El nacionalismo catalán y la ofensa constante a Andalucía

El menosprecio hacia Andalucía por parte de dirigentes nacionalistas catalanes, lejos de atemperarse con el tiempo y la educación, amenaza con convertirse en argumentario político de base. Si el presidente de la Generalitat, Artur Mas, para defender la política lingüística de su comunidad menospreció y se mofó del conocimiento del castellano de los niños andaluces, el candidato de CiU, Josep Duran Lleida,

    11 oct 2011 / 08:44 H.

    criticó el sistema de subvenciones del PER con la ocurrencia de que los agricultores andaluces recibían esta ayuda para irse al bar. Lejos de pedir perdón y quitar hierro a unas palabras que encierran un nada escondido desprecio a un colectivo social de gran peso en Andalucía, mantiene lo dicho y, además, afirma que no supone una ofensa a los andaluces. La demagógica posición de los políticos nacionalistas catalanes —a la que hay que sumar también la de políticos del PP, como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que dijo que en Andalucía “no pagaba impuestos ni Dios”, o la líder popular Ana Mato que dijo que los niños andaluces eran “prácticamente analfabetos”—  tiene un claro tufo electoral y pretende contraponer los “sacrificios” y recortes emprendidos por el Gobierno catalán en materia social con una supuesta “barra libre” en la que Andalucía puede mantener ciertos servicios gracias al desequilibrio territorial que asfixia a los catalanes. En la comparación no entra, lógicamente, que toda la industria, otrora pujante, del automóvil para mantenerse en Cataluña cuenta con más ayudas que todo el campo andaluz. Pero, aunque la realidad es tozuda, conviene tomar medidas contra un discurso que nace de tópicos falsos y que minusvalora a todo un pueblo. Por este motivo, es necesario dar un paso más, al margen de las críticas políticas que se hagan, y reprobar en el Parlamento andaluz al candidato de CiU por sus penosas declaraciones.