El Cascanueces: Dulces saltos navideños

Diana Sánchez /Jaén
Ante la inauguración de un noble  baile al compás de las clásicas notas de Tchaikovsky y el revoloteo de niños alrededor de un árbol de Navidad, el Ballet Estatal Ruso de Rostov hizo soñar al público con las aventuras de unos simpáticos juguetes. El Nuevo Teatro se llenó  para disfrutar de El Cascanueces.

    16 dic 2009 / 11:05 H.

    Cuando los juguetes toman vida en forma de danza, la imaginación y la fantasía no sólo la ejercitan los niños, sino que trasciende a los adultos. Con un coqueto montaje de El Cascanueces, los integrantes del Ballet Estatal ruso de Rostov sobrevolaron el escenario del Infanta Leonor para hacer soñar a los asistentes que ocuparon todas las butacas. Y es que la obra que dejaron como herencia el músico Tchaikovsky y el coreógrafo Ivanov fue retomada por un joven cuerpo de baile que, bajo la dirección de Alexei Fadeechev, dio vida a los traviesos juguetes, con el soldadito cascanueces a la cabeza —Konstantin Ushakov— en los sueños de la pequeña Clara —interpretada por Elizaveta Misler—.

    Así, la historia contada por medio de saltos y piruetas acercó al público a la noble familia alemana Stahlbaum. Una trama que arrancó con un acto centrado en la fiesta celebrada por el matrimonio anfitrión en Nochebuena y que contó con una escenografía iluminada por el árbol de Navidad. Con bailes del siglo XVIII, los adultos dibujaron elegantes coreografías, ataviados en terciopelos y rasos de llamativos colores. Por su parte, los niños saltaron sobre graciosas coreografías ilusionados por los presentes recibidos en tan especial noche. Todos están contentos, sobre todo Clara, quien recibe de su padrino Drosselmeyer a un impresionante soldadito provisto de una gran cabeza y fuertes diente, para cascar nueces. La fiesta continúa y los niños se van a dormir, pero la mente de Clara no puede parar, como sus zapatillas que se levantan para desafiar, junto a su príncipe soldadito, a los ratones.

    En un segundo acto, los dos protagonistas llegan al País de los Dulces, en el que se encuentran con doce seres angelicales vestidos de blanco y oro. Un cuerpo de bailarines que les reciben para llevarlos hasta la impresionante hada Pan de Azúcar a quien cuentan sus aventuras. Un acaramelado sueño que degustaron los asistentes al teatro jiennense y del que despertaron con un agradable recuerdo.