El precio del aceite roza máximos históricos

El mercado del aceite de oliva vive momentos de locura. Una de las peores campañas de la historia ha hecho que el precio del oro líquido se instale en máximos históricos. La cotización media del virgen extra, el de mayor calidad, rozó los 4,3 euros por kilo, durante la última semana, entre el 5 y el 13 de agosto. La página web del sistema Poolred de información de precios en origen reflejaba ayer que se habían llegado a pagar hasta 4,48 euros por algunas partidas.

14 ago 2015 / 00:37 H.


El precio del virgen fue de 3,99 euros, mientras que el lampante cotizó en 3,87, lo que supone que los caldos de peor calidad ganan “músculo” y se revalorizan un extraordinario 50 por ciento en lo que va de verano. Es la ley de la oferta y la demanda: el descenso de la producción ha hecho que la cotización del oro líquido se haya disparado. De hecho, su valor se ha incrementado casi un 40% respecto al precio marcado hace exactamente un año.

La escalada de precios es evidente, sobre todo si se echa la vista atrás y se recuerda de dónde viene el sector. El 5 de enero de 2014, el virgen extra tocó suelo. El kilo se pagaba por aquel entonces a 1,89 euros. Por debajo de la rentabilidad del agricultor, según denunciaban las asociaciones del sector. No fue hasta el pasado mes de febrero, cuando se superó por primera vez en años la barrera psicológica de los tres euros por kilos. Y, desde, entonces el mercado no ha hecho más que subir.

Una tendencia alcista propiciada por el temor al desabastecimiento y la previsión de que la próxima cosecha tampoco será para tirar cohetes. El sofocante calor de agosto y la pertinaz sequía de los últimos meses han hecho que las estimaciones, que eran muy buenas tras una espectacular floración de la primavera, se deshinchen con el verano. Y los agricultores no hacen más que mirar al cielo pidiendo agua para aminorar las consecuencias de lo que puede ser un desastre.

Y ese es el escenario que ha hecho que el mercado enloquezca. Está disparado, si bien es cierto que se están cerrando escasas operaciones. Se opera con muy poca cantidad: apenas 275 toneladas en la última semana. Eso sí, quien sale a comprar debe pagar el aceite caro.

La última vez que el sector se comportó así fue en la primavera y el comienzo del verano de 2006, después de una campaña oleícola muy pequeña debido a las graves heladas que sufrió el campo jiennense durante marzo de 2005. Los operadores temieron caer en el desabastecimiento o, lo que es lo mismo, no poder proveer de producto a sus compradores. Por eso, se lanzaron a comprar aceite, lo que infló la cotización. En cambio, pocos vendieron, por lo que el precio creció y creció porque había mucha demanda y muy poca oferta.

La situación se está repitiendo actualmente. Apenas hay aceite en las bodegas. Las cifras que maneja el sector son concluyentes: Quedan unas 330.000 toneladas sin consumir, la cifra más baja que ha existido nunca a estas alturas de la campaña de comercialización. Solo en julio se vendieron unas 110.000 toneladas. Si se mantiene el ritmo en los próximos meses, las reservas se habrán agotado a finales del otoño o, incluso, antes. Ese temor al desabastecimiento y el miedo a una escasez de la próxima cosecha es lo que está animando el mercado.

Eso sí, que nadie piense que los olivareros se están haciendo ricos. Ahora mismo, existen muy pocas operaciones, porque los grandes envasadores se han afanado, durante los últimos meses, para tener unas reservas suficientes. Y, entonces, compraron aceite a precios más bajos que los que se dan ahora. Al haber ahora menos volumen de negocio, son muy pocos los que se benefician de la escalada de los precios.

El otro factor que se desprende de esta situación es cómo responderán los consumidores. Hay una amenaza real de que se pierda cuota de mercado en favor de otras grasas como el girasol o el maíz, que son más económicas. Eso, a la larga, sería muy perjudicial para los olivareros. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que se trata de una situación estacional marcada por el déficit de producción y por las malas perspectivas de la próxima cosecha. Parece, por lo tanto, que el mercado será capaz, finalmente, de absorber el encarecimiento del producto.