¿El sueño de los justos?

No puedo evitar el rictus irónico triste que se dibuja en mis labios cuando oigo a alguien hablar orgulloso y henchido de “nuestra sociedad”, en la cual, no nos engañemos, no es el ser humano el protagonista, sino el prototipo creado por algún poder interesado que asegura sin honorables razones.

    16 dic 2014 / 09:33 H.

    Invadido el yo, borrados los más altos valores de la vida, ese ser humano se mueve empujado por el único fin de superar al contrario, con la promesa de un bienestar decadente y efímero por individualista. Es la forma de destacar ese “nosotros” que ya no consta de yo, la tapadera de la identidad pérdida. La envidia, la que Unamuno acusó de encender las hogueras de la Inquisición, inseparable compañera de lo humano, crece más y más cada día; tan bien alimentada está. Y la ambición de ser, poderosa aliada. Pero eso sí, cuidado con rebelarse, advierte “nuestra sociedad”, y obedecemos, convertidos ya en autómatas que nos limitamos a recibir y subordinarnos, temerosos de ser distintos, nos indignamos algún día, incluso protestamos, pero pronto nos dejamos acunar en nuestro espacio de confort. Y es que en la era de las comunicaciones, los Derechos Humanos, la emancipación de la inteligencia, la información al alcance de la mano, el espíritu esta postergado. No avanzamos, es una ilusión. Vencidos, no nos queda otro remedio que admitir que quizás Heráclito tenía razón y todo cambia para permanecer igual, aunque yo sigo resistiéndome a dejar de ser una ilusa y pienso: ¿y si le decimos que se marchen? Alto y claro, a la cara, que no los queremos, que se marchen los farsantes, los sin corazón, los ladrones, los mediocres maliciosos cuya mayor habilidad es la intriga, la deslealtad a los principios. Están en todas partes, en cualquier organización, institución, grupo humano, son tóxicos y acaban pudriendo lo que tocan, están bien armados, pero podemos echarles.  Señálales con el dedo cuando los encuentres en tu entorno, aquí también el silencio nos hace cómplices.  Y a todo esto, quizás algún día, como dice mi admirado José Mújica, las personas empecemos a pensarnos especie.