El espantapájaros en su saber
Morderse la lengua, hacer oídos sordos, ponerse una venda en los ojos o mirar para otro lado, cerrar la boca para que no entren moscas, tener el corazón de paja y la sangre de horchata, comulgar con ruedas de molino, procurar no moverse ni un ápice para salir bien en la foto, saber nadar guardando la ropa, no fiarse de las aguas mansas y menospreciar al perro ladrador, y así etcétera y más etcétera.
Hay numerosas expresiones, locuciones, y sentencias del refranero que al parecer nacen de la experiencia y sabiduría popular, que pueden inducirnos hacia la confusión, al contrario que allanar los caminos que nos procuren la claridad. Y así nos encontramos en este frenesí, entre saberes e ignorancias, sin acertar a dilucidar si nos hallamos en el ejercicio de la virtuosa prudencia o en disposición de aceptar una conformidad enfermiza, si estamos practicando un ejercicio de refinado equilibrio intelectual o abandonándonos en la más estéril de las mansedumbres. También es cierto que los ciudadanos de todas las Españas nos reconocemos con ufanía y resolución, como maestrillos en posesión cada uno de su librillo, antes manijeros o reyes, que villanos, peones de brega o aprendices de nada ni de nadie, y de esta manera nos proclamamos en los foros de la taberna, en los senados del hogar del pensionista, en los efímeros congresos de una sala de espera, de una plazoleta de barrio, en las breves chácharas a pie de calle. Sin embargo, cuando el armazón que sostiene nuestra enciclopedia de ir viviendo, se torna quebradizo, sea por el paso del tiempo, sea porque nunca fue de suficiente calidad, o por la acción corrosiva de agentes externos, como estamos padeciendo en la actualidad, nos ofuscan las tendencias al pajareo, al juicio apresurado, a la descalificación global, a los fanatismos oscuros, merma nuestra arrogancia, aflora la fatalidad. Ante estas circunstancias, entiendo que no sería despreciable aprender el oficio de espantapájaros, profesional en quietud y mutismo, dueño de sus pajas en cuerpo y alma, y por encima de todo, un experimentado ahuyentador de pajarracos de mucho cuidado.