España de charanga y pandereta
Devota de Frascuelo y de María, como ya aseveraba don Antonio Machado. Un año más, la Semana Santa, se hace presente, para todos. Para los recortados, para los parados, que alguno logra unas pesetillas saliendo de romano, para la buena parte de estudiantes que han perdido su beca, para esa incontable cantidad de padres de familia que no tienen el más mínimo amparo para buscar el sustento familiar.
Para estos ministros que para jubilarse vamos a necesitar vivir casi tanto como Matusalén. Pero aunque lo admito, también siento pena por el que palía sus hambres y padeceres por ver salir o acompañar como nazareno a tal o cual santo. Y es que quizás en esto, lo de la vestimenta, iguala al menesteroso y al mangante que purga sus desmanes y avaricias. Con el tufillo del incienso procesional más de uno se da por cenado, aunque otra buena parte tenga mesa reservada a buen recaudo. Lo mismo, cambiando de tercio, ya que por lo que a la santa inquisición que nos gobierna, andará de vacaciones. Lo mismo aparece Tontoro, que quiere pasar la gorra por todos lados y le dan una vara y lo ven de primer espada procesionando. Desde luego, con la última filigrana de recorte sobre los trasplantes a algunas comunidades, es para sacarlo bajo palio. Miedo me da, más bien pánico, de pensar que según los analistas lo del “banco malo”, está aún peor y que no se descarta aunque en la lejanía un corralito. Y es que la llama de los delincuentes de guante blanco se va estirando. Mientras, la deuda pública supera un 85% del PIB, y con el medicamentazo nos han sacado ya 300 millones.
Nicolás Ortiz