedanía de Beas de Segura. En amor y compañía criaron a sus hijos. El paso del tiempo estrechó lazos imposibles de romper. Todavía recuerda cómo los llevaban, cada mañana, al colegio. Todos subidos a bordo de una furgoneta. Era algo así como una excursión diaria.
La mayor de cuatro hermanos, no tuvo más remedio que salir de ese ambiente tan acogedor para forjarse un mañana esperanzador y empezar a escribir su propia leyenda. Decidió dedicarse a los números y se decantó por Ciencias Empresariales. Fue entonces cuando recaló en la capital, un lugar que convirtió en su casa y del que ya no quiere salir.
El último curso universitario se convirtió en la llave que abrió su futuro. Tuvo la oportunidad de viajar hasta el municipio italiano de Catania con una beca Erasmus que cambió su forma de mirar al mundo. Allí, curiosamente, conoció al que hoy es su marido, otro jiennense también becado con el que empatizó a las primeras de cambio. Sus vidas se unieron en aquella etapa inolvidable y hay manifiestas pruebas que evidencian que será para siempre.
En el Ayuntamiento de Guarromán empezó un periplo laboral, en prácticas, que tuvo su continuidad en Málaga. Adquirió experiencia en los Astilleros del Puerto y, en cuanto tuvo oportunidad, regresó a su provincia para dar el callo y, sobre todo, para permanecer al lado de su esposo. Fue valiente. Dejó un trabajo modélico para empezar de nuevo, algo impensable en un momento tan difícil como el actual. Sin embargo, tuvo suerte. No había abierto los libros del máster en el que se había matriculado cuando la llamaron de Residuos Sólidos Urbanos de Jaén, una empresa en la que se siente afortunada.
Mujer activa, algo tímida y buena gente, tiene a Arroyo del Ojanco en lo más profundo de su corazón y, en cuanto puede, acude a la llamada de su tierra para reponer energías. Viajar es más que una pasión y su principal proyecto consiste, por supuesto, en ser madre.
