Enamorado del paraje de Tíscar

El jardín de Quesada, el paraje de Tíscar, los amigos y la familia. Su vida gira en torno al municipio en el que nació hace cincuenta y nueve años y del que tuvo salir muy joven en busca de un futuro. No se harta de hablar de las bondades de una tierra rica en buena gente y en paisajes de lujo. Francisco Moreno Esquinas, criado en la libertad de un cortijo situado en medio del campo, guarda en su memoria recuerdos difíciles de expresar con palabras. Vivencias irrepetibles que intenta rescatar del olvido con esporádicas escapadas a sus verdaderas raíces.

13 ago 2015 / 23:39 H.


Hay tres profesores que lo dejaron marcado y a los que les debe gran parte de lo que hoy es. José Marín, Jesús García y Antonio Navarrete fueron influyentes en una época en la que pocos estudiaban. Él pudo hacerlo con el apoyo de sus padres y gracias a un sistema de enseñanza libre que exigía grandes dosis de sacrificio. Llegó a matricularse en Farmacia, pero circunstancias sobrevenidas hicieron que abandonara los libros para comenzar a formar una familia. Tan inesperado fue el cambio que le tuvieron que dar permiso en el extinto servicio militar para poder casarse. La decisión, a la postre, no pudo ser más acertada.

Fue entonces cuando entró de lleno en el sector de las mutuas. Construyó su hogar en la capital y empezó, desde lo más bajo, en una profesión en la que subió peldaños con el sudor de su frente. Nadie le regaló lo que hoy tiene. Su constancia en el trabajo y su empeño por hacer las cosas bien tuvieron su recompensa. Hoy en día es el director provincial adjunto de Fraternidad Muprespa, una empresa en la que se siente querido y, sobre todo, realizado.

Amante del campo, de la sencillez del pueblo y de la unidad familiar, es un hombre que se desvive por el bienestar de sus tres hijos y la felicidad de su mujer, a quien considera un regalo caído del cielo. A todos les inculcó esa pasión desmedida por Quesada, un necesario sentido de la responsabilidad y el valor de la honradez por encima de todas las cosas. Todavía recuerda cómo los primeros años de casado regresaba cada domingo, en un emblemático Seiscientos, por aquellas sierras hasta llegar a sus orígenes. Ahora lo hace de una forma pausada, también con algo más de comodidad en el viaje, en busca de lo que de verdad le importa: estar rodeado de las amistades de siempre, las auténticas, las que no hace falta buscar porque siempre permanecen en el paradigmático jardín de Quesada.
Francisco Moreno es de las personas que nunca se aburren. Le encanta pasear al aire libre, leer la prensa y, como vía de escape, pintar con brocha fina. Convencido de que la suerte hay ganársela a pulso, se considera un privilegiado en todos los aspectos de su historia y solo pide permanecer así.