El Capullo de Jerez: 'Es más difícil ser artista que cantar'
Diana Sánchez/Jaén
Criado en el barrio de La Asunción, Miguel Flores, más conocido como El Capullo de Jerez, se rodeó de un buen plantel de figuras que pulieron su arte innato. Así, entre genios del cante como Fernando Terremoto, La Paquera o Antonio Mairena,
Criado en el barrio de La Asunción, Miguel Flores, más conocido como El Capullo de Jerez, se rodeó de un buen plantel de figuras que pulieron su arte innato. Así, entre genios del cante como Fernando Terremoto, La Paquera o Antonio Mairena,
Flores se fue curtiendo en el mundo del flamenco mientras descartaba ideas como ser jugador de fútbol. Tiene la genialidad espontánea de los artistas y, con polémicas vitales al margen, El Capullo de Jerez continúa sobre los escenarios para despertar entre los aficionados al arte andaluz su fuerza, que llega casi a una locura cuerda. Esta noche participará en el Festival de Arte Flamenco de Jódar, que celebra su cuarenta aniversario y en el que actuarán cantaores como Paco Marín “Dinerito” y grupos locales como “Entre flamencos”.
—Esta noche participará en un variado cartel en el que se encontrará con veteranos de los tablaos como Mariana Cornejo así como jóvenes promesas como Gema Jiménez.
—Mariana Cornejo es muy amiga mía y la aprecio mucho como artista. ¡Es como si fuera mi madre! Está muy bien unir a diferentes generaciones.
—¿Hay buena relación entre los cantaores de flamenco?
—La verdad es que yo voy a cantar y a hacer mi trabajo. No me relaciono mucho con los artistas, aunque hay algunos con los que sí tengo amistad, como Paco de Lucía, que es un fiera. Aparte de que le haya cantado a él, también lo tengo como un amigo. Yo lo respeto a él y él a mí.
—¿Es complicado ser un buen artista y compaginarlo con la vida personal en el día a día?
—En la mayoría de festivales en los que participo suelo cantar el último. Mucha gente se queda a escucharme. Pero, además de eso, en el día a día, soy un persona de lo más normal. No me siento ni el mejor ni el peor del mundo. Yo estoy en mi trabajo, que consiste en cantar flamenco. Lo único que pido es que me respeten, pues yo respeto a todo el mundo. A veces es más difícil ser artista que cantar. Ya que para lo primero hay que saber estar, saber comunicarse con unos y otros; lo otro, el cante, se lleva dentro.
—¿Cómo se llega profesionalmente a que le consideren “incatalogable” en su cante?
—Mi arte lo trabajé en Jerez, luego fui a muchos festivales, donde, a base de mucho trabajar, empezó a verme la gente y a reconocerme y valorar mi cante. Hace poco estuve actuando en los Caños de Meca, ante 2.500 personas. Eso me emociona mucho, sobre todo por el reconocimiento del público, que te lo transmite constantemente. Hay una copla que dice: “El flamenco no se sabe, el flamenco no se entiende y del flamenco nadie sabe. El flamenco, cuando la arma, se sabe”.
—¿Cómo ha conseguido obtener ese sello propio como creador?
—La verdad es que yo mismo me sorprendo cuando leo las críticas que me hacen desde internet. Gente desde México que le gusta mi arte, por ejemplo. Recuerdo a una señora, que era de Estados Unidos, que fue a un festival en el que actué y me dijo que desde que me escuchó le encantaba el flamenco.
—Lleva más de tres décadas de trabajo. Ahora, después de todo lo vivido, ¿dónde se encuentra?
—De momento, me quedo con lo que me ha dado el Señor, que son mis hijos, mis nietos y mi señora. La familia y el trabajo. Yo soy muy espontáneo y, en mis 57 años, he conocido a muchos personajes. He participado en festivales muy importantes, hasta he pasado por la televisión en la Primera cadena, cuando era en blanco y negro, donde actué con uno de los flamencólogos más importantes, Fernando Quiñones. De vez en cuando lo vuelvo a ver y pienso que todo se acaba, hasta la vida.
—¿Con qué se queda de todas esas experiencias vividas?
—Ahora mismo me conformo conforme están las cosas, sobre todo con la salud que Dios me da. Porque eso no te lo quita nadie. El dinero lo puedes tener o no, pero la salud solo la tienes tú.